El que obedece a su conciencia no se equivoca nunca
Por: Gvillermo Delgado OP
Predicación de lunes de Pascua, 10 de abril del 2023.
Transcripción literal: Lorena Natareno.
¿Cómo ayudar a una persona en situación de
tristeza? ¿Cómo acompañar a aquellos que se sienten afectados por un
acontecimiento en donde, por ejemplo, se les derrumba su empresa, o hay
problemas serios en la familia? ¿Cómo ayudar en estos casos?
¿Cómo siendo una persona ajena a los
problemas puedes meterte y sin que te pidan opinión, opinar porque crees que
tienes que hacerlo? ¿Cómo intervenir?
Desde afuera de una situación confusa uno
tiene más o menos la claridad de lo que pasa, distinto a la poca claridad que
tienen aquellos que están dentro. Uno casi puede decir: “estás errado en el
modo en que estás actuando”. “Estás totalmente resignado cuando en realidad hay
otra posibilidad que tú no ves”.
Esta claridad de ver desde fuera ocurre
porque desde ahí se mira con más verdad. Tomando distancia de un hecho uno
logra tener un panorama mucho más amplio y criterios mucho más claros,
diferentes a los que tienen quienes están “metidos en el ajo”.
Y si nosotros, por otro lado, no somos los
agentes externos, sino los que estamos dentro del problema, ¿Cómo tener la
claridad y la solvencia que la Luz nos da en estas situaciones para decidir
convenientemente?
Hay sucesos en los que nuestro corazón
sigue alterado emocionalmente. Estamos confusos. Una ruptura hace pedazos el
corazón.
El mejor modo de resistir es volver a nuestro
quehacer de cada día, “con actitud resignada”. Si soñé un mundo mejor
construyendo una familia o una empresa y éstas fracasan, resignarme no es lo
mismo que perder el sentido de la vida, sino volver a otro modo de vida, a otro
trabajo, igual sea a picar piedra, porque sé que debo seguir en las mil
batallas.
Muchas veces la crisis se desata en el
mismo instante en que intentamos resolver los problemas siendo parte de él. Las
mujeres que experimentaron la resurrección del Señor en su propio corazón se
sumergieron en un drama profundo. Siendo parte de ese suceso y a la vez tomando
distancia de él. Es un agridulce.
El texto de hoy nos cuenta que: “Después
de escuchar las palabras del Ángel, las mujeres salieron a toda prisa del
sepulcro…” Es decir, toman distancia del
sepulcro, a pesar de estar involucradas directamente en esta experiencia única
de la Resurrección del Señor. “La confusión las define: están llenas de temor y
de gran alegría al mismo tiempo”.
Esta confusión, entre el temor y la
alegría, es una clave de lectura para interpretar desde el discernimiento.
El temor no es exactamente miedo, como
trastorno mental. Aquí el temor implica un grado de respeto, de admiración. Es
estar delante de algo que es grande, que trasciende en altura, en belleza… en
admiración. Este temor es provocado en nosotros cuando nos sentimos delante de la
Divinidad. Es lo que movió a las mujeres a que corrieran a dar la noticia a los
discípulos…”
Los otros que no están donde están las
mujeres, tendrán una opinión diferente. Aclararse les moverá no sólo a una
cuestión nueva, mental y afectiva; no, sino a la configuración de una nueva
comunidad de los discípulos. Teniendo en este caso al Maestro como centro,
quien les irá dando las luces suficientes para avanzar en el camino.
En la vida práctica existe un principio de
la ética, que nos resuelve el asunto de la duda. ¿Qué hacer en la duda? Este
dice: -Obedece a tu conciencia.
El que obedece a su conciencia no se
equivoca nunca. Cuando alguien venga a ustedes y les pida un consejo en una
situación confusa, no se adelanten a dar consejos, aunque tengamos claridad de
lo que se debe hacer o no. Pregunten, a quien pide el consejo: ¿Qué dice tu
corazón? Devolvámosle el mandado y extraigamos de ahí las respuestas que el
busca. Luego ya podemos ser su cómplice, en el buen sentido, para acompañarle,
para que este hermano, se apropie de esa verdad que está en su interior.
Es lo que hacen las mujeres, lo que hacen
los discípulos. Ceden a la verdad de su conciencia. No persisten en el enojo,
por la muerte cruenta e injusta de su maestro. Ceder a la verdad que ya está en
ti es permitir que Dios ilumine tu interior.
Deja que destelle en tu corazón aquella
verdad que se te planta delante. Obedeciendo a tu conciencia. Dios es la verdad
mucho más consciente de lo que imaginas. Quizá a veces se te muestre
inconsciente, en ese caso sólo deja que se te aclare y se eleve al estado de lo
consciente. Deja que repose lo que hay en ti. Déjalo como aquello que está en
el fondo del rio, que pronto flotará o se manifestará.
En estos casos a veces necesitamos a
alguien que nos ayude ¿verdad?; porque aún con la claridad de nuestra
conciencia también nos resistimos a no quererla oír. Es lo que en los temas de
estudio de la conciencia se llama “apropiación de esa ley interior”.
En el camino espiritual hemos aprendido a
obedecer desde la conciencia. Si lo hacemos, ten por cierto que no te vas a
equivocar. Sigue la verdad de tu corazón, porque ahí en tu corazón no solo
acontece algo de tu naturaleza humana que llamamos dignidad, sino que ahí mismo
está la misma voz de Dios, la misma Luz del Espíritu que es la que trasluce en
ti, en tus grandes anhelos por amar, por conquistar, por ser grande.
Desde lo interior de esta luz al destellar
en ti, te haces exteriormente bello, atractivo y capaz para hacer grandes cosas
con (o por) los demás.
Si escuchas a tu conciencia y con base a
esto te construyes, serás una persona auténtica. Entonces llegarás a saber que
ya no puedes presentarte como quien engaña a los demás.
No te engañes a ti mismo. Escucha la
verdad más profunda que hay en ti. Esto es Cristo el Resucitado. Es la verdad
que urge en ti, por dramática que sea la situación de la familia que se derrumba,
de la empresa que se cae, de los líos.
Si partes de esa verdad profunda, de la Luz Divina de tu interior, harás
el camino con Aquel que es el Camino, Aquel que es la Verdad, Aquel que es la
Vida, Aquel que es nuestra resurrección, en quien nuestra vida nos colma de
sentido.
En este agridulce de las mujeres, del temor y alegría, nos toca a nosotros resolver.
Queridos hermanos, en este lunes de Pascua pidamos al Señor que aumente en nosotros esta Gracia y que obedezcamos a nuestra conciencia. Con Él y con nuestras capacidades; sin duda no nos equivocaremos nunca. Esto es sin dudas lo que nos hace aptos para también acompañar a los demás. Que así sea. Amén.