Viendo "Posts antiguos"

EL BIEN QUE VENCE AL MAL

 




La voluntad se hace fuerte al reconocer los propios límites



Por: Gvillermo Delgado OP



¿La maldad es un instinto del que no podemos escapar?


¿A qué se debe que comprendamos el bien que no siempre seguimos? 


¿Por qué ante el mal de una persona, no sea yo quien se imponga con la bondad,  siendo así que la bondad es superior a la maldad?


Es frecuente que, si por alguna razón una persona me ofende, también yo la ofenda. De otro modo, soy malo porque los otros son malos. 


Te propongo tres cosas para responder a estas preguntas. La primera es comprendernos como personas, la segunda es reflexionar sobre  esa condición de persona y una tercera cosa: comprender cómo participamos de una voluntad infinita que por definición es divina.


La primera cosa es comprendernos como personas


Nadie existe al margen de la existencia de los demás. Es necesaria la relación con “los otros” para existir. Quien diga que no necesita a las otras personas para vivir o para ser alguien, se equivoca, y no sólo miente, sino que se le hará imposible realizar su vida.


Sabiéndonos necesitados de los demás para existir, también es un deber ser conscientes de la propia individualidad e independencia. Aunque parezca una contradicción con lo que antes dijimos, podemos afirmar con contundencia que no necesitamos de los demás para existir. Podemos existir sin los otros.


En situaciones como la enfermedad no es una opción ceder al dolor por decisión. No. Simplemente, la enfermedad se impone sobre el cuerpo. Entonces el sufrimiento crece en la voluntad debilitada, donde experimentamos la soledad como vacío y a la vez el urgente apoyo de quienes pueden hacer algo por nosotros.


Con lo cual reconocemos que somos para los demás, pero somos individuales. Ambas condiciones simples hacen la unidad de la persona. Una sin la otra no es posible. Pero en cada caso, nos permite reconocernos: a veces dependientes, a veces independientes. De ahí que la identidad personal se reconoce cuando los demás hablan de nosotros, hablan de nuestra bondad y de nuestra maldad. A la vez, esa identidad se reafirma en la conciencia al saber a ciencia cierta “quien soy yo”.


Preguntémonos otra vez: ¿Puedo escapar del mal que el otro me impone? O: ¿Puedo ser el bien que se sobrepone al mal? ¿Cómo puedo hacerlo?


La segunda cosa es reconocer la fuerza y el poder que reside en la voluntad


Si yo soy distinto a ti no es racional que el otro, en su individualidad se imponga con su mal sobre mí. El mal como fuerza instintiva sólo es una condición de una voluntad debilitada, como le pasa al cuerpo cuando por la avanzada edad o por la enfermedad debilita a todo el cuerpo. Pero el hecho que una persona esté debilitada, eso no se suma hacia otra persona para debilitarla. De serlo es porque ambos tienen voluntad débil.


De ser cierto esto que afirmamos, entonces, lo más propio en la persona es su alma racional, tal como lo afirmaba el filósofo Platón. Aquí esta una primera clave para superar el mal con el bien.


Permitir que la maldad de uno se imponga sobre otro sólo visibiliza una débil racionalidad. La fortaleza describe a la persona de voluntad libre, independiente, encaminada hacia las cosas felices y perdurables.


Finalmente, la tercera cosa es comprendernos como personas infinitas


La voluntad se hace fuerte al reconocer sus límites, y al someterse a la ilimitada e infinita voluntad del Padre, como lo hizo Jesús cuando afirma: "Padre, si es Tu voluntad, aparta de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya." (Lucas, 22, 42).


La voluntad abrazada a la infinita solo puede ser infinita. La voluntad a pesar de su condición débil se hace fuerte. Superada la debilidad no hay mal ajeno que se imponga sobre ella. La voluntad que se sostiene en la infinita resiste al mal con el bien. En lugar de oscurecerse por el mal del otro, lo ilumina y vence.

lunes, 20 de marzo de 2023

CAMBIAR EN REALIDAD

 


Somos como los árboles que, florecen de pie


Por: Gvillermo Delgado OP


¿Cómo realizar cambios reales en uno mismo? 


