Viendo "Posts antiguos"

Lo humano


¿Qué sería de lo humano fuera de lo divino?


El ser humano es un caminante en marcha hacia una infinitud absoluta que jamás podrá medir. Él debe salir del mundo familiar de la existencia. No puede atrincherarse en su limitación. Está obligado a salir de sí mismo como entrega al Dios incomprensible. Pues sólo cuando entiende a Dios sin abarcarle ni comprenderle, es cuando su incomprensibidad llega a ser el contenido dichoso de su la existencia.

Dios actúa en el fondo de la existencia humana poniendo de relieve lo que el hombre es como criatura, imagen y semejanza suya. Lo humano está fundado en el abismo del absoluto, en el abismo de la libertad de Dios, por eso, de alguna manera, ya aquí mismo somos lo que debemos ser.

Pero esta no es una cuestión de mera comprensión racional.  Pues de no aceptarlo con gusto, no por eso dejaría de imponerse a nuestra existencia.

Es  la realidad de lo divino donde se funda el ser del hombre. Y sólo puede ser experimentado trascendentalmente desde su propia existencia histórica. Lo cual nos hace reconocer que hemos sido creados por Dios, a él destinados, colocados ante él y llamados a participar inmediatamente de su gloria. Pero nos hallamos todavía en la era del mundo, no donde nos corresponde estar eternamente.
  
Esta verdad la sabe todo hombre, aun aquel que no se declare creyente, arreligioso o que no tenga una fe explicitada, o sea "los cristianos anónimos" de los que habla Rahner. De cualquier modo aunque sea con “pretensiones racionales” todo Homo Sapiens Sapiens  busca explicitar esa verdad. Todo Sapiens dice amar, en palabras de Scott Peck: “el amor es la voluntad de extender los propios límites del yo, con el fin de impulsar el desarrollo espiritual propio o ajeno”.

 ¿Qué sería de lo humano fuera de Dios? No estaría ante la totalidad única de la realidad ni de su propia existencia. “Abría olvidado su propio olvido”. Habría dejado de ser humano, sería un animal habilidoso. O simplemente estaría en el nihilismo vacío encaminándose a la nada. Incapaz de amar sería intecambiado como un bien de consumo, tal como cocurre ahora, donde la humanidad se desactualiza, pierde valor, con y en los bienes que consume en el paso breve de tiempo. El mismo es cosa de consumo, algo, no siempre alguien. Y así como  intercambia bienes y servicios, se intercambia así mismo como sentimientos, amistad, cuerpo...

¿Cómo podríamos inteligir esta realidad del hombre histórico, sino es a partir de su propia existencia, desde dónde se sabe a sí mismo no conociéndose del todo por ser misterio él mismo y por estar enfrentado siempre con la “otra” misteriosidad? 

La persona humana individual relacional  es dios, dios relativo. Esa realidad constatada históricamente, inherente al hombre, que a la vez le es inmerecida y extraña- es lo que nos remite atrevernos a decir lo que de suyo es parte de nuestra propia autoexperiencia.

Guillermo Delgado-Acosta, OP
Breve estracto de mi tesis en teolgía.
El existencial Sobrenatural de Karl Rahner, 2001
lunes, 3 de mayo de 2010

RABINAL y los cambios sociales


 Lectura social de los cambios en Rabinal

¿Son necesarios los cambios? ¿Hacia dónde se encaminan las sociedades indígenas de Guatemala? ¿Qué hay del colonialismo interno e histórico? ¿Quiénes son los nuevos sujetos de cambio? Éstas y otras preguntas acompañaron mi exploración de búsqueda entre los espinudos y limbóticos caminos de la desmadejada sociedad de Rabinal, acerca de los cambios y el poder. Comparto algunas ideas de aquella exploración. Si les interesa profunidizar más, pueden consultar el texto: Tradición y cambio en Rabinal, su manifestación en el poder local, Texto Ak Kutan, 32, 2007.


A. Influencia e intercambio de lo urbano y lo rural

1. Las comunidades indígenas de Rabinal tienen la capacidad natural de apertura y diálogo a nivel subjetivo y social, que les permite consolidar su identidad cultural, en tanto proceso específico de comunicación. Pero en los últimos años hay que considerar dificultades y beneficios de relación en dos ámbitos. Primero a nivel histórico, han sido influenciados por las culturas dominantes quienes han trasvasado elementos culturales en relaciones de dominación, a modo de colonialismo interno. Segundo, a nivel institucional, los agentes de cambio son los entes que configuran las instituciones en las comunidades, a través de los comités, los emigrantes y estudiantes.

