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LUNES DE PASCUA



El que obedece a su conciencia no se equivoca nunca


Por: Gvillermo Delgado OP
Predicación de lunes de Pascua, 10 de abril del 2023. 
Transcripción literal: Lorena Natareno. 



¿Cómo ayudar a una persona en situación de tristeza? ¿Cómo acompañar a aquellos que se sienten afectados por un acontecimiento en donde, por ejemplo, se les derrumba su empresa, o hay problemas serios en la familia? ¿Cómo ayudar en estos casos?

 

¿Cómo siendo una persona ajena a los problemas puedes meterte y sin que te pidan opinión, opinar porque crees que tienes que hacerlo? ¿Cómo intervenir?

 

Desde afuera de una situación confusa uno tiene más o menos la claridad de lo que pasa, distinto a la poca claridad que tienen aquellos que están dentro. Uno casi puede decir: “estás errado en el modo en que estás actuando”. “Estás totalmente resignado cuando en realidad hay otra posibilidad que tú no ves”.

 

Esta claridad de ver desde fuera ocurre porque desde ahí se mira con más verdad. Tomando distancia de un hecho uno logra tener un panorama mucho más amplio y criterios mucho más claros, diferentes a los que tienen quienes están “metidos en el ajo”.

 

Y si nosotros, por otro lado, no somos los agentes externos, sino los que estamos dentro del problema, ¿Cómo tener la claridad y la solvencia que la Luz nos da en estas situaciones para decidir convenientemente?

 

Hay sucesos en los que nuestro corazón sigue alterado emocionalmente. Estamos confusos. Una ruptura hace pedazos el corazón.

 

El mejor modo de resistir es volver a nuestro quehacer de cada día, “con actitud resignada”. Si soñé un mundo mejor construyendo una familia o una empresa y éstas fracasan, resignarme no es lo mismo que perder el sentido de la vida, sino volver a otro modo de vida, a otro trabajo, igual sea a picar piedra, porque sé que debo seguir en las mil batallas.

 

Muchas veces la crisis se desata en el mismo instante en que intentamos resolver los problemas siendo parte de él. Las mujeres que experimentaron la resurrección del Señor en su propio corazón se sumergieron en un drama profundo. Siendo parte de ese suceso y a la vez tomando distancia de él. Es un agridulce.

El texto de hoy nos cuenta que: “Después de escuchar las palabras del Ángel, las mujeres salieron a toda prisa del sepulcro…”  Es decir, toman distancia del sepulcro, a pesar de estar involucradas directamente en esta experiencia única de la Resurrección del Señor. “La confusión las define: están llenas de temor y de gran alegría al mismo tiempo”.

 

Esta confusión, entre el temor y la alegría, es una clave de lectura para interpretar desde el discernimiento.

 

El temor no es exactamente miedo, como trastorno mental. Aquí el temor implica un grado de respeto, de admiración. Es estar delante de algo que es grande, que trasciende en altura, en belleza… en admiración. Este temor es provocado en nosotros cuando nos sentimos delante de la Divinidad. Es lo que movió a las mujeres a que corrieran a dar la noticia a los discípulos…”

 

Los otros que no están donde están las mujeres, tendrán una opinión diferente. Aclararse les moverá no sólo a una cuestión nueva, mental y afectiva; no, sino a la configuración de una nueva comunidad de los discípulos. Teniendo en este caso al Maestro como centro, quien les irá dando las luces suficientes para avanzar en el camino. 

 

En la vida práctica existe un principio de la ética, que nos resuelve el asunto de la duda. ¿Qué hacer en la duda? Este dice: -Obedece a tu conciencia.

 

El que obedece a su conciencia no se equivoca nunca. Cuando alguien venga a ustedes y les pida un consejo en una situación confusa, no se adelanten a dar consejos, aunque tengamos claridad de lo que se debe hacer o no. Pregunten, a quien pide el consejo: ¿Qué dice tu corazón? Devolvámosle el mandado y extraigamos de ahí las respuestas que el busca. Luego ya podemos ser su cómplice, en el buen sentido, para acompañarle, para que este hermano, se apropie de esa verdad que está en su interior.

 

Es lo que hacen las mujeres, lo que hacen los discípulos. Ceden a la verdad de su conciencia. No persisten en el enojo, por la muerte cruenta e injusta de su maestro. Ceder a la verdad que ya está en ti es permitir que Dios ilumine tu interior.

 

Deja que destelle en tu corazón aquella verdad que se te planta delante. Obedeciendo a tu conciencia. Dios es la verdad mucho más consciente de lo que imaginas. Quizá a veces se te muestre inconsciente, en ese caso sólo deja que se te aclare y se eleve al estado de lo consciente. Deja que repose lo que hay en ti. Déjalo como aquello que está en el fondo del rio, que pronto flotará o se manifestará.

