Lo más propio de la persona es el cambio. Todo cambia, todo fluye, decía el filósofo Heráclito de Éfeso. A él se le atribuye la frase: “No podemos bañarnos
dos veces en el mismo río”, (ni el río ni nosotros seríamos los mismos).
El devenir es el principio de todas
las Cosas. La existencia sólo puede entenderse a partir de ese proceso de construcción del ser de las cosas y de la misma vida. Toda la realidad es cambiante. Debe serlo, sólo así se avanza en el perfeccionamiento.
Jesús no fue filósofo. Fue Maestro. Él sabía que las
instituciones y los mantenedores de éstas, si quieren hablar de Dios, deben cambiar. Porque por no cambiar se han corrompido, están sometiendo injustamente a las personas: oprimen a los
pobres con impuestos, imponen argumentos para enajenar y denigrar a las
mujeres, a los extranjeros, a los niños.
¿Para qué pueden servir las instituciones y las personas, aunque estén consagradas a Dios, si se estancan en concepciones absurdas? Deben cambiar. Sin esa exigencia, es imposible que su dios (con minúsculas) se haga presente y salve. El Dios Verdadero (con mayúscula), no compite con dioses y sus promotores.
La idolatría amparada en dioses falsos es reconocida por las acciones malas que parecen buenas, por el odio disfrazado de buenas intenciones, por la aniquilación de la persona para apartarla de su camino y hacerse con el poder, y justifica la lujuria.... La idolatría es reconocida en la gente consagrada a los demonios, que viste como ángeles medievales, vuelan a media altura y deambulan por las noches al acecho de nuevas aventuras orgiásticas.
El verdadero Dios, en cambio, es siempre nuevo, totalmente presente. El verdadero Dios raya el amanecer con su dedo luminoso. Habita el corazón sincero de los limpios de corazón. De quienes, quizá no siempre vayan a misa, ni se confiesen los domingos. Los limpios de corazón simplemente transparentan lo auténtico, lo divino, porque habitan el corazón de Dios, porque ellos son habitado por Dios. No se visten de nada, son revestidos de luz.
La eternidad se comprende a partir de ese fluir en el presente de la vida y las cosas; tanto, como un río que cambia cada segundo y siempre es diferente, por eso en su paso no sólo deja rastros de vida, sino que embellece todo el entorno.
No olvides:
¡si deseas perfeccionarte, debes cambiar, ahora mismo!
Por: Gvillermo Delgado OP