2. Los años de la violencia se describen como cosa que vino de fuera, lo urbano. Los agentes de cambio son quienes operan en las aldeas a la sombra de factores concretos como la situación política de aquellos años, e influyen en los modos tradicionales de relación con la naturaleza y de organizar la vida en torno a los ciclos de siembra y cosecha. Con el tiempo ha favorecido y acelerado el auge del fenómeno de emigración, y el surgimiento de nuevos agentes de cambio: los jóvenes. La violencia debilitó las instituciones tradicionales mayas y las costumbres pero no las desapareció. Fortaleció la dispersión en la organización comunitaria y la cooptación de los líderes por el ejército, también congeló los ritmos cíclicos normales y el sustrato que da contenido a la comunidad y la familia, y la reinterpretó en la rigidez de las conductas inspiradas en la ley fuerte. Lo cual debilitó el liderazgo comunitario, y favoreció el estancamiento o retroceso en los procesos de desarrollo ya emprendidos desde antes del enfrentamiento armado.

3. La relación e intercambio de lo urbano y lo rural se considera a la luz de los elementos de la modernidad asumidos en las comunidades en los siguientes aspectos: la organización de la estructura familiar y la vida cotidiana; los jóvenes como indicativo de la apertura a lo otro por mediación de la educación y la migración, la adecuación a la tecnología, la comunicación y a los modos de intercambio comercial; el impacto ecológico y desgaste de las tierras; la nueva lectura de las tradiciones; los cambios psicosociales que genera la migración en quienes retornan.

B. Las funciones de los sujetos comunitarios

1. Los líderes comunitarios y los jóvenes son los agentes más importantes que inducen los cambios más significativos al interior de las comunidades, pero no de modo exclusivo.

2. La aceptación o rechazo de lo urbano se manifiesta en los comportamientos concretos de sus agentes, debilita el compromiso comunitario y fortalece los modelos democráticos de elección. La capacitación de los miembros a través de instituciones los condiciona en el modo de trabajo, y los hace más efectivos, lo cual contribuye a valorar lo propio en la relación nosotros-ustedes. En las comunidades subsisten indicios de las estrategias militares de dominación, que divide a los líderes comunitarios, lo cual hace frágil el sustrato ideológico que configura la vida política. Los líderes tradiciones han perdido protagonismo en las comunidades debido a la influencia y penetración de modos nuevos de organización oficial y no oficial, después de los años de la violencia.

Por: Guillermo Delgado
martes, 13 de abril de 2010

La parábola del hijo pródigo

El Padre Bondadoso A propósito de Lc 15, 11-32

Jesús fue un conocedor de los conflictos que se vivían en las familias de Galilea. Sus mensajes recrean tales situaciones. Por ejemplo, las discusiones entre padres e hijos, los deseos de independencia de algunos, o las rivalidades entre hermanos por derechos de herencia que ponían en peligro la cohesión y estabilidad de la familia.

La familia lo era todo. Una familia con problemas estremecía todos los ámbitos de las relaciones. Se sufría mucho. La familia era hogar, lugar de trabajo y sobrevivencia, fuente de identidad, seguridad y protección. Era difícil sobrevivir fuera de la familia.

Las crisis de familia pasan por restarle importancia a los vínculos de las relaciones entre los miembros de la familia.

¿Cómo puede un niño, una niña, un joven, un hombre, una mujer, ser y realizarse fuera del ámbito hogareño? ¿Dónde más ir? ¿Qué le queda al joven si se aventura fuera de ese calorcito? ¿Soportará el frío de lo desconocido? ¿Aguantará la soledad de la altura alcanzada allá en el ápice de su montaña de decisiones? ¿Qué sentido tendrá aquello de irse, sin que nadie le espere allá o aquí?

