Las «pequeñas cosas» son aquellas realidades que dan a conocer «otras mayores». Extrañamente el mundo de las pequeñas cosas aproximan a lo auténtico y extraordinario, ya que obligan a pensar en lo que falta por perfeccionar en la vida o a valorar aquello que siempre ha estado ahí y que «en apariencia falta». Basta una mirada consciente a un atardecer cualquiera para sumergirse en el conocimiento y la valoración.
Las pequeñas cosas son aquellas realidades que como «arte de magia» conectan profundamente a las personas entre sí y con la propia interioridad. Son como un larga vistas que penetra la distancia y acercan lo que está lejano, ya que revelan la verdad de lo oculto y le dan brillo a lo que parecía no tenerlo. Las pequeñas cosas, igualmente destapan las aparentes verdades y trazan la dirección correcta que el autoengaño o la falta de sabiduría cotidiana negaba a la mirada. Las pequeñas cosas son la captación y la aceptación de la realidad en cuanto tal, es un mirar al desnudo.
Son suficientes las pequeñas cosas para descubrir la presencia cercana de lo que siempre «he amado y no lo sabía». Sólo que a veces esas pequeñas cosas cuando irrumpen inesperadamente pueden hundirte en la tristeza y la frustración. Por ejemplo, la muerte de tu propia madre o de uno de tus hijos siempre será traumática. Ese hecho es profundamente doloroso porque siempre fue negado racionalmente. Pero una vez, el trauma es interiorizado o elevado a la propia conciencia, la persona tiende a darle un «vuelco radical a toda su vida». Ese mismo ejercicio de reflexión habrá que hacerlo, a la inversa, ante el nacimiento "de tu propio hijo" o con el éxito de tu empresa o trabajo.
Las pequeñas cosas son aquellas realidades que como «arte de magia» conectan profundamente a las personas entre sí y con la propia interioridad. Son como un larga vistas que penetra la distancia y acercan lo que está lejano, ya que revelan la verdad de lo oculto y le dan brillo a lo que parecía no tenerlo. Las pequeñas cosas, igualmente destapan las aparentes verdades y trazan la dirección correcta que el autoengaño o la falta de sabiduría cotidiana negaba a la mirada. Las pequeñas cosas son la captación y la aceptación de la realidad en cuanto tal, es un mirar al desnudo.
Son suficientes las pequeñas cosas para descubrir la presencia cercana de lo que siempre «he amado y no lo sabía». Sólo que a veces esas pequeñas cosas cuando irrumpen inesperadamente pueden hundirte en la tristeza y la frustración. Por ejemplo, la muerte de tu propia madre o de uno de tus hijos siempre será traumática. Ese hecho es profundamente doloroso porque siempre fue negado racionalmente. Pero una vez, el trauma es interiorizado o elevado a la propia conciencia, la persona tiende a darle un «vuelco radical a toda su vida». Ese mismo ejercicio de reflexión habrá que hacerlo, a la inversa, ante el nacimiento "de tu propio hijo" o con el éxito de tu empresa o trabajo.
Para lograr afirmar esto, he tenido que cambiar de horizontes de comprensión, varias veces. Otros paisajes y personas me han hecho retrotraer "mi propia historia" y desmarcarme de lo que no es real (de-lo-que-no-es-humano). Por azares del destino (como dicen algunos), yo digo por Providencia Divina, me "embarqué" hacia un mar inmenso de acantilados insondables; me aferré a la Vedad que yerguen las palabras; me calcé para desgastar la vida hasta que la fuerza se desvanece y lo que obtuve de todo eso ha sido la fe. Nada más que la fe. (Claramente «embarcarme» fue consecuencia del amor, y ahora, la fe es fruto de aquel amor que me permite mirar cercanas aquellas cosas que antes parecían lejanas).
De acuerdo al lenguaje del amor, en determinado momento de la vida, hay que «atarse a la esperanza» por ser la palabra más cierta del pensamiento, y comprender que nada puede ser sostenido fuera del «amor propio y del amor recibido».
La fe ha dado consistencia a mis palabras, pues con ella, el amor ha de dejado de ser una figura simbólica o de simple significado. Con la fe he aprendido a materializar aquello que espero; y, como lo que espero es siempre mayor, la fe es la fuerza que me sostiene en el amor para alcanzar «aquello» que es más grande que yo, el cual necesito para existir.
En ese mismo sentido, el amor se define de una manera simple: «es uno y nada más» (a la manera del amor divino "para que todos sean uno como tú y yo somos uno", Jn 17). Y se hace presente de una manera tal que puede ser hallado en las personas. El amor se aparece cuando se anhela "alcanzar y ser alcanzado" por la unidad infinita, que empieza por asomarse poco a poco en la conjugación de las palabras de "los semejantes".
Mientras yo-exista en este mundo la única manera de alcanzar y ser alcanzado por el amor (para-ser-uno-en-el-amor) es por medio de lo que llamo «la atadura».
Paradójicamente el amor como atadura es el preciado camino de la libertad, que al hacer vulnerable a la persona que ama, y exponerlo al criterio de la voluntad ajena, le muestra la virtud de la obediencia «como alfombra roja» para caminar por las alturas de la libertad.
Para muchas personas aquí empieza la conquista de la felicidad. Estoy de acuerdo, por ser esto el inicio de la auto-conciencia -o la realidad verdadera- pero sólo el inicio. El resto es la vida que está por delante, más allá del propio horizonte.
En algunos casos "el universo a la vista" puede confundirse con la realidad. La realidad sólo puede se poseída a través de la palabra que se cree, por la esperanza materializada o por el amor en que se espera.
Esta es mi conciencia despierta. Estas son mis pequeñas cosas.
Foto: jgda
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