El punto de partida es considerar aquellas cosas que no están bien y necesitan ser cambiadas. 


Frente a ese balance de cosas son frecuentes las promesas. Promesas, a veces dichas según lo que creemos que las otras personas esperan de nosotros. Hay otras, dichas “hacia uno mismo”, calculando el impacto negativo que el hecho ha provocado y las consecuencias en el devenir.


Ante lo cual, propongo tres actitudes que deben darse en cada persona, sin excepción; actitudes, no como estados diferentes o escalonados; sino unificados. Estos son: cambios desde abajo, cambios desde dentro, cambios desde la pequeñez.


Cambios desde abajo. La actitud de cambio más auténtica es aquella que nos mueve a doblar las rodillas. Reconociendo con humildad la fragilidad en la que hemos caído. Ya que, mirar desde abajo es dejar que se abra para nosotros lo inmenso de lo alto. Sabiendo que una vez nos pongamos en pie, seremos envueltos por la inmensidad de la altura: donde está el bien preciado, que habíamos perdido por los males consentidos. Es una actitud simple y grandiosa, al mismo tiempo.


Cambios desde dentro. Las rodillas dobladas expresan debilidad y al mismo tiempo grandeza. Un tronco de árbol erguido se eleva gracias a la madurez de su corazón. Pero una vez se fractura o se pudre cede a la fuerza de la gravedad de la que es objeto la tierra. Lo mismo pasa con la persona.


 Elevados somos grandiosos. Debilitados por dentro cedemos a la caída, sólo es cuestión de tiempo, aunque tengamos raíces profundas.


Por tanto, la actitud de cambio que brota desde dentro es de recomposición, para evitar la caída definitiva. Recomposición no es reparación, sino resurgir con las fuerzas naturales con que el alma ha sido dotada, para elevarnos hacia las alturas, nuestra meta. Se trata de fortalecernos desde el propio interior. 


Esto es la espiritualidad, ese lugar del alma, dode la salud se consolida, que nos sostiene en los momentos difíciles, el desde do donde surgimos para sobreponernos a la adversidad.


Si eso es verdad, entonces, ha de ser al mismo tiempo el punto central para realizar todo tipo de cambios y mejorarnos, en dirección de la plenitud.


Cambios desde la pequeñez. Somos grandiosos, no gigantes. No somos para la presunción del poder o las riquezas efímeras. Somos para lo alto que no se extingue, no para la tierra solamente. Somos como los árboles que, florecen de pie. Capaces de dar frutos donde seamos plantados. Por lo cual, nunca será posible elevarnos hacia lo infinito sin antes ser semilla o un frágil esqueje.


Experimentar lo grandioso desde la pequeñez es no olvidar nunca nuestra limitación y que estamos en crecimiento permanente, como la semilla que contiene al invisible árbol. Así, somos el silencio de la frágil semilla que se pudre para despertar del sueño que alberga al interior de su alma, y ser plantados.


El coraje y la fuerza para un cambio real proviene, pues, del reconocernos pequeños como una invisible semilla de mostaza, como en su momento nos ejemplificó el Señor, ya que de ahí nos elevamos o nos recuperamos para el camino que originalmente traíamos.


Cambio real es recuperarnos. Es volver a ser. Volvernos más fuertes; aunque sea a partir del defecto. Cambios reales ya no como expectativas para nadie; ni siquiera para uno mismo. Los cambios reales son para recuperar la estatura que nos corresponde por ser humanos, creaturas de Dios, ya que fuimos creados para la altura, lo grandioso, para la felicidad.

lunes, 13 de marzo de 2023

EL PAN DE CADA DÍA

 

Al pedir el pan para hoy lo aseguramos para mañana

Por: Gvillermo Delgado OP

14/01/2023


El pan es el sustento, la fuerza para mantenernos en pie.