 

En estos casos a veces necesitamos a alguien que nos ayude ¿verdad?; porque aún con la claridad de nuestra conciencia también nos resistimos a no quererla oír. Es lo que en los temas de estudio de la conciencia se llama “apropiación de esa ley interior”.

 

En el camino espiritual hemos aprendido a obedecer desde la conciencia. Si lo hacemos, ten por cierto que no te vas a equivocar. Sigue la verdad de tu corazón, porque ahí en tu corazón no solo acontece algo de tu naturaleza humana que llamamos dignidad, sino que ahí mismo está la misma voz de Dios, la misma Luz del Espíritu que es la que trasluce en ti, en tus grandes anhelos por amar, por conquistar, por ser grande.

 

Desde lo interior de esta luz al destellar en ti, te haces exteriormente bello, atractivo y capaz para hacer grandes cosas con (o por) los demás.

 

Si escuchas a tu conciencia y con base a esto te construyes, serás una persona auténtica. Entonces llegarás a saber que ya no puedes presentarte como quien engaña a los demás.

 

No te engañes a ti mismo. Escucha la verdad más profunda que hay en ti. Esto es Cristo el Resucitado. Es la verdad que urge en ti, por dramática que sea la situación de la familia que se derrumba, de la empresa que se cae, de los líos.   Si partes de esa verdad profunda, de la Luz Divina de tu interior, harás el camino con Aquel que es el Camino, Aquel que es la Verdad, Aquel que es la Vida, Aquel que es nuestra resurrección, en quien nuestra vida nos colma de sentido.


En este agridulce de las mujeres, del temor y alegría, nos toca a nosotros resolver. 


Queridos hermanos, en este lunes de Pascua pidamos al Señor que aumente en nosotros esta Gracia y que obedezcamos a nuestra conciencia. Con Él y con nuestras capacidades; sin duda no nos equivocaremos nunca. Esto es sin dudas lo que nos hace aptos para también acompañar a los demás. Que así sea.  Amén.

lunes, 1 de mayo de 2023

Domingo de Resurrección

 


Creer en Él para entenderlo a Él, entenderlo a Él para creer en Él.

Por: Gvillermo Delgado OP
Homilía pronununciada el 09/04/2023
Transcripción literal de Lorena Natareno


Hay una etapa de nuestra vida, especialmente durante la juventud, donde florecen demasiadas cosas en nuestros corazones. Por ejemplo, ilusiones. Puede ocurrir que crezcan ilusiones en nuestro corazón como una fe inquebrantable con la que prácticamente decidamos el devenir de los días o puede ser, también al mismo tiempo que, decidamos que no florezca nada; sino dejar que crezca sólo aquello que viene de nuestras capacidades humanas; cuanto eso pasa, nos convertimos en el defecto que combatimos en las otras personas, lo que no nos permite llegar a ser lo que ya sabemos que debemos ser.

 

Siendo joven, puedo recordar, precisamente aquellos momentos en que ilusionado por lo que yo no sé de qué manera mis padres sembraron en mi corazón y que me han permitido ser lo que ahora soy, al punto que creció en mi un gran amor a Dios, a la Iglesia, a los sacramentos. Y fui poco a poco ofreciendo mi propia vida sin que nadie me lo indujera, así lo sentí. Nunca fui obligado a ir a Misa, pero nunca tampoco me lo impidieron. Sentía una ilusión tan grande que yo no entendía por qué otros no la sentían, tampoco aquel contentamiento por los sacramentos por la escucha de la palabra, por la oración; por el contrario, los compañeros de estudio tenían más bien reacciones distintas a mí. No comprendía por qué mis compañeros, por el contrario, tenían comportamientos y hacían actividades diferentes, por ejemplo, durante las vacaciones o en el fin de semana. No siempre coincidíamos. Unos se ocupaban en pasear o en hacer otras cosas distintas a las que por lo menos, dos o tres hacíamos distintas en aquel tiempo.

 

Esto tiene que ver precisamente con el sentimiento profundo que crece en el corazón de cada uno y que carecería de valor si no fuera por una disposición que muchas veces es cultivada por nuestros padres o por la comunidad cristiana. Estoy convencido que ninguno de los presentes estaría acá sin que hubiera gente que los ha acompañado desde chiquitos, que les ha permitido crecer en la fe y en el amor.

 

Y es que es en estas primeras etapas y en el crecimiento de nuestra fe cuando abundan los cuestionamientos, preguntas abiertas que no tienen respuesta. Así, por ejemplo, “Es que no creo porque no entiendo”.

 

Uno podría responder a la manera de San Agustín: “Es que no entiendes porque no crees”. Porque solamente aquel que cree entiende. Y solo aquel que entiende aumenta en la fe. La fe no te da una única respuesta. La fe abre un campo inmenso en el que va permitiendo ahondar en el misterio insondable de Dios. Dios es un abismo profundo que nunca logramos penetrar. Por eso es un Misterio. No es una respuesta hecha. No es un concepto elaborado por la RAE, sino una respuesta abierta que se va expandiendo y haciendo; por lo mismo es tan grande que nos provoca un dinamismo de avanzar en esa dirección.

