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Educar en la Virtud


Educar en la Virtud

La virtud es un grado de perfeccionamiento humano al que todos aspiramos por el camino de los hábitos buenos. ¿Cómo conseguirlo?

El camino son los hábitos buenos y los valores morales.  Pero, ese no es camino plano, sino como el de una escalera, porque los hábitos son los peldaños por el que se sube y se baja. Con ellos se alcanza la altura de la dignidad que nos pone al lado de la santidad (hacia arriba), y a la vez nos dan profundidad y consistencia (hacia abajo).

Encaminados en la virtud nos situamos delante de un horizonte abierto, por un lado, para mirar lejos, y con la profundidad, por otra parte, caminamos en toda dirección que la libertad permita.

Quiere decir que, cada niño al nacer emprende su propio camino, pero nunca en solitario; necesita de quien “se haga cargo” de él (tanto, los padres en la propia casa y el profesor en la escuela) para encaminarse, junto a con quienes viven la vida, a una meta propia.

De ahí la importancia de la educación. Educar en la virtud exige por lo menos cinco momentos clave.

Primero, la enseñanza de la virtud no es puramente teórica, sino práctica. Eso exige instruir el propio mundo en la unión de las ideas y la práctica. Por eso solemos decir que el bien existe porque hay gente buena. La gente buena es aquella que practica el bien. 

Existe un mundo bueno o uno malo. Construido con ideas y prácticas de personas buenas o malas.

Segundo, la virtud es inseparable de lo bello. La belleza se predica sólo de la bondad, la justicia y el amor. Ahí se encuentra la definición de lo divino y de lo humano. Es decir, la belleza se predica de quienes habitan y transitan hacia el mundo feliz. 

Educar para la belleza es hacer valer aquellas aptitudes y valores esenciales que describen la personalidad madura, que acontecen en la responsabilidad, el dominio de sí mismo, la gratuidad, la integridad, las aspiraciones profundas y la capacidad creativa.

Tercero, hay que educar en la unidad de razón y pasión. Es una condición inseparable. Se educa considerando a la persona total y no sólo para una parte de lo humano o para una etapa de la vida. De no hacerlo se mutilan los sueños y la realización. 

Se educa delante de un horizonte abierto de posibilidad para la realización, o la educación es fallida y dual. Y eso puede ser un crimen.

Cuarto, educar a pesar del modelo de las virtudes. El educador “debiera” exigirse, el mismo, aquello que enseña. Pero, al no conseguirlo, eso no le exime de enseñar el camino de la virtud, de no hacerlo, la tarea quedará sin hacerse; porque con frecuencia la educación no siempre puede ser modelada en todos sus ámbitos, tampoco existe la persona íntegra para hacerlo, aunque nunca deje de ser una exigencia humana. 

Para la ética cristiana esto no es posible, pues, quien enseña debe modelar lo que enseña, dado que los hechos y las palabras se abrazan por ser el mejor horizonte a perseguir.

Y, quinto, como ya dijimos, la recta conducta no se aprende sólo por la teoría, por eso siempre se requiere del adiestramiento. Aristóteles decía que las virtudes, como hábitos buenos, se adquieren a base de repetición de actos. No basta con tener claridad de lo bueno, hay que practicarlo infinitamente. Por eso, la virtud embellece a la persona.

Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda.
miércoles, 6 de febrero de 2019

Las Etapas de la Vida



Las Etapas de la Vida


Nacer no es suficiente para vivir. Vivir es conocer las leyes de la vida. Con razón, “los más grandes enseñan a los más pequeños” a descifrarlas y a hacerlas valer.

Nacer frágiles con las manos apretadas es indicación que somos por naturaleza necesitados. Sólo el día en que nos despidamos de este mundo abriremos los puños. Aquel día quedará liberado lo que se nos dio a la hora de nacer.

La muerte es no necesitar nada. Y debe ser posible mientras vivimos. En cambio la muerte física se impone en el silencio, la frustración y el llanto, porque fue entendida sólo desde la "necesidad y el aburrimiento". 

¿Por qué entender la muerte como final y no como principio? o ¿Por qué la muerte debe ser solamente física? El día que la muerte sea más existencial y no física, viviremos al modo como lo enseñó la Madre Teresa de Calcuta, quien iba con las manos extendidas, nunca empuñadas. De ella aprendimos que las manos extendidas son las del amor y las empuñadas del egoísmo y el odio. Eso es morir para vivir.

