ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA Hechos y Palabras sábado, 3 de junio de 2023 Sin Comentarios

 


Haz un camino de espiritualidad en tu vida terrena, desde las pequeñas cosas.



Por: Gvillermo Delgado OP

Homilía del martes 18 de abril del 2023.

Transcripción literal de Lorena Natareno.


 

ESPIRITUALIDAD DE LA ALEGRÍA

 

Quienes hemos vivido en aldeas o pueblos recordaremos algunas de las prácticas bonitas que se dan cuando cocinan el ayote en dulce en la casa. Una vez cocinado, vamos y lo compartimos con los vecinos. Dicen: “Miren, hemos hecho ayote en dulce:  Aquí le traigo”. Pareciera que se hace la ollada de ayote en duce para compartirla con los demás.

 

Yo no sé si ustedes también tienen esa costumbre. Se que no es habitual que maten un cerdo y que inviten “a todos” a que vengan a comer con nosotros. Sobre todo, sin motivo. Aunque a veces alguien diga: Hoy estaba inspirada la abuela y se le ocurrió matar un pollo, aunque no sea mucho, pero venimos a compartirlo. Éstas son algunas de las prácticas de nuestras comunidades.

 

En algunas parroquias es habitual que durante la Pascua los fieles nos organicemos para hacer un paseo. Agarramos nuestras cosas y nos vamos a partir un pastel allá a la orilla del rio y pasar una mañana celebrando juntos. Somos la comunidad que hemos hecho un recorrido durante la Cuaresma: hemos rezado juntos y hemos celebrado la Resurrección del Señor.

 

Esta práctica es como una espiritualidad que surge de la alegría. 

 

No es cuestión de dinero. Es como quien dice: Tan sólo tenía cinco ayotes en la casa, compré panela, los cociné. Luego los reparto. Simplemente porque hay una alegría en mi corazón. Lo mismo pasa con el árbol de naranjas con frutas. Mientras más se le corta más naranjas da.  No hay que ser tacaños y no compartirlas, dice mi Madre. Se trata de compartir, aunque sea un poquito de la alegría que abunda en el corazón. A esto le llamamos espiritualidad.

 

 

ESPIRITUALIDAD DEL COMPARTIR

 

Vivir con espiritualidad es darle lugar al contentamiento de compartir las naranjas de este árbol, que no son mías. El Señor las puso en el jardín. Aunque haya sido yo quien las cuida. Son para compartir con los demás. ¿Qué puedo hacer con una ollada de ayote en dulce sólo para mí?: ¡No puedo hacer nada!

 

 La espiritualidad es precisamente esto: Compartir.  ¿Para qué estás ahorrando? ¿Para dejar pleitos el día que te mueras?  No. Comparte en cuanto puedas. Esto es precisamente lo que la primera comunidad de los creyentes junto a los discípulos hacía. Vendían lo que tenían para compartirlo. Porque la alegría de tener al Señor en el corazón despierta este gozo. Alegría con la que no me puedo quedar para mí solo. Por ser tanta, y no me cabe en el pecho, mejor si la comparto.

 

Esto es vivir de acuerdo con el Espíritu. No de cualquier espíritu, como ese otro que tiene límites, que se evidencia en el cansancio. No. Sino éste que una vez damos, se amplía, genera mucho más en una dirección en la que nosotros ni siquiera tenemos control.

 

Así actúa el Espíritu que no sabemos de dónde viene ni a donde va.  Simplemente es esta ola que nos envuelve. Nos empuja. Y dejamos que vaya obrando de acuerdo con esa fuerza que hay en nosotros.

 

Esto es lo que vamos escuchando en estos días en la comunidad primera de los creyentes y lo que el mismo Jesús refiere cuando dice: “Dar testimonio”.

