EL BIEN QUE VENCE AL MAL Hechos y Palabras martes, 21 de marzo de 2023 Sin Comentarios

 




La voluntad se hace fuerte al reconocer los propios límites



Por: Gvillermo Delgado OP



¿La maldad es un instinto del que no podemos escapar?


¿A qué se debe que comprendamos el bien que no siempre seguimos? 


¿Por qué ante el mal de una persona, no sea yo quien se imponga con la bondad,  siendo así que la bondad es superior a la maldad?


Es frecuente que, si por alguna razón una persona me ofende, también yo la ofenda. De otro modo, soy malo porque los otros son malos. 


Te propongo tres cosas para responder a estas preguntas. La primera es comprendernos como personas, la segunda es reflexionar sobre  esa condición de persona y una tercera cosa: comprender cómo participamos de una voluntad infinita que por definición es divina.


La primera cosa es comprendernos como personas


Nadie existe al margen de la existencia de los demás. Es necesaria la relación con “los otros” para existir. Quien diga que no necesita a las otras personas para vivir o para ser alguien, se equivoca, y no sólo miente, sino que se le hará imposible realizar su vida.


Sabiéndonos necesitados de los demás para existir, también es un deber ser conscientes de la propia individualidad e independencia. Aunque parezca una contradicción con lo que antes dijimos, podemos afirmar con contundencia que no necesitamos de los demás para existir. Podemos existir sin los otros.


En situaciones como la enfermedad no es una opción ceder al dolor por decisión. No. Simplemente, la enfermedad se impone sobre el cuerpo. Entonces el sufrimiento crece en la voluntad debilitada, donde experimentamos la soledad como vacío y a la vez el urgente apoyo de quienes pueden hacer algo por nosotros.


Con lo cual reconocemos que somos para los demás, pero somos individuales. Ambas condiciones simples hacen la unidad de la persona. Una sin la otra no es posible. Pero en cada caso, nos permite reconocernos: a veces dependientes, a veces independientes. De ahí que la identidad personal se reconoce cuando los demás hablan de nosotros, hablan de nuestra bondad y de nuestra maldad. A la vez, esa identidad se reafirma en la conciencia al saber a ciencia cierta “quien soy yo”.


Preguntémonos otra vez: ¿Puedo escapar del mal que el otro me impone? O: ¿Puedo ser el bien que se sobrepone al mal? ¿Cómo puedo hacerlo?


La segunda cosa es reconocer la fuerza y el poder que reside en la voluntad


Si yo soy distinto a ti no es racional que el otro, en su individualidad se imponga con su mal sobre mí. El mal como fuerza instintiva sólo es una condición de una voluntad debilitada, como le pasa al cuerpo cuando por la avanzada edad o por la enfermedad debilita a todo el cuerpo. Pero el hecho que una persona esté debilitada, eso no se suma hacia otra persona para debilitarla. De serlo es porque ambos tienen voluntad débil.


De ser cierto esto que afirmamos, entonces, lo más propio en la persona es su alma racional, tal como lo afirmaba el filósofo Platón. Aquí esta una primera clave para superar el mal con el bien.


Permitir que la maldad de uno se imponga sobre otro sólo visibiliza una débil racionalidad. La fortaleza describe a la persona de voluntad libre, independiente, encaminada hacia las cosas felices y perdurables.


Finalmente, la tercera cosa es comprendernos como personas infinitas


La voluntad se hace fuerte al reconocer sus límites, y al someterse a la ilimitada e infinita voluntad del Padre, como lo hizo Jesús cuando afirma: "Padre, si es Tu voluntad, aparta de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya." (Lucas, 22, 42).


La voluntad abrazada a la infinita solo puede ser infinita. La voluntad a pesar de su condición débil se hace fuerte. Superada la debilidad no hay mal ajeno que se imponga sobre ella. La voluntad que se sostiene en la infinita resiste al mal con el bien. En lugar de oscurecerse por el mal del otro, lo ilumina y vence.

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