Jesús habla de la relación del Padre con el hijo. El hijo pide la herencia a su padre. Pero no sabe lo que hace. Pedir la herencia es dar por muerto a su padre. De ese modo rompe la solidaridad con la familia y echa por tierra su honor… lo que pide es una vergüenza y una locura para todo el pueblo. Es algo imperdonable. Todos los ojos le miran rabiosos. Están en desacuerdo con él. Menos los ojos del Padre. Él respeta la sinrazón de su hijo y reparte su herencia. Es decir, su vida y sustento.

El amor trasciende la locura. Tiene capacidad de mirar lejos.
¿Y la autoridad del Padre, dónde queda? ¿Cómo puede aceptar aquello perdiendo su propia dignidad y poniendo en peligro a toda la familia, y sobre todo el buen prestigio?

El hijo se marcha a “un país lejano” sin la protección de nadie. Ha caído en la degradación. Pero reacciona. ¿Es tarde?  Para el amor nunca es tarde. Tiene al Padre. Lo sabe.

Es tarde sólo para quien no tiene a nadie que le espere.
El Padre recibe a su hijo no como el patrón y patriarca de una familia. Sus gestos son los de una Madre. Esos besos y abrazos son signo de acogida y perdón, pero también de protección y defensa ante los vecinos, que apresuran la restauración de su dignidad dentro de la familia.

La sabiduría aun encima de la necedad del hijo está en saber volver, saber esperar, saber callar.

Al hijo mayor el regreso de su hermano no le produce alegría, si no rabia. Se siente extraño en la familia. Él no se había perdido en un país lejano, pero se encuentra perdido en su propio resentimiento.

El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha salido al encuentro del hijo que ha llegado de lejos. No le grita, no le da órdenes. No actúa como el patrón de la casa. Al contrario, como una Madre, le suplica una y otra vez que venga a la fiesta.

Es entonces cuando explota y deja al descubierto todo su rencor. Ahora no sabe sino humillar a su padre y denigrar a su hermano denunciando su vida de males.

El hijo mayor no entiende el amor de su padre hacia su hermano caído en la miseria. Él hermano mayor no acoge ni perdona.

De ahí las máximas que del amor derivan

El amor no es exclusividad de la persona buena, porque el amor subsiste a pesar de la maldad.

Quien no se abre al amor nunca sabrá darlo.

Quien nunca es perdonado, no perdonará jamás. En él la posibilidad de la ternura será siempre un sueño irrealizable.

En el odio nadie encuentra el camino seguro.

Es tractor que hace suyo todos los caminos está perdido en las tantas opciones. Porque destruye en todas las direcciones. Cualquier ruta que tome le llevará a cualquier extremo.

Sólo queda un camino que andar, y ese es el del amor. No existe otro. Mientras vivir sea nuestra tarea, y ser feliz  nuestra misión, el amor será el sentido definitivo.

Negarse al amor es exponerse al vacío que la soledad provoca. Es estar solo en un mundo de muchas compañías. Es exponerse a la vulnerabilidad de los límites.

La pérdida de sí mismo es mirar desde arriba con el lazo al cuello, con la enorme tentación de lanzarse al vacío. Es intentar resolver problema con problema. Es confabular males sobre males.

El peso más cruel es aquel que cae sobre uno mismo. Eso nos pasa cuando por la propia vileza nos marcamos en la frente y correremos desesperados en la vía pública sin ruta, como Caín, como si el enemigo nos persiguiera. El desamor mata.

Mientras el que ama, como el Padre, espera, tiende la mano.

El Padre es figura de Dios, del amor posible. Es quien sabe sacar lo mejor aún de lo peor, aún de quien reniegue de su propio amor.

Por: Gvillermo Delgado-Acosta OP
Fotos: de la Web.
lunes, 15 de marzo de 2010

LA SAMARITANA




A propósito de la cuaresma
a la luz de Juan 4,5-15. 23-30.



Por: José Gvillermo Delgado-Acosta
Fotos: de la la web. 



1. Jesús, cansado del camino, se había sentado junto al pozo. Era mediodía. Una mujer de Samaria fue a sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber".


Jesús ha caminado toda la mañana desde Galilea. Tiene sed. El cansancio es un desvanecimiento parecido a la muerte. El agua es el sustento que devuelve la fuerza perdida. Pero no logra refrescar el alma. Desde la Cruz, Jesús dijo: “tengo sed”, pero no pudo contener la muerte. Humanamente no resiste a la muerte. Es vencido como todo mortal.