Desde tiempos remotos hemos evolucionado gracias al trabajo, intentando hacer de este mundo el mejor de los mundos posibles.


Aprovechamos la luz del día para ir por el mundo a buscar ese pan, que luego será compartido en medio de la comunidad de la familia. Gracias a esas búsquedas, hemos adaptado las fuerzas secretas de las leyes de la naturaleza a las capacidades humanas de crear, al extremo de creer que el universo está bajo nuestra soberanía.


El hambre y el anhelo de asegurar el pan para hoy y para mañana nos iguala a todos, parecido a lo que hace la muerte con nuestras vidas. 


Buscándolo migramos, haciéndonos extranjeros en el propio territorio.


Con el fin de salvaguardar el pan, con frecuencia somos apreciados o despreciados. Miserables o dueños de la riqueza. Nos convertimos en mascota de sala o simplemente depredadores de la selva indómita. De uno u otro modo, nos hacemos incapaces de interpretar las leyes de la naturaleza y de compartir aquello que fue dado a todos.


Jesús hablaba con el Padre en oración diciendo: Dadnos hoy el pan de cada día. Con igual actitud, nosotros, al pedir el pan y buscarlo al modo de las aves del campo, lo aseguramos para hoy. Pero no somos simplemente “animales inteligentes” como suele decirse, si no criaturas amadas por Dios, al pedir el pan y asegurarlo para hoy lo aseguramos al mismo tiempo para mañana. Pedir el pan de cada día no tiene nada que ver con la despreocupación de las aves del cielo y las bestias del campo por el mañana. En el afán de cada día, el creador perfecciona su obra y la encamina a su plenitud, contando con nuestras limitadas fuerzas.


Con razón, no sólo buscamos el pan con el trabajo para mantenernos en pie solamente, sino para desarraigarnos de la tierra que nos sostiene, si es necesario, y salir al encuentro de aquellos que en el mismo sentido buscan e interpretan la presencia de Dios en las luchas cotidianas.


La comunión en el trabajo nos hace capaces de cuidarnos compartiendo ese pan que, desde los orígenes fue querido para todos. Cuando eso ocurre la oración de Jesús al pedir el Pan de cada día se transforma en alimento verdadero.

martes, 24 de enero de 2023

EL RESPETO

 

El respeto es perfume que  se vierte sobre toda relación humana, haciéndola bella y deseable.

 

Por Guillermo Delgado OP

10/01/2023


El respeto es el valor básico para la convivencia. El suelo para andar.


El respeto no es el valor sustancial como el amor, en tanto fuente de los valores y efecto multiplicador de una vida feliz. Sin embargo, el respeto expresa al amor con toda su carga. En tal razón, el respeto es la acción primaria del amor que, como perfume, se vierte sobre toda relación humana, haciéndola bella y deseable.


Perder el respeto es perderse fuera del amor. ¿Es posible vivir en el extravío, o fuera del respeto?


Una relación sin respeto es vacía y tosca. Es perderse en lo irracional y absurdo. Un ser absurdo solo puede subsistir bajo el efecto de la dopamina artificial; no vive ni vivirá en la energía que el amor en su pureza esparce sobre el alma y la condición humana. Más bien ya está condenado a perderse.


Quien ha perdido el respeto a las demás personas se lo ha perdido a él mismo. Carece de identidad y sentido. Debe ser recuperado. O encaminado a la perdición, arrasará todo lo que se pose ante sí.


Para recuperar el respeto hay que recuperara el sentido del amor. Empezando por admirar a las personas en la belleza propia de los niños y los ancianos. Además, generalizar la admiración que despierta una persona en particular hacia todas las demás sin excepciones; sabiendo que el amor es universal, común a todos, más allá de las diferencias individuales, culturales, y socioeconómicas.