 

Este es el testimonio que escuchamos en los Hechos de los Apóstoles, de los profetas, de los primeros creyentes, de cuantos creen en Él; de todos, de quienes han recibido el perdón de los pecados.

 

Creer en Él para entenderlo a Él, entenderlo a Él para creer en Él. Esto es lo que provoca en nosotros esa inquietud, ese rumor que va creciendo en el corazón, que no entendemos de donde viene y a donde nos lleva; pero vamos avanzando con ese rumor profundo. Es el Señor que va hablando desde adentro. Es la misma inquietud que puso en el Corazón de María, de los discípulos, de los jóvenes que consagran su vida al Señor en el matrimonio o en la vida consagrada. No sería posible de otro modo, sin este creer en que Dios a través de lo que yo puedo hacer Él está queriendo manifestar su grandísimo y misterioso amor. La buena noticia que nos transmiten, en ese sentido los Apóstoles, es que creyendo en Él y por su medio llega a nosotros el perdón de los pecados. Esto es posible. El perdón de los pecados sí es posible.

 

Creer en Él permite que esta luz penetre en tu alma oscurecida por el pecado. Si le das lugar a Él, Él te irá dando las respuestas poco a poco a tus búsquedas, y así como la luz abrasa todo, abrasará todo tu ser desde lo profundo de tu alma. Te convertirá en un ser humano distinto. Ya no tendrás la única respuesta de tus búsquedas sino tendrás, más bien, una fuerza, un camino en la dirección de esa luz.

 

Por eso la resurrección, para nosotros define nuestro destino. ¿Cuál es tu destino?

Es bien frecuente decir que lo único que tenemos definido para el futuro, del cual no nos vamos a librar, es de la muerte. Si ese fuera nuestro destino, acabaríamos como la muerte: en la oscuridad, en el abismo de las tinieblas. Pero no, nuestro destino es la resurrección, ella es el hacia donde sabemos que vamos avanzando.

 

En la misma tradición judía la muerte se describe como dormición, como dormirse; de hecho, el cementerio, para ellos es “el lugar del sueño”. Cuando le avisan a Jesús de que Lázaro estaba muerto, Él dice: “No está muerto, simplemente duerme”. Es decir, si creemos en Dios nos dormimos en Él y despertamos para contemplar su rostro (salmo 16, 15). Este es el anhelo más profundo, despertar para contemplar su rostro. Él es nuestro destino. Por eso ¿de qué manera ahora experimentamos este acontecimiento elemental de nuestra fe?

 

Esto es precisamente… lo elemental, lo más valioso, lo que logramos comprender en el cristianismo.  ¿qué es la fe? Es precisamente la resurrección del Señor. ¿De qué manera? Esto queda muy bien expresado en los textos que hemos escuchado hoy.

 

Este dinamismo de vivir como personas resucitadas a través del Bautismo que hemos recibido. El Bautismo es renacer para avanzar en la vida. Es como un árbol que está en un permanente cambio, como dice el escritor uruguayo, Eduardo Galeano: “todo cambia y el que no cambia es una bestia”. Todo cambia y estamos en este fluir permanente como el río que corre. Abrirnos a los cambios, a las transformaciones no en cualquier dirección sino en dirección de la Luz, en dirección del perfeccionamiento, es precisamente cuando le damos lugar a la Gracia del Bautismo que es movido no por cualquier espíritu sino por el Espíritu Santo de Dios, el que va orientando nuestras vidas. Esto es lo que define nuestra resurrección. Dar muestras de que somos bautizados, que hemos sido sumergidos, que nos hemos levantado de estas aguas que nos han limpiado y nos van encaminando a la perfección.

 

Ser bautizados en el Señor, ahí en esta intuición tan profunda que tuvieron nuestros primeros hermanos que dieron fe de la resurrección, nos dan una tremenda enseñanza. Recordemos cuando comenzaron a congregarse en la comunidad para orar y poner en vigencia la condición de resucitados desde aquellos primeros momentos en que experimentaron la resurrección del Señor, ellos nos dijeron: que había que bautizarnos todos los de la casa, incluidos los niños, todos los de la comunidad, ¿Por qué? porque tenemos que crecer en todo el sentido de la palabra, en estatura, en gracia como se dice del mismo Jesús siendo un niño de 12 años. No solamente en el momento en que entendemos lo que significa el bautismo, como dicen algunos hermanos equivocadamente, o sea cuando eres grande y lo entiendes todo. El problema es que cuando lo entiendas todo ya no tendrás la posibilidad para vivir todo lo que entiendes.

 

Cree, pero si no entiendes aun lo que crees, serás alimentado por aquellos que creen y entienden lo que creen. Ellos son nuestros padres, nuestra comunidad. Ahí nos alimentamos. En la medida que creas irás entendiendo. Y en la medida en que entiendas irás entrando en el Misterio.