 

ESPIRITUALIDAD DEL TESTIMONIO

 

Dar testimonio tiene dos modos. El certificar un hecho como tal. Yo aseguro que fue así. Yo lo vi. Yo lo he sentido. Es más, yo lo estoy experimentando, doy fe de esto. Esto es dar testimonio: porque lo vi, y porque lo vivo lo comparto.  La otra manera de entender el testimonio es imitar la buena acción. Por eso testimonio en la palabra original de los cristianos era asimilada a la expresión de martirio.  Decir: Yo doy testimonio, es morir tal como el Maestro murió. Así como Él se entregó: así yo quiero entregarme y morir. Testimonio es imitar lo bueno. Para que ese gran hecho del Maestro también acontezca en mí.  Dar testimonio en este sentido es llevar al extremo nuestra vida en la entrega.

 

Jesús en diálogo con Nicodemo alude al testimonio. Hay un testimonio que a ustedes todavía les está costando.  Si hemos experimentado la resurrección, nos costará dar testimonio, digámoslo así, porque seguimos siendo terrenos. En el día a día chocamos con lo que creemos, con lo que pensamos. Pareciera que todo se nos olvida de repente.  

 

Entiendo que debo ser más amable. Pero de pronto choco con una actitud de enojo, cuando tuve que poner a prueba mi amabilidad. A veces uno no reacciona sino hasta unos días después.

 

Somos terrenos, quizá por eso Jesús le hace ver a Nicodemo: que aún no logra entender de que hay que nacer de lo Alto, porque aún tiene que avanzar en el desprendimiento. Y que ese desprendimiento vaya generando en él esta capacidad de compartir.  ¿De qué te sirve desprenderte de algo si no es para compartirlo?

 

ESPIRITUALIDAD QUE VIENE DE LO ALTO

 

Si vas entendiendo poco a poco las cosas terrenas, lograrás entender las cosas que vienen de lo Alto.  Jesús dice: “Yo te hablo de lo que he visto”. Y claro está, como tú no lo has visto, todavía no logras penetrar a profundidad en las cosas de lo Alto. Te cuesta.

 

Haz un camino de espiritualidad en tu vida terrena, desde las pequeñas cosas.  De otra manera, déjate impulsar por el Espíritu.  Quizá digas: ¡Ah! Es que no se hacia dónde me va a llevar esto. Y el Maestro insistirá: ¡Déjate llevar, el Espíritu es como el aire, ¡no sabes de donde viene y no sabes a donde va! Si es buen Espíritu tiene que venir de un lugar bueno. Si es bueno sabemos que tiene que ir en una dirección buena.  ¡Déjalo! ¡Reparte tus ayotes en miel! ¡Déjalo! ¡Reparte tus naranjas!  ¡Déjalo! ¡Se generoso!

 

Si es el Espíritu el que te va moviendo, Dios te dará las capacidades, como a las campanas, que dicen: darán, darán.  Así, deja que esta fuerza de lo Alto mueva tu corazón. Dinamice, active, eso que ha estado dormido.  Y si ya te ha iluminado la Luz del Espíritu, deja que esta Luz te siga iluminando y que vaya iluminando la oscuridad de los otros.  ¡Estamos en el tiempo de la Pascua!

 

Queridos hermanos, el tiempo de la Pascua no es un tiempo para la confesión ni para decir qué voy a cambiar, sino para verificar de cómo va el cambio.  ¿Cómo estás viviendo tu cambio?  ¿Cómo estás impulsando tu cambio? Y para eso hay que dejar pues, que esta Luz, que este Espíritu con el que miramos alto nos lleve lejos. Qué sea él quien nos anime, quien nos impulse.

 

Entonces interróguense ustedes. Yo me he estado interrogando. Sobre todo, delante de estos textos tan bonitos de San Juan en el capítulo tercero. Delante de ese texto del diálogo del Señor con Nicodemo, como decimos: a mí siempre me saca de onda, siempre me patean fuerte.

 

Esto de meditar, esto de dejar que el Espíritu nos mueva, digamos por exigencia de conciencia, me obliga a dejar cosas, a ser más consecuente con lo que creo, con lo que vivo.

 

¿Cómo te está moviendo el Espíritu?  ¿Cómo te sigue iluminando la Luz del Resucitado?   Si aún no te mueve nada, ten por cierto que no hay mañana. ¡No hay mañana!  Deja que te asuma como cosa Suya. Esto es cambiar desde lo Alto, por el Espíritu de Dios.   ¡Amén!

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