Subir a los Cielos Hechos y Palabras lunes, 15 de agosto de 2016 Sin Comentarios


Subir a los cielos

La persona humana aunque no sabe con claridad que es la eternidad cree en ella, ya que le hace capaz de alcanzar lo que persigue con sus sueños (los anhelos). Así es como busca “la gloria”.

Por aquello de las dudas, todos queremos inmortalizarnos “aquí y ahora”. Con razón, no cesamos de buscar las mejores cosas de este mundo, por pequeñas que sean. Al lograrlo, nos empeñamos en darlo a conocer, aunque sólo sea el corte de nuestro pelo o el paisaje que nos vislumbró en una tarde cualquiera.

La gloria empieza por reconocer lo grande que somos y lo mucho que merecemos. Pero eso es sólo un anticipo de algo mayor que rebasa el ánimo y el conocimiento; aquello que abre a lo misterioso.

Todos queremos elevarnos más allá de nuestra estatura. Quisiéramos “escalarnos” desde nuestra interioridad y destapar secretos. Lo que no siempre sabemos es que ya no hay secretos posibles. Todo ha sido dado a conocer. Saberlo es cuestión de humanidad y fe.

Subir al lugar de Dios (el Cielo), posarnos delante de su presencia es lo que está recogido en la verdad de fe sobre la Asunción de la Madre de Dios (dogma proclamado por Pío XII, en 1950). Ella representa todo lo humano, y define qué es “la existencia”.

Existir es “encontrarnos” en la corporalidad. De ese modo, glorificar la grandeza de Dios es cuidar nuestro cuerpo. María, la Gran Madre, es el mejor símbolo de esa verdad.

La experiencia de Jesús (hombre-Dios) y de María (Mujer-humana) nos dicen cómo Dios nos salva a partir del cuerpo; por eso, Dios está en el inicio de la vida (en la creación, y en la encarnación de su Hijo) y en el final de la existencia (como es el caso de la resurrección de Jesús y la Asunción de la Madre).

En el cuerpo somos felices. Ahí, la felicidad eterna es anticipada por la felicidad presente. Quien no es feliz ahora no puede presumir felicidad futura. La eternidad de Dios acontece en el tiempo de quienes él quiso que participen de su condición divina. La persona que glorifica a Dios glorifica su cuerpo, y hace de su vida presente un acontecer futuro. No se conforma nunca con “cualquier cosa”, lo quiere Todo.

“Vivir la vida” es el primer peldaño para elevarse al cielo. La altura del cielo se alcanza a partir de la estatura de la dignidad humana.

Por: Fr. Gvillermo Delgado
Foto: jgda
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