viernes, 13 de septiembre de 2013
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El mal y el sufrimiento humano
Ante la inminente guerra contra Siria,
Ante la la irracionalidad justificada.
Cuando una persona muere algo de todo lo humano muere. Ante una amenaza de guerra, toda la humanidad es amenazada. En el sufrimiento humano, personas con nombre y apellido sufren dolor. Guatemala siente en este momento concreto el dolor. 11 indígenas asesinados el día de ayer, 08 de septiembre, en San Pedro Ayampu, y ahora, 48 personas mueren en accidente de bus en Chimaltenango. ¿Qué decir ante esto? ¿Cómo hablar de Dios en estas circunstancias?
En el sufrimiento humano el silencio de Dios se hace más insoportable, incluso para la persona buena. Es necesario encontrar un sentido a ese sufrimiento para soportarlo y transformarlo en esperanza.
El
mal trae consigo el sufrimiento. Todo lo que Dios creó, lo hizo bueno, al
hombre inclusive, lo hizo a su imagen y semejanza, dándole dignidad. Con lo
cual la persona libre adquiere buena cuota de autonomía, aún delante de Dios.
Por aquí algunas pistas para entender el mal y el sufrimiento.
¿Puede
Dios evitar el mal, quitar el sufrimiento de las personas? Sobre todo ¿puede o
no puede evitar el sufrimiento de los más pobres, de las víctimas inocentes? Si
respondemos a estas preguntas terminamos cuestionando a Dios en su poder y su
amor. Sin embargo, las “características de la personalidad de Dios” no podemos
entenderlas desde nuestras “experiencias mundanas”, proyectando en ellas
nuestra imaginación.
En
Jesús vemos un “extraño” poder de Dios, notamos la “debilidad divina” (1 Cor
2,23-25). Ahí está el poder y la debilidad. Dios es amor. El amor es la realidad pura donde conviven el poder y
la debilidad. Dios no impone su poder de las formas humanas; en su amor quiere
vencer el dolor y el mal, pero no a la manera humana, sino como Dios. A Dios
hay que dejarle que sea Dios. El poder del amor es un poder desarmado, vulnerable.
Lo vemos en Cristo, que muere humillado en la Cruz. Ahí está la muestra más
grande del amor.
¿Nos
basta esta reflexión para comprender el sufrimiento? Creo que no. El mal, y por
tanto el sufrimiento acontecen en el lugar de lo humano. En la persona está la
posibilidad del mal, porque el mal cae en el misterio del ser creado. La
persona creada es imperfecta, perfectible, pues, podría ser o estar mejor. La
imperfección solo Dios puede superarla y por tanto al mal, y lo haría
aniquilando la imperfección. De hacerlo, vendría sería la nada. Ante eso es
mejor ser imperfecto que ser nada. La persona, creada finita, no puede tenerlo todo,
no puede serlo todo, no puede ser perfecta. Sólo lo absoluto, Dios creador,
puede coincidir con lo perfecto.
Aunque
nos parezca raro, pero, “un mundo sin sufrimiento sería un mundo deshumanizado.
Dios creó a la persona con libertad y dignidad. Dios se retira de la persona, para darle sitio a la persona. Esa no es
ausencia o abandono. Simplemente también Dios quiere dejar a lo humano ser humano.
Las implicaciones de “esta dignidad humana” traen los abusos del hombre, ya que
se atreve a negar al mismo Dios, y el mismo Dios acepta ser negado. Ahí el
origen del mal. En este caso, Dios podría quitar el mal, lo cual significaría
quitar también la libertad. Pero la persona ya no sería persona, quedaría
anulada.
Si
el mal y el sufrimiento viene por el “mal uso de la libertad”, eso quiere decir
que sólo se soluciona con cambio de mentalidad, que permite crecer en dignidad
y en el reconocimiento de la condición de ser criatura. Sartre decía que el “el
hombre está condenado a su propia libertad”. Sin embargo, es desde ahí donde se
eleva a su condición plena ser humano. La persona debe evolucionar en el amor, si quiere aniquilar al mal y sus
consecuencias.
El
dolor puede ser expresión de humanización y de sentido humano, porque nos abre
al amor. El dolor nos sensibiliza hacia la solidaridad con los que más sufren.