Para recuperar el respeto, estamos obligados a reinventar las relaciones humanas desde la empatía con el universo de todo lo creado. Que incluye, para empezar, lo humano en todos los grados; los animales, las plantas, el paisaje; después, el cuidado personal: la alimentación, los ejercicios físicos, la apariencia, el sueño, el esparcimiento y el buen humor.


Una vez emprendemos este sentido, sin saberlo, estamos cuidándonos y cuidando a los demás. De otro modo, ya estamos amando al “prójimo, como a nosotros mismos”. Entonces, el respeto ha retomado su camino, del que nos habíamos extraviado.

martes, 10 de enero de 2023

Cántico Esencial

 


Por: Gvillermo Delgado

26/12/2022

 

Soy sobreviviente de una guerra reciente,

Árbol azul de mariposas misteriosas.

El olvidado pregón de los pájaros tempraneros.

 

Soy pordiosero de tus mensajes,

quien inmóvil por la mañana

mira pasar la brisa lenta

que lleva la silueta

de los movimientos que en tu paso dejaste

en el camino de arenas.

 

Soy quien,

atrapado en los años indemnes de los rezos,

por el silencio de las flores de la tarde,

por el grito abatido de las estrellas nocturnas,

por las auroras de avemarías,

se levanta cada día

en el impulso de las semillas

que despiertan del sueño primordial.

 

Soy gigante que busca la altura lejana de su Dios,

desde el patíbulo que el amor obliga.

Quien atrapa el murmullo de los segundos en agonía

Sobre la antigua montañas de los olivos.

 

Enano que engulle el espacio de la fruta nueva,

quien se sustenta de cada sorbo de las palabras

en el hondo amor de las raíces.

 

Y es que todos conocen

los secretos de mi condición,

la gravedad de mis búsquedas,

el ruidal reprimido de mi agonía

que apunta al corazón del alma:

hontanar sagrado donde el amor abraza.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Superar el odio

 


Cuando dejas atrás el odio, lo único que queda e invade el alma es lo bueno.

Por: Gvillermo Delgado OP

07/12/2022

Si no estás de acuerdo con la opinión y conducta de otras personas no intentes corregirlas como es usual. Solo compréndelas. Si puedes, ámalas. Eso te hará mejor persona, y todo lo que antes notabas mal en los demás lo corregirás en ti. Verás que no tendrás impulsos de abalanzarte para imponer tus razones, sino para aceptarlas tal cual son. Eso es hacer camino.

He aprendido que el odio es veneno que sólo daña a quien lo ingiere. Si odias a una persona el primer afectado eres tú. Suele suceder que, el odiado, ni se entera del veneno que está haciendo estragos en ti. A veces crees que dañas a otros, cuando en realidad sólo te estas consumiendo en la miseria de sus efectos nocivos.

Desintoxicarse del odio es posible, cultivando hábitos buenos; a tres niveles.
En la base, y por eso elementales, están los hábitos físicos que consisten en adiestrarte como un atleta para conseguir metas cortas y largas; para eso debes cuidar tu cuerpo, por ejemplo, comer bien, y hacer ejercicios.

Otro nivel acontece en los hábitos emocionales, que tienen que ver con las relaciones humanas. Es puro aprendizaje que empieza por cultivar los buenos pensamientos en dirección de las otras personas. Los buenos pensamientos te transforman en la persona que cuida y sana a los demás. Para eso, debes ser consciente que el punto de partida eres tú, no la otra persona. Con lo cual, debes convertirte en prójimo de ti mismo. Sólo después serás prójimo de los demás. Permitir que los otros sean los más próximos a ti, te obliga, por ejemplo, a que antes de perdonar te perdones; antes de corregir, te corrijas; antes de amar, te ames. Una vez verifiques tal cosa, verás que las relaciones se fundan en ti, y que a su vez los otros te fundan.