¿Por qué sólo en las etapas de la juventud la definición de sí mismo se construye en base a los anhelos y la realización? y ¿Por qué conforme la persona toma decisiones y asume responsabilidades el pasado empieza a ser el horizonte más querido?

Aprender a vivir no es fácil. Conforme nos alejamos de la niñez, la nostalgia de lo que fuimos empieza a imponerse. Nos convertimos en sentimentales. En los recuerdos encontramos el mejor refugio que nos define. Quiero decir que, con el paso de los años la memoria discrimina lo próximo y se remonta a lo recóndito. La memoria se hace más selectiva, nunca olvidadiza. La vida se manifiesta tal cual. Pero, para muchos ya es tarde. Yo creo que para la vida y el amor nunca es tarde.

Es cierto que con la ancianidad la muerte física se asoma, como el sol matutino entre las montañas, tan cierto que el cuerpo en su decaimiento lo recuerda a cada instante. Sin embargo, junto a la muerte, se impone impetuoso, un amor en estado puro; sobre todo, al descubrirse la persona, así misma, en las generaciones que heredan sus genes. Con justicia, los nietos, para los abuelos, son el gran amparo y fortaleza. Y para que quienes aman la vida en todas sus manifestaciones, ese mismo hecho los recompensa a cada instante y más allá del tiempo.

Demasiado tarde llegamos a comprender que la única manera de no morir está en relación con el amor que damos y el amor que recibimos.

En el amor no cesamos de aprender y no cesamos de enseñar. Sólo en el amor es posible vivir la vida hasta el final. Porque ese amor en que amamos nunca fue nuestro, es y sólo puede serlo de Dios.

Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: Familia Delgado-Acosta

lunes, 21 de enero de 2019

Contrapeso



CONTRAPESO

Todo aquello que vale, vale por la fuerza que lo sostiene. Con frecuencia los valores morales se sostienen en el cumplimiento de las normas morales. Sólo las aves se sostienen en el aire. Pero es por otras razones.

No es exacto decir que la crisis de valores de la sociedad actual se deba a la técnica y la comunicación. Lo ha pasado  es que se han debilitado las normas morales que armonizan la convivencia social. Por eso que ya no somos capaces de sentarnos a la mesa a comer juntos y confiar en las promesas de las otras personas.

De no reconocer la constatación de esta verdad y actuar a tiempo, habremos perdido para siempre al ser humano civilizado. Sólo nos quedará la posibilidad de reeducarnos como se educan a los niños que despiertan del vientre de su madre para mirar la luz del mundo. 

Así como la inercia es carencia porque le falta energía física propia, la gravedad existe gracias al contrapeso necesario de un cuerpo respecto a otro; igual pasa en toda relación humana, ella es contrapeso de dos o más personas. Igual son los las normas morales a los valores y su cumplimiento.

Nada puede sostenerse por sí mismo, todo requiere de ser movido o sostenido por otro. Aun Dios, subsiste en la comunicación de su amor, razón por la cual creó al ser humano.

Por: Fr. Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda
domingo, 23 de diciembre de 2018

Un Mundo Feliz


Un mundo Feliz

Quien no es feliz hoy no lo será nunca. Posponer la realización al tiempo futuro no es garantía de nada.

La persona es un proyecto, es verdad, pero nada es posible más más allá de las tareas emprendidas en el tiempo presente.

Para los ciudadanos griegos el destino era la comprensión de un futuro programado o determinado para siempre, que estaba controlado por los dioses. Ante eso nada se podía hacer, más que someterse a “ese destino”.

La persona moderna cuando habla de destino piensa en sus acciones responsables, es decir, en su libertad; porque ha comprendido que no es un reloj programado, ni ha sido creado por un dios (en minúscula) perverso. 

El Dios revelado (o dado a conocer) por Jesús respeta la libertad humana.

Pues, al crear todas las cosas, el cerebro, las nubes y la flor, Dios les impuso unas leyes propias.

Eso es lo que confiere autonomía a la naturaleza y libertad a la persona.

Dios, todo lo hizo bueno en función de la vida feliz, para que todas sus criaturas lo sean ahora; con razón, el colibrí vuela cantando, la flor recrea los colores y los perfuma, el llanto del niño despierta la ternura, y el amanecer hace crecer la esperanza de todo sueño querido.

