Con la Madre compartimos la condición de ser criaturas, creados por Dios. En ella la humanidad entera ha sido asumida por Dios porque ha dado lugar a la Palabra Eterna.
Ella es como el vientre de la humanidad donde lo divino ha construido su casa, y se ha quedado para habitar y abrazar a la creación entera.
Quiere decir que Dios habita en los más íntimo y profundo, y en lo más externo y visible de la persona. Con lo cual, lo humano es imagen de lo Divino, porque ahí se hace alter (el otro yo). Más allá de lo puramente "humano", y más allá de la pura interioridad. Porque Dios está en la casa interior donde intimamos con él para hacernos fuertes. Dios está en la exterioridad, puesto en el camino: avanza en la misma calle donde tú y yo buscamos trascendernos.
Esa cercanía de Dios sería imposible aceptarla y comprenderla sin la aceptación y comprensión de la presencia de Dios en el corazón de nuestras culturas y nuestros sueños. El lenguaje y la condición femenina de la Madre visibiliza lo que el Papa León Magno, decía: "Jesús fue tan humano, como sólo Dios puede serlo".
- Por: Fr. Gvillermo Delgado
- Foto: jgda
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