Finalmente, en el nivel más alto, están los hábitos espirituales. No es doctrina religiosa. Lo espiritual es lo trascendente. En lo trascendente te descubres como quien está relacionado con Dios, con los demás y con todo lo creado, en un vínculo profundo, alto y difícil de romper. Al cultivar hábitos a ese nivel descubres que ya estás relacionado con algo más grande que tú, con ese alguien que te da las pautas y la conciencia de que estás en una relación seria, que perfecciona tus pensamientos y emociones. Lo trascendente eleva a unos niveles de relación que surgen del alma racional con la cual miras, sientes como tuyo todo lo que existe, pero con un sentido de posesión de que has recibido todo eso como un regalo que no mereces. Cultivar estos hábitos, al modo, por ejemplo, de cuidar la naturaleza, te convierte en jardinero; cuidar de los demás, te convierte en maestro; cuidar de tu intimidad más profunda, te convierte en un místico; cuidar de tu cuerpo te convierte en persona con una clara identidad y con buen carácter ético.

Los hábitos muestran que la felicidad es una conquista que emerge a cada instante de ti como sol que ilumina. Eso que no da lugar a ningún tipo de odio, sólo al amor; porque cuando dejas atrás el odio, lo único que queda e invade el alma es lo bueno que hay en ti y en los demás.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

LA PERSONA FUERTE Y SEGURA

 


¿Cómo convertirse en una persona fuerte y segura?

 

Por: Gvillermo Delgado OP


La persona segura de sí misma se construye a fuerza de valores. Se edifica según los lugares que habita y las relaciones que establece.

 

Como árbol con raíces profundas. La persona fuerte y segura se construye desde sí misma. Crece, al mismo tiempo que fortalece sus raíces.

 

A diferencia de los Baobabs del principito, el hombre es un árbol con raíces profundas que camina. Por eso, avanza poco a poco como río hacia lo grandioso del mar. Mar al que nunca se abrazará en su totalidad. Porque el mar es el punto de llegada del que nadie debe ni puede apartarse. Porque está debajo de las raíces, adelante en el horizonte que se abre y arriba como el inmenso cielo infinito.

 

Mientras se avanza hacia allá, la seguridad implantada de sí mismo obliga a dos acciones indistintas: a perseverar en la dirección que ya traemos, y al mismo tiempo cambiar sin temores, dado que el cambio es parte de la naturaleza que nos hace fuerte en cada paso. 


La perseverancia abliga a definir y a decidir sobre la dirección que le daremos a la vida. Como el tren encarrilado que no se aparta  de su propio camino. Llegar a un destino, a veces no es tan complicado; lo complicado suele ser, más bien, mantenernos con firmenza en lo que hemos alcanzado con esfuerzos. Con frecuencia, ahí andan los líos de los matrimonios, las profesiones, las vocaciones religiosas, y mantener la vida feliz.


Por otro lado, está el cambio sin temores. Todo cambia. Decidamos o no, los cambios se imponen tarde o temprano. Por eso, es mejor abrirse uno mismo a hacerlo. Hay que hacerlo empezando por el cambio de mente. 


Quien no cambia de mentalidad no podrá alcanzar las grandes cosas y corregir los defectos del camino. El cambio es apertura de mente. Dado que en el cerebro, está el alma, las emociones, la voluntad, el espíritu y todo desde donde gobernamos el cuerpo. Quien dominana la mente, se conoce, se domina así mismo, se perfecciona; cambia su mundo y el mundo de los demas. Quien cambia su mente, asegura su destino. Sabe enfrentar la adversidad. Se hace fuerte.


Si la perseverancia y el cambio caracterizan tu vida, puedes profetizar el futuro, sabrás enfrentar tu presente, y asumir tu pasado sin rencores. 


De todo lo anterior surgen como flores del ápices de las ramas, innumerables valores cuya síntesis se recoge en uno solo: la integridad. Ese es el epicentro donde nos definimos. Por ser el puente seguro que nos llevará al otro lado. Hacia donde avanzamos.