Por: Fr. Gvillermo Delgado O.P
Foto: jgda

El mal y el bien


El mal que se hace a una sola persona afecta a la humanidad entera. El mayor afectado de toda maldad será siempre quien la provocó. Cuando ese efecto te alcance no quedará otro camino que reconciliarse con el ofendido. El mal que un día hiciste en solitario, no lo podrás reparar sin amor y sin el auxilio de otros. Si bien es cierto que nunca llegarás a diluir el mal que hiciste, sin embargo, el amor puede hacer misteriosamente la reparación que tú no puedes hacer por sí mismo (sólo crear las condiciones desde la convicción interior). Los pensadores decían que la vida feliz embellece a la persona. Se embellece quien hace el bien. Dios cuando creó la flor quiso hacerse visible en ella. Al crear al ser humano instituyó una relación permanente de amor. Eso quiere decir que una sola relación de amor es suficiente para afectar positivamente a la humanidad entera. Una persona que ama a otra, en ella, ama a toda la humanidad. La mujer al convertirse en madre no lo es sólo de su hijo, sino de todo lo humano, en cualquier niño mira a su propio hijo. De ahí nacen los valores y dignidad, que no es otra cosa que el reconocimiento del mismo Dios en la persona.

Por: Fr. Gvillermo Delgado O.P.
Foto: jgda

Vivir la Vida




Vivir la Vida
Toda la vida es una preparación para la muerte. Al parecer vivimos para morir.

Esta afirmación parece extraña y absurda. Pero no lo es.

Por no pensar en la muerte esta no dejará de llegar. Todos avanzamos con ella a cualquier dirección que nos dirijamos. 

Cada instante vivido, al que llamamos pasado, en realidad son trozos la muerte. Un segundo vivido no retorna nunca, tampoco regresamos donde un día estuvimos.

Vivir es tomar conciencia de la vida para vivirla. Eso se capta con los cambios grandes y pequeños que la muerte nos muestra, para permanecer despiertos.

Una persona despierta, se asombra y maravilla por todo. Saluda amablemente, agradece por todo, celebra con el humito del café caliente, baila cuando se baña, canta mientras maneja. Siente la vida.

La muerte acabará con nuestras fuerzas una tarde cualquiera.

El silencio se impondrá como el viento huracanado en la montaña. Ausentes. Seremos el olvido para quienes avanzan en sus prisas. Entonces, todo en este mundo habrá terminado. Todo.

Diariamente somos testigos de tantos finales. No sólo de la noche para dormir o los noventa minutos del buen fútbol. También se acaban los años de la primaria, la soltería, los días de la navidad familiar. Si no somos nosotros quienes se despiden, serán nuestros padre. En fin, tantos finales, parecieran “normales”. En cierto modo lo son.

Extraña y paradójicamente, sólo los cambios y la muerte dan consistencia y alegría a la vida, aunque esta sea de trabajo agotador, de carencias económicas o de salud.

La resurrección de Jesús sólo se comprende a la sombra de la Cruz. La ternura de una mujer aparece asombrosamente el día que se convirtió en Madre. Pero tuvo que morir a la frescura de la soltería.

O sea, la muerte da sentido a la vida. Con la muerte aprendemos las mejores lecciones para vivir la vida feliz, que acontece bajo el cielo y la piel.

Cuando llegues a este punto, habrás sido consciente de lo grandioso que es vivir. Que de todas las cosas, el tiempo es el factor más determinante; que la vida se acaba como el oxígeno al pez fuera del agua. Que por tanto, sólo debes vivir, perder el tiempo con quienes amas. Eso es vivir.

Habrás vivido cuando comprendas que morir sólo es un momento más del sinuoso camino de la vida. Que no siempre depende de ti.

De la muerte nadie tiene control, solo la vida. Dios. En todo caso tomar control de la muerte es tomar control de la vida. Tener conciencia de esa realidad es vivir la vida feliz.

Por: Fr. Gvillermo Delgado O.P.
Foto: jgda

sábado, 22 de diciembre de 2018

Celebremos la Navidad



Celebremos la Navidad
Los calendarios se ordenan en ciclos con los cuales destacan el paso de un tiempo a otro. Dando significados a cada momento de transición. La finalidad consiste en registrar y conmemorar los acontecimientos del pasado e imaginar el futuro posible. Mostrando que el tiempo no pasa en vano.

De otro modo, lo que se pretende es exteriorizar aquello que habita en la profundidad de las almas y expresar los sentimientos. Para lograrlo a cabalidad se inventaros los símbolos. El fondo de esa verdad es que "algo" está cambiando, hacia afuera y hacia dentro de cada persona.