 

Bañados en esta Agua, en aquel que murió y bajó hacia el lugar de los muertos, eso es bañarnos en Él para resucitar en Él. Bautizarnos es sumergirnos en el Misterio de Dios mismo. Bautizarnos es levantarnos en Él, en su Luz inaccesible. Esta que nos da la fortaleza para resistir a las adversidades.

Es lo que celebramos nosotros los bautizados en el Señor, los resucitados en Él. Esta es nuestra salud, este es nuestro gozo.

 

Son los momentos significativos para nuestra vida. Si comparamos este con otros tiempos, solemos preguntar: ¿Dónde están nuestros hermanos que se han bautizado como nosotros? Aquellos cuyos padres vinieron jubilosos un día y los presentaron para ser bautizados… ¿en dónde están? ¿Siguen todavía en las procesiones cargando al Señor, no se han enterado de que está resucitado?

 

Con mucha suerte algunos bautizados han participado en esta Semana Mayor de las procesiones. ¡Bendito sea Dios porque han tenido la oportunidad de contemplar, de escuchar, de mirar, de experimentar en el silencio su entrega amorosa a través de las imágenes; pero hay muchísimos que no! Yo escuché a un compañero decir que la Semana Santa no tendría que ser el momento para confesarse, sino mas bien después; porque para muchos bautizados, la Semana Santa no es el momento de meditación, sino el tiempo para pecar. Entonces, hay que confesarse después, pasada la Semana Mayor.

 

¿Qué hay entonces, de este hecho tan relevante de la resurrección, siendo así que es el fundamento de nuestra fe? ¿Qué hay? Si somos consientes e iluminados por esta Luz de lo alto, nos toca sin duda, iluminar a aquellos que pareciera que no se han enterado aún que existe esa Luz.

 

La resurrección es el dinamismo que nos mueve porque es la fuerza del Espíritu con el que nosotros resistimos a los embates del mal, el dinamismo con lo que vencemos la oscuridad, es lo que nos permite entender para crecer en la fe, para encaminarnos en dirección de Aquel que es nuestro destino. De tal modo que, llegado el momento en que nos llame a su presencia contemplemos su rostro, rostro que, ya ahora mismo contemplamos, experimentamos, sentimos. Porque Él es quien nos da las razones para vivir nuestras vidas. 

 

Esto es lo que en nuestra juventud buscábamos y no lo sabíamos, cuando interrogábamos y buscábamos respuestas. Esta es la respuesta a nuestra inquietud profunda que nos lleva al extremo de tomar decisiones.

 

¡Qué bien por nosotros que hemos tomado decisiones, aun sabiendo que no teníamos la última respuesta a nuestras preguntas! Es un error pensar que no decidimos porque no están las cosas tan claras. Nadie puede tener todo claro de una vez. Sin embargo, puedes tener la certeza de que, si lo has hecho, y lo has hecho a la Luz de Aquel que es la Luz, Él llevará esto a feliz término. Él te ayudará en el camino, te asistirá en los obstáculos y te irá orientando para resistir en las adversidades. Esta es la condición de los bautizados, esto es lo que hoy celebramos, el sentido de nuestra fe cristiana, creer en la resurrección, vivir como bautizados.

 

Queridos hermanos, que este gozo, que esta gracia ilumine nuestra alma, nuestro ser y que se traduzca en actitudes de alegría y de bondad.

 

Si nos ha costado y nos siguen costando las relaciones humanas, seamos amables. Es algo sencillo. Sabiendo que hemos sido iluminados por lo Alto, propongámonos ser amables, respetuosos. Si los otros no saben ser amigos, no por eso no lo seamos, si los otros no saludan, no hagamos lo mismo, saludemos. Mostremos que somos de la Luz y no de la oscuridad. No porque los demás hacen lo malo eso tengo que hacer yo. El pecado no es una decisión democrática. La Luz a veces nos aísla en la soledad, cuando la democracia del mal se impone. Sin embargo, notemos que basta solamente con que una Luz irradie en la oscuridad para vencer la diversidad de la democracia del mal.

 

Pidamos al Señor que nos conceda esta Gracia, y que iluminados desde lo Alto permanezcamos así, permanentes en esta condición de bautizados.


jueves, 27 de abril de 2023

EL BIEN QUE VENCE AL MAL

 




La voluntad se hace fuerte al reconocer los propios límites



Por: Gvillermo Delgado OP



¿La maldad es un instinto del que no podemos escapar?


¿A qué se debe que comprendamos el bien que no siempre seguimos? 


¿Por qué ante el mal de una persona, no sea yo quien se imponga con la bondad,  siendo así que la bondad es superior a la maldad?


Es frecuente que, si por alguna razón una persona me ofende, también yo la ofenda. De otro modo, soy malo porque los otros son malos. 