Pide agua a la Samaritana. Jesús sólo desea fortalecer su cuerpo para seguir el camino. Pero ese es el momento donde se da a conocer delante de aquella mujer. Entonces, cambia su idea. Ya no habla solo de “agua”, sino también de “agua viva”.


La Samaritana no es capaz de darle agua porque el pozo de donde Jesús espera beber es del pozo interior. De la profundidad de la vida. No es capaz. Su humanidad aún no ha dado el salto a la autenticidad humana. Se ha conformado con "con su agua". Sus "cinco maridos", beben de su agua, pero siguen con sed.

Las personas vacías, no pueden dar de beber. Esas personas son aquellas que se han aferrado exclusivamente a lo humano, no pueden ver más allá.


2. La Samaritana dice: "Señor, ¿De dónde sacas esa agua viva? Jesús le respondió: "El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna".


Jesús saca el agua de su propio pozo. De dentro de él mismo. El agua viva es profundidad. Es alcanzar lo divino desde las propias raíces humanas. Es el rostro que hace transparente el rostro de Dios, como agua que deja ver el fondo o cristal que deja pasar la luz. Es el rostro iluminado. En camino.


La Samaritana busca sacar agua del pozo de Jacob. Es el intento de vivir y sobrevivir en el cansancio, en los límites de la vida humana. Sin profundidad. Es conformarse sólo con lo humano, como trabajar para vivir, casi como los animales. Es sobrevivir enfrentando al otro. Es llenarse de las satisfacciones que nos dan las cosas y los momentos, que traen inyectada la soledad y el vacío. Dar de eso, es hacer de aquel que nos recibe a un pordiosero permanente del amor.


La samaritana descubre las cosas con las que llena su cántaro (sus maridos). No tiene más. No puede ver más allá. Su agua es agua de estanque, no corre. Es un coco vacío.



3. La mujer dejó su cántaro, corrió a la cuidad y dijo a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?”. Salieron de la cuidad e iban hacia él.


El cuerpo/la persona es el pozo/lugar donde acontece el encuentro con Dios y con uno mismo.




Para que ese encuentro sea posible, es necesario que se den al menos dos cosas previas. 


Primero, mirar hacia dentro de sí mismo, para examinar la propia humanidad. 


Segundo, vaciarse de sí mismo, de las cosas que tiene dentro, para dejar espacio a Dios y a las otras personas. Es olvidar nuestro viejo cántaro, que se llena y se vacía. Ese que no es capaz de hacer nacer de sí mismo el manantial de vida.



Sólo entonces corremos a la ciudad. Ahí donde está la gente. Quienes esperan ver beber del agua viva. Les encaminamos, les enseñamos el camino, que ya conocemos.


Cuando me lleno de Dios, entonces, yo mismo me convierto en manantial de donde emana para los otros el agua para su cuerpo cansado y para su alma sedienta de Dios.



Es precisamente entonces cuando la persona humana ha encontrado el sentido de su vida. Es el momento cuando salimos de la ciudad al encuentro de Él, como la Samaritana.


Vaciarse de sí mismo para llenarse de Dios es divinizar nuestra propia humanidad. Es abrir la puerta "a los otros", que entren, beban del agua de nuestro pozo. Beban humanidad.


miércoles, 24 de febrero de 2010

Los pecados de Haití

La democracia haitiana nació hace un ratito. En su breve tiempo de vida, esta criatura hambrienta y enferma no ha recibido más que bofetadas. Estaba recién nacida, en los días de fiesta de 1991, cuando fue asesinada por el cuartelazo del general Raoul Cedras. Tres años más tarde, resucitó. Después de haber puesto y sacado a tantos dictadores militares, Estados Unidos sacó y puso al presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido el primer gobernante electo por voto popular en toda la historia de Haití y que había tenido la loca ocurrencia de querer un país menos injusto.