En los tiempos ancestrales o primordiales se crearon los símbolos. Por ejemplo, durante la navidad prevalecen símbolos como: de luz, de follaje, de la familia, y de todo lo referente a lo nuevo o recién nacido. Con razón, en esas fechas,  nos re-vestimos con ropa nueva, como quien renueva su piel. Y lucimos renovados por dentro y por fuera. Por ser este el único modo de experimentar lo que sentimos en las profundidades de la propia existencia. Y para afrontar con realismo aquello que ya está cambiando en nosotros; a todo cambio que ya se impuso, y no nos hemos querido dar cuenta; por ejemplo, el hecho de no aceptar las enfermedades o la propia vejez.

Notemos que, al terminarse el año solar, se imponen ciertos cambios climáticos, secos o fríos (dependiendo de la latitud), que calzan perfectamente con la simbolización del nacimiento del Hijo de Dios, porque acoge aquello que hemos sido y lo que en cierto modo anhelamos llegar a ser. Con lo cual visualizamos aquello que fuimos y que jamás volveremos a ser nunca más.

El símbolo no sólo representa el nacimiento del Hijo de Dios sino también a nosotros mismos. Por eso, el símbolo es capaz de despertar sentimientos, lanzarnos a lo más recóndito del pasado, o a la profundo del propio inconsciente; y, al mismo tiempo desata la imaginación en base a lo que somos capaces de construir en lo venidero. Pues es lo único que nos queda. El resto depende del Dios en quien creemos. No hay más.

Lo cierto es que, cuando ese acontecimiento simbolizado une el tiempo pretérito infinito y el advenimiento de todas las cosas, transforma las mentalidades y los afectos, ya que permite imaginar el futuro y visualizarnos re-novados.

Por eso, esas fechas cobran actualidad año tras año. Porque lo queramos o no, ya no somos lo mismo que hace 12 meses. Se nos acorta la vida y los significados del tiempo, de los espacios y de las relaciones humanas y de Dios. Ahora la existencia tiene un nuevo candor, color e importancia.

Todo ciclo de tiempo indica, pues, que un círculo se cierra y se abre a la vez. En ese intervalo es donde dan lugar los festejos. Estos suelen ser muy breves como una chispa de luz. Pero, como el sol, que resplandece antes de llegar y al irse, (es lo que vemos en el amanecer y al anochecer), así la espera alegra los corazones y al irse prolonga las alegrías en lo venidero.

La navidad es un acto efímero, es nacer en un instante que emerge de un destello. Es dar a luz la Luz, que ilumina todo toda la vida.

En esa claridad intercambiamos regalos, nos abrazamos, deseamos buenas cosas para unos y otros, antes que llegue la penumbra. Es el instante para soñar el mundo que merecemos vivir, es el cuándo la vida es interpretada y renovada como las hojas de la higuera.

¿Qué sería la vida sin celebraciones? Mataríamos los sueños. El trabajo sería el peor de los azotes. La familia la fruta envenenada que hay que comer como castigo. No habría proyectos de vida, tampoco posibilidades de perfeccionamiento. Pasaríamos los días mordiendo el polvo de la miseria y moriríamos únicamente para las cenizas.

Las celebraciones son necesarias en todo caso. El sentido más grande está en que renueva el alma, lo hace en la comida y la bebida, en la danza y el compartir. Simbolizando todo aquello que merece expresarse, pero que no es posible hacerlo con palabras.

Gracias al festejo el devenir vendrá y superará las dificultades, reparará las fuerzas debilitadas; de tal modo, el festejo hace de la esperanza la materia prima de lo que se espera, y la razón del por qué luchar en el momento presente.

En pocas palabras, navidad es la chispa de vida divina que une el inicio con el final, que renueva el alma mortal en actos de festejos, para asegurar entusiasmos suficientes en el porvenir de glorias o penurias.

Entonces, si la navidad es el nacimiento del hijo del Hombre, es también el nacimiento de lo humano; el instante propicio para la renovación del propio interior.

La navidad es la Palabra Eterna reiterada que dice: lo humano no es polvo de muerte.

Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda

domingo, 18 de noviembre de 2018

INTERROGATORIO



INTERROGATORIO
Si el tiempo no se detiene
¿para dónde va?

Si el espacio cambia

¿de dónde viene?


¿Qué es el presente?
El presente 
son todos los colores,
las formas,
la música,
y el viento,
de tu sonrisa.

Yo.

Y, ¿El futuro qué es?
El futuro serán siempre
los olores,
el firmamento en penumbra
detenido en el humito gris
de una taza de café
de la finca Miranda
del Volcán de San Salvador
en noviembre. 