Te propongo tres cosas para responder a estas preguntas. La primera es comprendernos como personas, la segunda es reflexionar sobre  esa condición de persona y una tercera cosa: comprender cómo participamos de una voluntad infinita que por definición es divina.


La primera cosa es comprendernos como personas


Nadie existe al margen de la existencia de los demás. Es necesaria la relación con “los otros” para existir. Quien diga que no necesita a las otras personas para vivir o para ser alguien, se equivoca, y no sólo miente, sino que se le hará imposible realizar su vida.


Sabiéndonos necesitados de los demás para existir, también es un deber ser conscientes de la propia individualidad e independencia. Aunque parezca una contradicción con lo que antes dijimos, podemos afirmar con contundencia que no necesitamos de los demás para existir. Podemos existir sin los otros.


En situaciones como la enfermedad no es una opción ceder al dolor por decisión. No. Simplemente, la enfermedad se impone sobre el cuerpo. Entonces el sufrimiento crece en la voluntad debilitada, donde experimentamos la soledad como vacío y a la vez el urgente apoyo de quienes pueden hacer algo por nosotros.


Con lo cual reconocemos que somos para los demás, pero somos individuales. Ambas condiciones simples hacen la unidad de la persona. Una sin la otra no es posible. Pero en cada caso, nos permite reconocernos: a veces dependientes, a veces independientes. De ahí que la identidad personal se reconoce cuando los demás hablan de nosotros, hablan de nuestra bondad y de nuestra maldad. A la vez, esa identidad se reafirma en la conciencia al saber a ciencia cierta “quien soy yo”.


Preguntémonos otra vez: ¿Puedo escapar del mal que el otro me impone? O: ¿Puedo ser el bien que se sobrepone al mal? ¿Cómo puedo hacerlo?


La segunda cosa es reconocer la fuerza y el poder que reside en la voluntad


Si yo soy distinto a ti no es racional que el otro, en su individualidad se imponga con su mal sobre mí. El mal como fuerza instintiva sólo es una condición de una voluntad debilitada, como le pasa al cuerpo cuando por la avanzada edad o por la enfermedad debilita a todo el cuerpo. Pero el hecho que una persona esté debilitada, eso no se suma hacia otra persona para debilitarla. De serlo es porque ambos tienen voluntad débil.


De ser cierto esto que afirmamos, entonces, lo más propio en la persona es su alma racional, tal como lo afirmaba el filósofo Platón. Aquí esta una primera clave para superar el mal con el bien.


Permitir que la maldad de uno se imponga sobre otro sólo visibiliza una débil racionalidad. La fortaleza describe a la persona de voluntad libre, independiente, encaminada hacia las cosas felices y perdurables.


Finalmente, la tercera cosa es comprendernos como personas infinitas


La voluntad se hace fuerte al reconocer sus límites, y al someterse a la ilimitada e infinita voluntad del Padre, como lo hizo Jesús cuando afirma: "Padre, si es Tu voluntad, aparta de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya." (Lucas, 22, 42).


La voluntad abrazada a la infinita solo puede ser infinita. La voluntad a pesar de su condición débil se hace fuerte. Superada la debilidad no hay mal ajeno que se imponga sobre ella. La voluntad que se sostiene en la infinita resiste al mal con el bien. En lugar de oscurecerse por el mal del otro, lo ilumina y vence.

lunes, 20 de marzo de 2023

CAMBIAR EN REALIDAD

 


Somos como los árboles que, florecen de pie


Por: Gvillermo Delgado OP


¿Cómo realizar cambios reales en uno mismo? 


El punto de partida es considerar aquellas cosas que no están bien y necesitan ser cambiadas. 


Frente a ese balance de cosas son frecuentes las promesas. Promesas, a veces dichas según lo que creemos que las otras personas esperan de nosotros. Hay otras, dichas “hacia uno mismo”, calculando el impacto negativo que el hecho ha provocado y las consecuencias en el devenir.


Ante lo cual, propongo tres actitudes que deben darse en cada persona, sin excepción; actitudes, no como estados diferentes o escalonados; sino unificados. Estos son: cambios desde abajo, cambios desde dentro, cambios desde la pequeñez.


Cambios desde abajo. La actitud de cambio más auténtica es aquella que nos mueve a doblar las rodillas. Reconociendo con humildad la fragilidad en la que hemos caído. Ya que, mirar desde abajo es dejar que se abra para nosotros lo inmenso de lo alto. Sabiendo que una vez nos pongamos en pie, seremos envueltos por la inmensidad de la altura: donde está el bien preciado, que habíamos perdido por los males consentidos. Es una actitud simple y grandiosa, al mismo tiempo.


Cambios desde dentro. Las rodillas dobladas expresan debilidad y al mismo tiempo grandeza. Un tronco de árbol erguido se eleva gracias a la madurez de su corazón. Pero una vez se fractura o se pudre cede a la fuerza de la gravedad de la que es objeto la tierra. Lo mismo pasa con la persona.