La integridad es espíritu o coraje que anima desde dentro de nuestro ser. La integridad es el conjunto de todos los valores. Como aquello que determina el carácter para actuar, en dirección de lo bueno y deseado. De la integridad definimos el "sí" o el "no" de las decisiones. De la integridad surgen las fuerzas para sobreponernos a las adversidades. De la integridad viene la paz y la recta conciencia de cada día. 


Por el puente de la integridad llegaremos a la meta que queremos llegar, a la felicidad, al cielo, a la vida eterna, a la consumación del amor.

lunes, 29 de agosto de 2022

LA INTEGRIDAD DE LAS PERSONAS

 


La persona íntegra vive del asombro que le provocan las pequeñas cosas

Por: Gvillermo Delgado OP


La integridad establece la identidad de toda persona. A su vez,  la identidad define las relaciones que sentimos necesarias para existir, hacia las personas y al universo de las cosas. Y como resultado tenemos a la persona moral y ética o  la persona cabal, tal como se traduce de los idiomas mayas.


Desde mi experiencia, la persona íntegra debe definirse al menos por siete capacidades o responderse a la pregunta: ¿cómo sé si soy una persona íntegra? 


Ya que la persona íntegra:


1.  Es libre. Capaz de hacerse cargo de sus acciones, y en algunos casos responder por los demás.


2.  Es pacífica. Por ser capaz de ser paciente ante la adversidad. La persona pacífica, extrae sus fuerzas para resistir a las adversidades en el silencio y la soledad.


3.  Es independiente y dependiente al mismo tiempo. Es capaz de comprender las normas que rigen su propia conciencia, haciéndolas valer al relacionarse con los demás y con los múltiples universos. Con lo cual, ama y permite ser amado.


4.  Ama. Por ser capaz de cuidar y dejarse cuidar por los otros.


5.  Crea y recrea. Es capaz de cooperar con sus propios talentos a que el mundo se mejore. Esto le hace sentise como si fuera un pequeños dios.


6.  Vive del asombro que le provocan las pequeñas cosas. Por ser capaz de salir de sí mismo para fundirse con lo diferente.


7.  Al reconocerse así mismo reconoce a Dios en su mundo. Pues es capaz de ser feliz con lo poco que tiene. Y si aspira a algo mayor, ha de ser al modo de Francisco de Asís, Teresa de Calcuta, los filósofos y artistas, los abuelos y los niños. Sabe que el ser más nunca pasa por poseer las cosas, sino por amar desde las cosas y alcanzar gracias a ello, todo aquello por el cual existe.

jueves, 18 de agosto de 2022

Qué son las virtudes

 


Por: Gvillermo Delgado OP


Las virtudes no se heredan, son forjadas por cada persona a base de esfuerzo y constancia. 


Con las virtudes, vivimos un estilo de vida,  donde las actitudes correctas definen el comportamiento y la vida moral de cualquier persona.


Por eso son perfecciones y hábitos que ayudan a llevar una vida buena. Constituyen el mundo de las excelencias y los valores. 
En pocas palabras, las virtudes, son camino de perfeccionamiento.


Y como todo aprendizaje exigen adiestramiento, disciplina y amor al arte.


Son utópicas. Pues nos elevan a horizontes cada vez más altos y abiertos. 


Su función consiste en desinstalarnos y obligarnos a andar. Como la estrella que nunca alcanzaremos, pero nos orienta para llegar a un destino trazado. 


Son sugerencias permanentes entre lo que se piensa y se hace, ahora mismo, para no instalarnos en la mera utopía, sino para avanzar de modo permanente, realizando en cada paso lo que buscamos más allá del horizonte. 


La identidad de los bautizados cristianos se define a partir de las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad infundidas sobrenaturalmente por Dios en el bautismo.


Sin embargo, dichas virtudes deben ser asumidas humanamente para que determinen el actuar de las personas. Por esa vía se entienden y realizan los caminos espirituales y la vida de santidad.


