Al decir pobres,
hablo de los que mueren
con la misma ofrenda
que tuvieron al
nacer,
de los que tienen
maíz por piel
y al sol por color.
Hablo de los que en su
vientre,
pasó, pasó
el río caudaloso
de los días.
Los que
con las manos
apretadas
se agarran de la inercia
de la gravedad.
Esos que antes que el
sol caliente
y con sus
instrumentos pequeñitos
hacen inmortal al
canto
que más tarde
escriben
los pájaros
vagabundos
para su magisterio.
Los que con pies de
soportes
abren nuevos rumbos
que llegan al final
y más allá de la
meta.
Los pobres escriben lo
que nadie leerá,
cantan por puro gusto
cuando van por el
camino
y le ponen color a
los segundos.
Ya que nadie sabe de ellos.
Se convierten con los días
en mito, leyendas,
y en los antepasados-difuntos.
Mientras viven
son anhelo por llegar
lejos,
como los bejucos.
¿O serán sombra de
palos grandes,
los dioses que
empujan
los carruajes de
nubes sin agua
que dan color a la
montaña
y enseñan a balbucear
a los recién nacidos?
Los pobres están en la forma
de las piedras,
en el azul de la distancia...
De ellos nadie sabrá,
más que
gritaron
entre la multitud
que manifestaba
frente al palacio
nacional
en noviembre pasado
pidiendo más abono
al gobierno.
Por: De Gvillermo Delgado OP
Foto: Mimita Aragón.