 Elevados somos grandiosos. Debilitados por dentro cedemos a la caída, sólo es cuestión de tiempo, aunque tengamos raíces profundas.


Por tanto, la actitud de cambio que brota desde dentro es de recomposición, para evitar la caída definitiva. Recomposición no es reparación, sino resurgir con las fuerzas naturales con que el alma ha sido dotada, para elevarnos hacia las alturas, nuestra meta. Se trata de fortalecernos desde el propio interior. 


Esto es la espiritualidad, ese lugar del alma, dode la salud se consolida, que nos sostiene en los momentos difíciles, el desde do donde surgimos para sobreponernos a la adversidad.


Si eso es verdad, entonces, ha de ser al mismo tiempo el punto central para realizar todo tipo de cambios y mejorarnos, en dirección de la plenitud.


Cambios desde la pequeñez. Somos grandiosos, no gigantes. No somos para la presunción del poder o las riquezas efímeras. Somos para lo alto que no se extingue, no para la tierra solamente. Somos como los árboles que, florecen de pie. Capaces de dar frutos donde seamos plantados. Por lo cual, nunca será posible elevarnos hacia lo infinito sin antes ser semilla o un frágil esqueje.


Experimentar lo grandioso desde la pequeñez es no olvidar nunca nuestra limitación y que estamos en crecimiento permanente, como la semilla que contiene al invisible árbol. Así, somos el silencio de la frágil semilla que se pudre para despertar del sueño que alberga al interior de su alma, y ser plantados.


El coraje y la fuerza para un cambio real proviene, pues, del reconocernos pequeños como una invisible semilla de mostaza, como en su momento nos ejemplificó el Señor, ya que de ahí nos elevamos o nos recuperamos para el camino que originalmente traíamos.


Cambio real es recuperarnos. Es volver a ser. Volvernos más fuertes; aunque sea a partir del defecto. Cambios reales ya no como expectativas para nadie; ni siquiera para uno mismo. Los cambios reales son para recuperar la estatura que nos corresponde por ser humanos, creaturas de Dios, ya que fuimos creados para la altura, lo grandioso, para la felicidad.

lunes, 13 de marzo de 2023

EL PAN DE CADA DÍA

 

Al pedir el pan para hoy lo aseguramos para mañana

Por: Gvillermo Delgado OP

14/01/2023


El pan es el sustento, la fuerza para mantenernos en pie.


Desde tiempos remotos hemos evolucionado gracias al trabajo, intentando hacer de este mundo el mejor de los mundos posibles.


Aprovechamos la luz del día para ir por el mundo a buscar ese pan, que luego será compartido en medio de la comunidad de la familia. Gracias a esas búsquedas, hemos adaptado las fuerzas secretas de las leyes de la naturaleza a las capacidades humanas de crear, al extremo de creer que el universo está bajo nuestra soberanía.


El hambre y el anhelo de asegurar el pan para hoy y para mañana nos iguala a todos, parecido a lo que hace la muerte con nuestras vidas. 


Buscándolo migramos, haciéndonos extranjeros en el propio territorio.


Con el fin de salvaguardar el pan, con frecuencia somos apreciados o despreciados. Miserables o dueños de la riqueza. Nos convertimos en mascota de sala o simplemente depredadores de la selva indómita. De uno u otro modo, nos hacemos incapaces de interpretar las leyes de la naturaleza y de compartir aquello que fue dado a todos.


Jesús hablaba con el Padre en oración diciendo: Dadnos hoy el pan de cada día. Con igual actitud, nosotros, al pedir el pan y buscarlo al modo de las aves del campo, lo aseguramos para hoy. Pero no somos simplemente “animales inteligentes” como suele decirse, si no criaturas amadas por Dios, al pedir el pan y asegurarlo para hoy lo aseguramos al mismo tiempo para mañana. Pedir el pan de cada día no tiene nada que ver con la despreocupación de las aves del cielo y las bestias del campo por el mañana. En el afán de cada día, el creador perfecciona su obra y la encamina a su plenitud, contando con nuestras limitadas fuerzas.


Con razón, no sólo buscamos el pan con el trabajo para mantenernos en pie solamente, sino para desarraigarnos de la tierra que nos sostiene, si es necesario, y salir al encuentro de aquellos que en el mismo sentido buscan e interpretan la presencia de Dios en las luchas cotidianas.


La comunión en el trabajo nos hace capaces de cuidarnos compartiendo ese pan que, desde los orígenes fue querido para todos. Cuando eso ocurre la oración de Jesús al pedir el Pan de cada día se transforma en alimento verdadero.

martes, 24 de enero de 2023

EL RESPETO

 

El respeto es perfume que  se vierte sobre toda relación humana, haciéndola bella y deseable.