Si las virtudes no son una herencia sino tareas que cada uno asume para realizar su vocación humana, también son un regalo de la naturaleza divina con la cual la persona se realiza y alcanza la vida feliz que, se prolonga más allá de los alcances que este mundo nos permite.

viernes, 29 de julio de 2022

LA IMPORTANCIA DEL MIEDO

 


En todas las circunstancias de la vida lo desconocido turba la mente e impide enfrentar el futuro con claridad.


Por: José Guillermo Delgado

29/04/2022.


Una actitud absurda en cualquiera de nosotros es ser presa fácil de la adversidad. Con frecuencia los males tienen control de nosotros, y no al revés.

El miedo es esa actitud absurda que al imponerse nos perturba e inhibe las capacidades normales para asumir lo adverso como aprendizaje. Con razón decía Tito Livio: el miedo está siempre dispuesto a ver las cosas peores de lo que son.

El miedo saca a flote una de las mayores debilidades humanas: el temor a la muerte. De acuerdo con la antropología cristiana eso explica el pecado y todos los males.

En todas las circunstancias de la vida lo desconocido turba la mente e impide enfrentar el futuro con claridad. En tales circunstancias las reacciones emocionales paralizantes son normales. En ese sentido el miedo es una advertencia necesaria frente a esa debilidad.

Dado que los males existen, es normal sentir miedo cuando acechan. Y que, como indicios de muerte, nublen la visión con estelas espesas de incertidumbres, turbando la mente con imágenes creadas de un inminente mal desastroso.



El miedo, un maestro interior

Sin embargo, el miedo es el maestro interior que nos frena a no actuar con arrebatos. Nos obliga a posponer acciones, pues advierten acerca de las consecuencias. Es por lo que sólo al salir del miedo tendemos a socializarlo como aprendizaje.

Propongo, no tenerle miedo al miedo. Empezando por desterrar de la parte blanda de las emociones, aquello que decía Montaigne: de nada tengo más miedo que del miedo. Se trata de sacar provecho al miedo dando lugar al miedo.

Esto es: dejar que invada lo más recóndito de la existencia. De todas maneras, como decía Cicerón: el terror expulsa de mi ánimo toda sabiduría. Así al volver la calma, porque sabemos que volverá, haya en nosotros algo más que cordura; haya sabiduría perdurable en dirección de la virtud y el buen vivir, según el ideal que cada persona busque.

Por eso, darle lugar al miedo es ponerle límites, por ejemplo, a que no vaya más allá de diez segundos. Se trata de imponer control sobre él, pues los límites los impone uno mismo.

Así, el miedo es aliciente para hacer un alto en el camino. Como emoción protectora impele a evitar los males. Es luz en rojo que advierte sobre consecuencia fatales. Los segundos en rojo permiten ordenar los pensamientos y retomar la ruta que traíamos de manera confiada, hasta que como relámpago en la noche oscura apareció el miedo, obligándonos a repensar la vida.

 


El miedo para refundar el amor

Con el miedo analizamos los valores, refundamos el amor que es lo más santo y sagrado de lo humano.

Teológicamente el pecado mueve a lo irracional, a lo falso y atenta con la conciencia recta. Con lo cual, pecar es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo. Según san Pablo, darle lugar al pecado es darle lugar a la muerte (Rm 5, 12).

La muerte, como ausencia del amor verdadero, explica la muerte psicológica, causa de otros infinitos males que atentan contra la vida feliz, evidenciados en el miedo.



Por consiguiente, abordar el miedo de modo positivo no es sólo un esfuerzo resiliente, sino refundar la vida en valores como la confianza y la responsabilidad que, obligan mirar hacia la profundidad de nosotros mismos: beber de nuestro propio pozo y a la vez saciar la sed de aquellos que se aproximan a nuestro brocal. Desde luego, eso no es vencer la muerte y con ello los miedos, pero nos habilitan para asumir con actitud saludable las miserias humanas, a partir de “uno mismo”, los demás y la divinidad.

Publicado en Pren Libre, 2 de mayo del 2022. Sección Buena Vida. 
viernes, 29 de abril de 2022