El voto y el veto
Para borrar las huellas de la participación estadounidense en la dictadura carnicera del general Cedras, los infantes de marina se llevaron 160 mil páginas de los archivos secretos. Aristide regresó encadenado. Le dieron permiso para recuperar el gobierno, pero le prohibieron el poder. Su sucesor, René Préval, obtuvo casi el 90 por ciento de los votos, pero más poder que Préval tiene cualquier mandón de cuarta categoría del Fondo Monetario o del Banco Mundial, aunque el pueblo haitiano no lo haya elegido ni con un voto siquiera. Más que el voto, puede el veto. Veto a las reformas: cada vez que Préval, o alguno de sus ministros, pide créditos internacionales para dar pan a los hambrientos, letras a los analfabetos o tierra a los campesinos, no recibe respuesta, o le contestan ordenándole:


-Recite la lección. Y como el gobierno haitiano no termina de aprender que hay que desmantelar los pocos servicios públicos que quedan, últimos pobres amparos para uno de los pueblos más desamparados del mundo, los profesores dan por perdido el examen.

La coartada demográfica
A fines del año pasado cuatro diputados alemanes visitaron Haití. No bien llegaron, la miseria del pueblo les golpeó los ojos. Entonces el embajador de Alemania les explicó, en Port-au-Prince, cuál es el problema:


-Este es un país superpoblado -dijo-. La mujer haitiana siempre quiere, y el hombre haitiano siempre puede. Y se rió. Los diputados callaron. Esa noche, uno de ellos, Winfried Wolf, consultó las cifras. Y comprobó que Haití es, con El Salvador, el país más superpoblado de las Américas, pero está tan superpoblado como Alemania: tiene casi la misma cantidad de habitantes por quilómetro cuadrado.


En sus días en Haití, el diputado Wolf no sólo fue golpeado por la miseria: también fue deslumbrado por la capacidad de belleza de los pintores populares. Y llegó a la conclusión de que Haití está superpoblado... de artistas.


En realidad, la coartada demográfica es más o menos reciente. Hasta hace algunos años, las potencias occidentales hablaban más claro.

La tradición racista
Estados Unidos invadió Haití en 1915 y gobernó el país hasta 1934. Se retiró cuando logró sus dos objetivos: cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros. Entonces Robert Lansing, secretario de Estado, justificó la larga y feroz ocupación militar explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene "una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización". Uno de los responsables de la invasión, William Philips, había incubado tiempo antes la sagaz idea: "Este es un pueblo inferior, incapaz de conservar la civilización que habían dejado los franceses".


Haití había sido la perla de la corona, la colonia más rica de Francia: una gran plantación de azúcar, con mano de obra esclava. En El espíritu de las leyes, Montesquieu lo había explicado sin pelos en la lengua: "El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro".

En cambio, Dios había puesto un látigo en la mano del mayoral. Los esclavos no se distinguían por su voluntad de trabajo. Los negros eran esclavos por naturaleza y vagos también por naturaleza, y la naturaleza, cómplice del orden social, era obra de Dios: el esclavo debía servir al amo y el amo debía castigar al esclavo, que no mostraba el menor entusiasmo a la hora de cumplir con el designio divino. Karl von Linneo, contemporáneo de Montesquieu, había retratado al negro con precisión científica: "Vagabundo, perezoso, negligente, indolente y de costumbres disolutas". Más generosamente, otro contemporáneo, David Hume, había comprobado que el negro "puede desarrollar ciertas habilidades humanas, como el loro que habla algunas palabras".

La humillación imperdonable
En 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores.

La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía.

El delito de la dignidad
Ni siquiera Simón Bolívar, que tan valiente supo ser, tuvo el coraje de firmar el reconocimiento diplomático del país negro. Bolívar había podido reiniciar su lucha por la independencia americana, cuando ya España lo había derrotado, gracias al apoyo de Haití. El gobierno haitiano le había entregado siete naves y muchas armas y soldados, con la única condición de que Bolívar liberara a los esclavos, una idea que al Libertador no se le había ocurrido. Bolívar cumplió con este compromiso, pero después de su victoria, cuando ya gobernaba la Gran Colombia, dio la espalda al país que lo había salvado. Y cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no invitó a Haití pero invitó a Inglaterra.

Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad.

La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.

DUARDO GALEANO
miércoles, 27 de enero de 2010

Después de las Diez de la Noche

El silencio pasa lisamente
entre los árboles y sus hojas
para tocar quedamente
el sueño de los niños de Cobán.

Orgullosos con su estatura,
los liquidambar, pinos y cipreses
se beben de pie la altura del Universo
en su acantilado Amor.

Los carros descalzos
corren en apuesta de asfalto,
y van dejando sus chasquidos
entre las manos limpias
de los montes y sus aliados.