 

Por Guillermo Delgado OP

10/01/2023


El respeto es el valor básico para la convivencia. El suelo para andar.


El respeto no es el valor sustancial como el amor, en tanto fuente de los valores y efecto multiplicador de una vida feliz. Sin embargo, el respeto expresa al amor con toda su carga. En tal razón, el respeto es la acción primaria del amor que, como perfume, se vierte sobre toda relación humana, haciéndola bella y deseable.


Perder el respeto es perderse fuera del amor. ¿Es posible vivir en el extravío, o fuera del respeto?


Una relación sin respeto es vacía y tosca. Es perderse en lo irracional y absurdo. Un ser absurdo solo puede subsistir bajo el efecto de la dopamina artificial; no vive ni vivirá en la energía que el amor en su pureza esparce sobre el alma y la condición humana. Más bien ya está condenado a perderse.


Quien ha perdido el respeto a las demás personas se lo ha perdido a él mismo. Carece de identidad y sentido. Debe ser recuperado. O encaminado a la perdición, arrasará todo lo que se pose ante sí.


Para recuperar el respeto hay que recuperara el sentido del amor. Empezando por admirar a las personas en la belleza propia de los niños y los ancianos. Además, generalizar la admiración que despierta una persona en particular hacia todas las demás sin excepciones; sabiendo que el amor es universal, común a todos, más allá de las diferencias individuales, culturales, y socioeconómicas.


Para recuperar el respeto, estamos obligados a reinventar las relaciones humanas desde la empatía con el universo de todo lo creado. Que incluye, para empezar, lo humano en todos los grados; los animales, las plantas, el paisaje; después, el cuidado personal: la alimentación, los ejercicios físicos, la apariencia, el sueño, el esparcimiento y el buen humor.


Una vez emprendemos este sentido, sin saberlo, estamos cuidándonos y cuidando a los demás. De otro modo, ya estamos amando al “prójimo, como a nosotros mismos”. Entonces, el respeto ha retomado su camino, del que nos habíamos extraviado.

martes, 10 de enero de 2023

Cántico Esencial

 


Por: Gvillermo Delgado

26/12/2022

 

Soy sobreviviente de una guerra reciente,

Árbol azul de mariposas misteriosas.

El olvidado pregón de los pájaros tempraneros.

 

Soy pordiosero de tus mensajes,

quien inmóvil por la mañana

mira pasar la brisa lenta

que lleva la silueta

de los movimientos que en tu paso dejaste

en el camino de arenas.

 

Soy quien,

atrapado en los años indemnes de los rezos,

por el silencio de las flores de la tarde,

por el grito abatido de las estrellas nocturnas,

por las auroras de avemarías,

se levanta cada día

en el impulso de las semillas

que despiertan del sueño primordial.

 

Soy gigante que busca la altura lejana de su Dios,

desde el patíbulo que el amor obliga.

Quien atrapa el murmullo de los segundos en agonía

Sobre la antigua montañas de los olivos.

 

Enano que engulle el espacio de la fruta nueva,

quien se sustenta de cada sorbo de las palabras

en el hondo amor de las raíces.

 

Y es que todos conocen

los secretos de mi condición,

la gravedad de mis búsquedas,

el ruidal reprimido de mi agonía

que apunta al corazón del alma:

hontanar sagrado donde el amor abraza.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Superar el odio

 


Cuando dejas atrás el odio, lo único que queda e invade el alma es lo bueno.

Por: Gvillermo Delgado OP

07/12/2022

Si no estás de acuerdo con la opinión y conducta de otras personas no intentes corregirlas como es usual. Solo compréndelas. Si puedes, ámalas. Eso te hará mejor persona, y todo lo que antes notabas mal en los demás lo corregirás en ti. Verás que no tendrás impulsos de abalanzarte para imponer tus razones, sino para aceptarlas tal cual son. Eso es hacer camino.

He aprendido que el odio es veneno que sólo daña a quien lo ingiere. Si odias a una persona el primer afectado eres tú. Suele suceder que, el odiado, ni se entera del veneno que está haciendo estragos en ti. A veces crees que dañas a otros, cuando en realidad sólo te estas consumiendo en la miseria de sus efectos nocivos.

Desintoxicarse del odio es posible, cultivando hábitos buenos; a tres niveles.
En la base, y por eso elementales, están los hábitos físicos que consisten en adiestrarte como un atleta para conseguir metas cortas y largas; para eso debes cuidar tu cuerpo, por ejemplo, comer bien, y hacer ejercicios.

Otro nivel acontece en los hábitos emocionales, que tienen que ver con las relaciones humanas. Es puro aprendizaje que empieza por cultivar los buenos pensamientos en dirección de las otras personas. Los buenos pensamientos te transforman en la persona que cuida y sana a los demás. Para eso, debes ser consciente que el punto de partida eres tú, no la otra persona. Con lo cual, debes convertirte en prójimo de ti mismo. Sólo después serás prójimo de los demás. Permitir que los otros sean los más próximos a ti, te obliga, por ejemplo, a que antes de perdonar te perdones; antes de corregir, te corrijas; antes de amar, te ames. Una vez verifiques tal cosa, verás que las relaciones se fundan en ti, y que a su vez los otros te fundan.