El amor transforma a las personas. La personas amada es una persona feliz. Por
eso lo contrario de la felicidad no es el dolor o el sufrimiento sino el vacío.
Cuando experimentamos el amor no estamos eximidos del dolor, orientamos el
sufrimiento de otra manera y lo transformamos. Luchamos con el sufrimiento,
pero no nos hundimos con él ni por él.
¿Qué
hay de los niños inocentes que sufren las consecuencias de la maldad de los
adultos, o qué hay del sufrimiento de quienes sufren los embates de una guerra
entre sus dirigentes rivales? ¿Qué podemos hacer?
Ciertamente
podemos hacer prácticas de resistencia ante el mal. La mejor manera de hacerlo
es tomar partido en favor del bien. Jesús nunca estuvo de acuerdo con el
sufrimiento: “Pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el
Diablo, porque Dios estaba con él” (Hch 10,38). Esa es la práctica de
“resistencia”, dirigiendo toda la vida, propia y ajena, hacia el bien. Cuando
Dios está de nuestra parte, no podemos menos que hacer el bien y oponernos con
todas nuestras fuerzas a todas las fuerzas de las opresiones, la violencia, las
guerras, la mentira; todo lo que acarrea el mal y sufrimiento. Quien tiene a
Dios sólo puede ser persona de bien y para el bien.
Para
los cristianos el sufrimiento se comprende desde la Cruz de Cristo, pues Dios
aparece solidario, unido, con la persona que sufre. Ahí está el gran amor de
Dios. Aun en el “aparente silencio” del Padre Dios, que no hace nada ante el
grito desesperado de su Hijo en la Cruz. El creyente que se une a Cristo
encuentra un sentido al sufrimiento, porque en la Cruz de Cristo se esconde el
último y definitivo sentido que tiene el sufrimiento, que es la resurrección:
es dar futuro a aquello que parece no tenerlo. Esa es nuestra esperanza.
Por: Gvillermo Delgado
Fotos: varias
lunes, 9 de septiembre de 2013
El sentido de la vida
Reflexionando sobre la vida.
Para los hermanos y amigos.
A: Marcela en plena adolescencia,
y Argelia en su condición de madre.
A: Marcela en plena adolescencia,
y Argelia en su condición de madre.
Hablar
del sentido de la vida es
identificar las razones que como persona tengo para vivir. Las razones pueden
manifestarse cuando respondo al por qué
vivir y cómo vivir la vida.
El sentido exige crear una ruta que
orienta, en todo momento y lugar de la existencia. Es el horizonte que tiene
que ver con la manera de enfrentar las dificultades por difíciles que sean.
Abordar el pasado como referente, el futuro como dirección, y el presente como
el lugar en que se realiza todo. En cierto modo es realizar el presente. Quien no realiza la vida en el ahora mismo, no la realizará nunca.
El Sentido hace comprensible lo
humano como construcción permanente. Nada está hecho. En tanto personas,
estamos en la tensión permanente de hacernos. Cosa que obliga a estar siempre
abiertos a los cambios. Será el discernimiento ético quien irá diciendo qué
convine o no. Lo humano siempre debe ser nuevo. Lo nuevo siempre nos hace
explotar la paz interior e imaginar lo bueno. Ese es el sentido.
La vida como tal "en estado
puro", debiera estar al margen de la artificialidad a la que con
frecuencia está siendo sometida, esa artificialidad que pasa por la alimentación,
los bienes de consumo y hasta las relaciones humanas. Lo artificial nos hace
artificiales. Eso mata, mata el sentido de vivir la propia vida, y se agrava
cuando apunta la vida de "los otros". Sin embargo, existen mecanismos
naturales para vivir, que vienen y están en la "naturaleza pura" como
el agua, la luz, el olor, el color, la divinidad, la sangre, la altura, el
tiempo, el movimiento...
La naturaleza tiene sus leyes, hay
que entenderlas y seguirlas, para que no nos sometan otras leyes que no emanan
ni del corazón de la persona, ni de la naturaleza, ni de la vida. O sea que la
realidad hay que entenderla y vivir, convivir, con ella.
Que no nos parezca extraño que
cuando se pierde el humor y la capacidad de vivir en la realidad tal como ella
es, aparecen muchas señales indicando
que hemos perdido la alegría de vivir. Con frecuencia esas señales vienen con enfermedades, que arrancan del alma, del
espíritu, lo mejor de nosotros; y pronto supuran en la tristeza, el dolor de
cabeza, en el desánimo, en la pérdida de la sonrisa, en dejar de ser niños, en
la no aceptación de los años.