Sin embargo,
las calles no llegan a ninguna parte.
Duermen,
también.

Tal vez los amantes despiertos
a esta hora puntual
lleguen al vacío del profundo conformismo
cuando sepan por fin
que lo único nuevo
sólo puede estar
en el sol del amanecer.

...
¡Prolónguese la noche!
¡brillen los astros
en el firmamento celeste
para alumbrar la tierra!


Y Dios vio que todo era bueno.

Aquí en Cobán.


Por: Fr. Gvillermo Delgado
Fotos: Varias.
viernes, 13 de noviembre de 2009

LA IDENTIDAD CRISTIANA





Mis siete puntos 
para entender la identidad cristiana



Por: Gvillermo Delgado OP



1. La identidad no es una conquista para siempre, se construye durante toda la vida, se acopla y afirma en cada época y cada cultura. Además, se va haciendo poco a poco entre varias identidades; donde hay una como la más importante, que predomina en la persona. Con la que cada cada uno es reconocido. Para muchos de nosotros ser cristiano es la identidad primera. Despues todo lo demás.


Para descubrir la propia identidad hay que responderse a las siguientes preguntas: ¿Quién soy? ¿Quién dicen que soy? ¿Cuál es el sentido para mi vida? ¿Cómo va cambiando ese sentido a lo largo del tiempo? 


2. La identidad tiene que ver con «Ser uno mismo» en la diversidad del mundo. Por ejemplo, la auténtica identidad cristiana en medio de todas las corrientes de pensamiento de la vida social implica fortalecer las capacidades de diálogo y tolerancia.


No sólo hacer una profesión de fe, al modo de doctrina según los dogmas de la Iglesia; más bien, se trata de dar razones de lo que se cree, o dar evidencia de la esperanza a través de la propia experiencia o la ajena. Este camino del diálogo, tan necesario, no debe hacernos olvidar el tener presente las líneas fundamentales del ser cristiano a la luz del Evangelio de Jesús.



3. Ser auténticos en la novedad tecnológica y la diversidad cultural. El mundo de la tecnología nos confiere una infinidad de posibilidades para evolucionar y ser mejores personas. Hay muchas cosas que no están siendo bien aprovechadas, quizá porque entrañan riesgos que no se pueden soslayar, de los cuales debemos estar prevenidos, so pena perder la verdadera identidad cristiana. Por consiguiente, conviene considerar dos presupuestos: 


  • Un primer presupuesto es conocer el cristianismo a la luz del Evangelio de Jesús. El asombroso panorama cultural de la fe  es ya de por sí invaluable. Con justa razón puede llamarse católica. Que en su sentido etimológico es universal, ya que se ha encarnado en múltiples formas a lo largo de XXI siglos y a lo ancho del orbe. Ese conocer  no debe ser para «creernos» que somos «mejores que otros», sino para aprender y crecer como personas. Se trata de hacer nuestro propio camino, para heredar a las próximas generaciones, aún no conocidas, aquello que ellos deben perfeccionar.

  • En segundo lugar, es indispensable poseer una auténtica cultura cristiana. Estamos obligados a formarnos más allá del catecismo escolar para no ser presas de la manipulación a causa de la propia ignorancia. Podríamos fácilmente sentir un cierto complejo ante los clichés y los ataques sistemáticos de los diversos medios de comunicación; por ejemplo, a raíz de tópicos tales como la inquisición, las cruzadas, el antisemitismo y más recientemente la pedofilia; hasta el punto, de que alguno pudiera avergonzarse de su fe y por supuesto ocultarla en la plaza pública o en los ámbitos más personales de la vida. Tal actitud mostraría ignorancia: como la enemiga mayor de Dios sobre la Tierra.

4. Reconocer nuestros orígenes. No hay que olvidar, por ejemplo, entre otras muchas realidades, que los ideales de la Revolución Francesa tienen una matriz incontrovertiblemente cristiana: libertad, igualdad y fraternidad que impregnan el mensaje cristiano. Ha sido en la cultura cristiana donde ha surgido la democracia, y el fenómeno de la universidad, como lugar de saber y como manifestación de la confianza del hombre en su propia razón.