Finalmente, en el nivel más alto, están los hábitos espirituales. No es doctrina religiosa. Lo espiritual es lo trascendente. En lo trascendente te descubres como quien está relacionado con Dios, con los demás y con todo lo creado, en un vínculo profundo, alto y difícil de romper. Al cultivar hábitos a ese nivel descubres que ya estás relacionado con algo más grande que tú, con ese alguien que te da las pautas y la conciencia de que estás en una relación seria, que perfecciona tus pensamientos y emociones. Lo trascendente eleva a unos niveles de relación que surgen del alma racional con la cual miras, sientes como tuyo todo lo que existe, pero con un sentido de posesión de que has recibido todo eso como un regalo que no mereces. Cultivar estos hábitos, al modo, por ejemplo, de cuidar la naturaleza, te convierte en jardinero; cuidar de los demás, te convierte en maestro; cuidar de tu intimidad más profunda, te convierte en un místico; cuidar de tu cuerpo te convierte en persona con una clara identidad y con buen carácter ético.

Los hábitos muestran que la felicidad es una conquista que emerge a cada instante de ti como sol que ilumina. Eso que no da lugar a ningún tipo de odio, sólo al amor; porque cuando dejas atrás el odio, lo único que queda e invade el alma es lo bueno que hay en ti y en los demás.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

LA PERSONA FUERTE Y SEGURA

 


¿Cómo convertirse en una persona fuerte y segura?

 

Por: Gvillermo Delgado OP


La persona segura de sí misma se construye a fuerza de valores. Se edifica según los lugares que habita y las relaciones que establece.

 

Como árbol con raíces profundas. La persona fuerte y segura se construye desde sí misma. Crece, al mismo tiempo que fortalece sus raíces.

 

A diferencia de los Baobabs del principito, el hombre es un árbol con raíces profundas que camina. Por eso, avanza poco a poco como río hacia lo grandioso del mar. Mar al que nunca se abrazará en su totalidad. Porque el mar es el punto de llegada del que nadie debe ni puede apartarse. Porque está debajo de las raíces, adelante en el horizonte que se abre y arriba como el inmenso cielo infinito.

 

Mientras se avanza hacia allá, la seguridad implantada de sí mismo obliga a dos acciones indistintas: a perseverar en la dirección que ya traemos, y al mismo tiempo cambiar sin temores, dado que el cambio es parte de la naturaleza que nos hace fuerte en cada paso. 


La perseverancia abliga a definir y a decidir sobre la dirección que le daremos a la vida. Como el tren encarrilado que no se aparta  de su propio camino. Llegar a un destino, a veces no es tan complicado; lo complicado suele ser, más bien, mantenernos con firmenza en lo que hemos alcanzado con esfuerzos. Con frecuencia, ahí andan los líos de los matrimonios, las profesiones, las vocaciones religiosas, y mantener la vida feliz.


Por otro lado, está el cambio sin temores. Todo cambia. Decidamos o no, los cambios se imponen tarde o temprano. Por eso, es mejor abrirse uno mismo a hacerlo. Hay que hacerlo empezando por el cambio de mente. 


Quien no cambia de mentalidad no podrá alcanzar las grandes cosas y corregir los defectos del camino. El cambio es apertura de mente. Dado que en el cerebro, está el alma, las emociones, la voluntad, el espíritu y todo desde donde gobernamos el cuerpo. Quien dominana la mente, se conoce, se domina así mismo, se perfecciona; cambia su mundo y el mundo de los demas. Quien cambia su mente, asegura su destino. Sabe enfrentar la adversidad. Se hace fuerte.


Si la perseverancia y el cambio caracterizan tu vida, puedes profetizar el futuro, sabrás enfrentar tu presente, y asumir tu pasado sin rencores. 


De todo lo anterior surgen como flores del ápices de las ramas, innumerables valores cuya síntesis se recoge en uno solo: la integridad. Ese es el epicentro donde nos definimos. Por ser el puente seguro que nos llevará al otro lado. Hacia donde avanzamos.


La integridad es espíritu o coraje que anima desde dentro de nuestro ser. La integridad es el conjunto de todos los valores. Como aquello que determina el carácter para actuar, en dirección de lo bueno y deseado. De la integridad definimos el "sí" o el "no" de las decisiones. De la integridad surgen las fuerzas para sobreponernos a las adversidades. De la integridad viene la paz y la recta conciencia de cada día. 


Por el puente de la integridad llegaremos a la meta que queremos llegar, a la felicidad, al cielo, a la vida eterna, a la consumación del amor.

lunes, 29 de agosto de 2022