Nuestra Señora de la Soledad Hechos y Palabras sábado, 1 de marzo de 2014 Sin Comentarios


Unidos a la Pasión del Señor

En este tiempo intenso de reflexión que nos mueve con acento especial a los días santos del Triduo Pascual, hacemos una enorme pausa para contemplar y acompañar al varón de dolores (Is 53, 3) y a la vez príncipe de paz (Is 9,6). Unidos a ese camino de pasión, nos encontramos con la Madre, Dolorosa, La Virgen. Como muestra de la gran solidaridad divina con el drama del sufrimiento humano.

Durante la cuaresma constatamos el modo en que Dios sufre apasionadamente nuestras penas, como sólo Dios puede serlo. Le contemplamos en el rostro de la ternura femenina de la Madre, sobre todo en la soledad y el sufrimiento. Como señales de cómo a pesar del dolor la persona humana siempre encuentra un sentido a su vida.

Contemplemos a Nuestra Señora de la soledad quien al pie de la Cruz, presiente en su alma aquella luz que se irradiará en la creación entera. Vemos a la Mujer de palabra, que dialoga con Dios, y asume las consecuencias de sus promesas. Abrazada por el amor divino, paradójicamente es atravesada por la espada del sufrimiento y a la vez por la gracia que la mueve al gozo, la alegría, y la luz.

Identifiquémonos con ella. No perdamos de vista nunca que la Cruz del Hijo es señal anticipada de la victoria. El vencido que finalmente vence, se convierte en la Luz que ilumina. Por eso, la madre del Señor nunca se apartó de la Cruz. Intuyó en su alma que aquello no terminaba en la desnudez del hijo martirizado, sino en el revestimiento de la nueva condición que devuelve con la resurrección la dignidad que misteriosamente emerge de la penumbra del llanto.

Así, nuestra Señora es indicación de que lo propio de quien es iluminada es iluminar al mismo tiempo. Ella, la que dio a luz se viste de luz (Ap 12,1). Con lo cual nos reafirma las palabras del Maestro cuando dijo que somos luz del mundo (Mt 5, 14).

Aunque se impongan las tinieblas y la inmensa soledad, la luz tiene más poder ya que viene de lo alto y de las profundidades del alma. Es que Dios está con nosotros.

Madre de la luz, llévanos a él

Por: Gvillermo Delgado O.P.
Foto: Carlos Ortíz

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