El cristianismo se ha trascendido hacia diversos fueros. Así, la Iglesia Católica, por ejemplo, ha sido promotora desde sus inicios de los grandes valores universales, como la justicia y la paz. La Iglesia ha sido siempre, como decía Juan  Pablo II, «experta en humanidad» y continúa siéndolo. Los derechos humanos y la reflexión sobre la dignidad y la defensa de la persona son indudablemente un legado cristiano. Actualmente la Iglesia entabla una feroz y pacífica batalla para defenderlos, siendo en ello casi una voz aislada en el conjunto de la sociedad. Con ello sólo busca ser fiel a la herencia que se ha desprendido directamente del mensaje de Jesús.



5. La fe cristiana se ha enriquecido con las múltiples facetas de la inculturación a lo largo de este tiempo, y simultáneamente ha realizado una labor de criba, purificando aquellos elementos culturales incompatibles con el mensaje cristiano y sobre todo con la dignidad humana, para saber tocar después las mejores notas de las sinfonías que cada cultura pueda ofrecer desde su hermosa herencia ancestral. Con ello, la misma fe se ha purificado, al punto de pedir perdón por los enormes pecados históricos que le han alejado del Evangelio de Jesús.


 El legado cultural y humano de la fe es invaluable; va del Mausoleo de Constanza en Roma a la Capilla del Rosario en Puebla, de “La Ciudad de Dios” de San Agustín al Quijote de Cervantes, de San Francisco a Teresa de Calcuta, etc. Más aún en la cercanía y afinidad con las culturas originarias de los Pueblos de África, los Mayas de Guatemala, los Incas del Perú, los árabes y la enorme diversidad cultural.



6. Solidaridad con los cristianos. Además de conocer la fe cristiana, su tradición y su vida, y valorarla convenientemente, es necesario estar al tanto de lo que hacen y sufren los cristianos en todo el mundo. Las malas noticias se propagan con mayor rapidez que las realidades buenas del heroísmo cristiano de tantos fieles a lo largo del mundo. Es preciso conocerlos y servir de altavoces para que el mensaje cristiano pueda seguir fecundando el mundo y no se repliegue a causa de la presión ejercida en su contra.


7. La identidad cristiana empieza «por conocerse uno mismo» a partir de las experiencias internas y la realidad social que nos abraza. Se trata, también de conocer lo que se cree, dar razones de ello. Eso permite mirar a través de un cristal limpio, lejos de ideologías perversas y malintencionadas. Lo cual permite amar realmente, bajo el principio de que sólo se ama lo que se conoce. 


«El sentido que emana de la fe determina la identidad». La identidad bien discernida da consistencia a la vida en todos los ámbitos de la vida. Ayuda a buscar respuestas a las inquietudes más importantes de la persona dentro de los límites humanos y no en la dispersión del mundo.


Una buena construcción del ser a partir de la identidad configura a la persona adulta,  al buen ciudadano, al buen profesional y cristiano. Eso quiere decir, llegar a ser personas auténticas y responsables que lleguen a afirmar, sin tapujos: soy cristiano.


Fotos: Varias de jgda; orquideas: Ramiro Argueta; Medallón: Miriam Mancilla.

viernes, 6 de noviembre de 2009

LA GRACIA


Las Gracias humanas Desde pequeños se nos enseña a ser agradecidos. Dar gracias es una máxima de las primeras instrucciones para un niño. Un saludo basta para agradecer. Casi nadie recibe un regalo sin antes decir gracias.


Puedo asegurar que parte de la naturaleza humana es ser agradecidos. Aunque siempre no falte quienes no reconozcan de inmediato los favores y las bondades de otros.


El dar gracias se realiza normalmente entre dos personas. Siempre hay uno de un lado que otorga un regalo y quien lo recibe del otro lado.


Lo grandioso del regalo es que quien lo otorga lo hace por iniciativa propia. Hacer un regalo siempre nace del corazón. Y cuando no nace del corazón y de una disposición libre, entonces ya no es regalo.


Con lo que una persona regala a otra, busca alcanzar a la otra persona, abrazarle, unirse a ella a través de ese gesto simbólico. Y con eso sella una amistad, se vincula íntimamente a ella. Es uno de las mejores y bellas maneras de expresar el amor. O de sacar del amor que hay dentro del corazón para ofrendarlo al amado o amada. Eso es ensanchar el alma para alcanzar al otro.