El futuro 
soy yo
mirándote
en el azul lejano
del cerro Guazapa.

Por: Gvillermo Delgado
Foto: jgda
lunes, 5 de noviembre de 2018

LA IRRESPONSABILIDAD


LA IRRESPONSABILIDAD
Examinamos "el ser irresponsable" a la luz de un sondeo de opinión que realizamos con un grupo de estudiantes de la Universidad Lándivar del Campus de la Verapaz, sobre el valor de la puntualidad. Estas pinceladas son apenas un esbozo mínimo de un trabajo mayor.
La irresponsabilidad es la primera causa que define a la impuntualidad. Como defecto es un modo de ser cultural e individual, interiorizado, difícil de corregir.
Según el parecer de las personas encuestadas, la irresponsabilidad pone en evidencia el desinterés de querer hacer las cosas bien. Por tanto, el ser impuntual es un “faltar a los valores”.
Esta falta es grave, en el ámbito de las emociones y en la moral, por atentar contra sí mismo y contra los demás. De diez personas ocho opinan que "ese defecto" puede ser corregido, ya que la elasticidad y bipolaridad de los valores lo posibilitan; pero requiere que las personas adopten una estructura disciplinaria, reasumiendo con seriedad el sistema de normas que hacen posible que los valores sean concretos.
Queda demostrado que los valores se evidencian en el cumplimiento o incumplimiento de la norma moral que los hacen valer. Eso quiere decir que la impuntualidad sólo pone en evidencia un sistema de normas frágil y en crisis. Si las personas, o los colectivos, los incumplen es por su debilitamiento.
Por tal motivo, cuando se afirma que la impuntualidad ya es un modo de ser, incluso cultural, se está afirmando que el sistema normativo ya no existe, está débil o se ha socavado. En tal situación, lo único que queda es la irresponsabilidad, en tanto negación del valor.
Una sociedad hundida en la irresponsabilidad simplemente no funciona. Cualquier país estaría condenado a la miseria moral y al subdesarrollo humano. En cierto modo podemos afirmar que, nadie sacará a nadie del atolladero si la misma persona no se impulsa desde sus mismas fuerzas. Sin embargo, la misma sociedad puede, y de hecho facilita que sus individuos se reanimen, de lo contrario, como en una peste, ponen en estado de riesgo al resto sus miembros.
Al derrumbarse el sistema de normas, ¿qué queda?: pues, fundar uno nuevo. O refundar los ethos revalorando la riqueza de aquellos que han dado consistencia a las sociedades que nos han hecho evolucionar como personas hasta el día de hoy. Pero esta tarea, de no venir por los cauces de la cultura, la tradición, las instituciones, el sistema de creencias y valores, será siempre inútil.
Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda

Estrella de la Mañana


Estrella de la Mañana
María es la estrella de la mañana que nos guiará en todo momento para hacer los cambios necesarios, ya que el misterio de Dios se nos hace fascinante al contemplar su rostro femenino en ella, donde la creación debe mirarse e inspirarse, sabiendo que todo aquello que humanamente pueda ser impulsado, puede ser al mismo tiempo, realizado por el mismo Dios.

-María de Nazaret es la Virgen- Madre del Señor, en sus distintas expresiones culturales, en quien Dios ha querido llegar a la humanidad entera. De ahí que las distintas advocaciones de la Virgen tengan el santo rosario como método idóneo para la comprensión de los misterios divinos, con la finalidad de convertir las propias almas e interceder por aquellos que necesitan de la mirada eterna de Dios.

-La cercanía con María es cercanía a Dios. Ella es un libro abierto que puede ser leído en los humildes y sencillos y no en los poderosos (Lc 1, 48. 51-52). Ella es libro leído en aquellos que revelan la verdad de Dios, que nos hacen exclamar con las palabras del mismo Jesús: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11, 25).

Si Dios es la esperanza de los abatidos, María es la estrella mañanera que en su dulce mirada traduce nuestras fatigas y frustraciones en la paciencia que hace llegar más temprano que tarde aquello que esperamos. Porque ella es el lucero matinal que los antiguos mayas contemplaban en la espera del nuevo día. Pues, ese día ha llegado para todos los creyentes. Los creyentes ya vivimos en la aurora permanente, antes contemplada en el lucero matinal, que es Nuestra Señora y Virgen del Rosario de la Verapaz.

Por: Guillermo Delgado Acosta OP
Foto: jgda
jueves, 11 de octubre de 2018