El discernimiento del sentido de la vida a partir del por qué vivir, que a su vez nos señala el cómo vivir, empieza por hacer visible
1) el sentido común, como lo más
común de los sentidos 2) el humor: el
homo ludem, en tanto, lo más propio de Dios y de lo humano y
3) la aceptación de la realidad, nos
capacita a querer aquello que no podemos cambiar y cambiar lo que sí podemos
cambiar.
La gran novedad de Jesús está en caer en la cuenta del
sentido común, la alegría y la realidad. Por eso su evangelio, que arranca en
las bienaventuranzas (Mt, 5), destella con fuerza en lo más sublime: la ley
fundamental del amor. Finalmente el sentido debe ser el amor mismo porque nos
da orientación, capacidades, potencialidades de ser: ser más. Caminar con
dignidad, con altura.
Fotos: varias
domingo, 8 de septiembre de 2013
APRENDER VALORES
La persona se construye cuando tiende a considerar su propia racionalidad,
afectividad y la espiritualidad. La racionalidad conceptual con la que captamos
la realidad no nos permitirá apropiarnos de lo captado sino fuera por los modos
propios de hacernos de las cosas y de nosotros mismos a través de la
afectividad, la pasión y todo aquello que nos mueve a entrar en relación con
las personas y con todo el medio circundante. Los afectos nos ponen al mundo
delante, como un enorme espejo. Sin embargo, con esto se toca techo. Pues de la
racionalidad descendemos a la pasión, y ella no puede agotarse en ella misma,
debe confrontarse otra vez en la racionalidad y a la vez elevarse en el
espíritu, por encima de la razón y la pasión. Esta es la espiritualidad humana,
que no necesariamente es referencia religiosa, lo religiosa es otra dimensión a
esta espiritualidad. La espiritualidad es condición sine qua non –necesaria para que lo otro sea posible- de todo
movimiento humano, en sí mismo y hacia su destino más suyo o propio. Aquí está
aquella esencialidad que hace de la persona un proyecto, proyecto de persona,
con cualidades propias que permiten realizar su vocación.
Para comprender lo dicho sugiero mirar
hacia atrás, desde nuestra niñez. El ser como niños o niñas es revisar,
desde abajo, lo más auténtico, lo que mueve a la relacionalidad. Partir de
abajo nos hace pasar, necesariamente, no sólo por la realidad tal cual, o
imaginada, sino también por lo pensado, y querido. Permite actuar en el
presente, hacer de el un proyecto de vida, encaminar futuros, sólo posibles
desde lo que ahora mismo somos. En este plano del ascenso, suceden los cambios de la belleza -no hay belleza
sin cambio-. Actuar con naturalidad en esa realidad es lo más original y
querido, porque nos hace buenos, actuamos sobre las cosas y comprendemos la
vida sin frustrarnos por lo que no
podemos cambiar y a la vez cambiamos lo que si puede ser cambiado. Olvidar esa noción, de belleza infantil es el trauma más grande que golpea a menudo, sobre todo cuando supuestamente ya somos grandes, y despertamos de los sueños enajenados que nos trajeron los años y el medio. Con todo, lo más auténtico es la verdad de la realidad, porque es lo que realmente somos, en el aquí y ahora, en el devenir de la vida. Ahí la llave que abre la puerta para aprender valores.
podemos cambiar y a la vez cambiamos lo que si puede ser cambiado. Olvidar esa noción, de belleza infantil es el trauma más grande que golpea a menudo, sobre todo cuando supuestamente ya somos grandes, y despertamos de los sueños enajenados que nos trajeron los años y el medio. Con todo, lo más auténtico es la verdad de la realidad, porque es lo que realmente somos, en el aquí y ahora, en el devenir de la vida. Ahí la llave que abre la puerta para aprender valores.
Mirar bien, mirarlo todo, actuar en la realidad nos hace personas
despiertas, porque permite que veamos al árbol desde sus raíces y que seamos vistos
desde adentro.
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Foto: Ricardo Guardado, 2013 |
Por: Fr. Guillermo Delgado
Fotos: jgda
lunes, 8 de julio de 2013
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