Por eso, por sencillo que sea un regalo, este, es siempre un símbolo de amor. El regalo es como el río que une la fuente con el mar. Con el regalo la persona siempre quiere decir algo de ella misma. De ahí que quien recibe un regalo no puede más que agradecer, porque no es una cosa la que recibe, en el regalo recibe a la misma persona que regala. Así, el clavel que recibe la amada de su amado ya no es el clavel, es su amado mismo.


La gracia produce el efecto de la amistad y el encuentro entre las personas. ¿Qué pasa si rechazo el clavel de mi amada? O ¿Si recibo y luego no agradezco? Yo quiero estar en gracia de amistas y comunión con los demás. De la misma manera yo quiero estar en gracia de Dios.

La Gracia de Dios
La Gracia de Dios¿Qué es la gracia de Dios? O mejor dicho ¿qué es estar en gracia de Dios? La gracia de Dios es el favor personal que Dios hace a la persona humana. Ese favor es una iniciativa divina y personal de Dios, del cual no está obligado a hacerlo. Si Dios nos hiciera favores, simplemente por cumplir su obligación de Dios, entonces ese favor no sería gracia. Sería sólo “un favor”, “un favorcito”.


Por eso el efecto de ese favor en el que Dios mismo se comunica a la persona es la gracia de Dios en la persona. Quien recibe ese favor de Dios está en gracia de Dios. Y quien recibe ese favor, del mismo modo agradece a Dios. O sea, aquella persona que recibe el favor de Dios y agradece con gestos de amor, esa persona está en gracia de Dios. Esas son las personas amigas de Dios y amigas de la humanidad. Esas son las personas auténticamente humanas.


Con razón predicamos siempre que todo creyente cristiano tiene que reconocerse como llamado por Dios a la vida más íntima de su creador. Pues hace participar a la persona de su naturaleza divina.
¿Cómo hace participar Dios a las personas de naturaleza divina? A través de la gracia. Y lo maravilloso de esa entrega amorosa es que Él se da a sí mismo. Dios no da regalos. Él mismo es el regalo. O sea que el dador –Dios- y el don –el regalo- son la misma cosa. Ya decía el autor de la carta a los Hebreos de Jesús, que él es sacerdote, víctima y altar. Todo junto.


La gracia no es lo que Dios da, sino el mismo darse libre de Dios, en su todo. Y como ya dijimos esa gracia divina no la merece ninguna criatura humana, ni siquiera la que carece de pecado, ni el más santo.
Lo misterioso en la relación entre Dios y el ser humano reside precisamente en que la persona se tiene que reconocer como agraciado. De ahí que de comprenda así mismo como criatura con un destino infinito. De ahí que la vocación de todo ser humano, se oriente hacia el ser más, su insatisfacción humana por plenificarse en Dios. Pues sabe desde sí mismo que sólo en Dios descansa su auténtica realización. El cielo es ese descaso en Dios, y el infierno la enorme frustración de traicionarse a sí mismo, el infierno es la condena a no descansar nunca, por no alcanzar nunca aquel amor por el que fue creado.


De ese modo el amor del Padre a su hijo y del Esposo a la esposa es un ensayarse en el gran amor. Ese ensayo es ir por las veredas hacia el paraíso prometido. Así quien ama, como quien canta o reza vive en la tensión de la esperanza de llegar a amar a Dios un día, de cantarle a Dios un día, de hablar y ver a Dios un día cara a cara.


El infierno, como ya hicimos ver, es la desgracia. Es el fiarse de lo que uno puede tener, es construirse a través de lo que uno puede construir únicamente. Es vivir para beber únicamente del agua limitada que vierte lo humano, lo humano que acaba, envejece y desaparece como las plantas y los animales. Pero nosotros, los cristianos somos para el cielo, para la dicha, la bienaventuranza eterna y no para la desgracia y la desventura.


El ser humano ha sido creado por Dios y para Dios. Y ese vínculo íntimo ha estado presente desde el principio. En ese sentido el paraíso celestial es la realización de la amistad de Dios con la persona, es la participación del hombre en la vida divina y eterna, el paraíso terrenal sería entonces el comienzo efectivo de la participación del hombre en la vida divina y eterna que se manifestará hasta el fin de los tiempos en el paraíso eterno.

jueves, 15 de octubre de 2009