LA IRRESPONSABILIDAD
Examinamos "el ser irresponsable" a la luz de un sondeo de opinión que realizamos con un grupo de estudiantes de la Universidad Lándivar del Campus de la Verapaz, sobre el valor de la puntualidad. Estas pinceladas son apenas un esbozo mínimo de un trabajo mayor.
La irresponsabilidad es la primera causa
que define a la impuntualidad. Como defecto es un modo de ser cultural e
individual, interiorizado, difícil de corregir.
Según el parecer de las
personas encuestadas, la irresponsabilidad pone en evidencia el desinterés de querer
hacer las cosas bien. Por tanto, el ser impuntual es un “faltar a los valores”.
Esta falta es grave, en el ámbito de las emociones y en la moral, por atentar
contra sí mismo y contra los demás. De diez personas ocho opinan que "ese defecto" puede ser corregido, ya que la elasticidad y bipolaridad de los valores lo posibilitan; pero requiere que las personas adopten una estructura disciplinaria, reasumiendo con seriedad el sistema de normas que hacen posible que los valores sean concretos.
Queda demostrado que los valores se
evidencian en el cumplimiento o incumplimiento de la norma moral que los hacen
valer. Eso quiere decir que la impuntualidad sólo pone en evidencia un sistema
de normas frágil y en crisis. Si las personas, o los colectivos, los incumplen
es por su debilitamiento.
Por tal motivo, cuando se afirma que la impuntualidad
ya es un modo de ser, incluso cultural, se está afirmando que el sistema normativo
ya no existe, está débil o se ha socavado. En tal situación, lo único que queda
es la irresponsabilidad, en tanto negación del valor.
Una sociedad hundida en la irresponsabilidad simplemente no funciona. Cualquier país estaría condenado a la miseria moral y al subdesarrollo humano. En cierto modo podemos afirmar que, nadie sacará a nadie del atolladero si la misma persona no se impulsa desde sus mismas fuerzas. Sin embargo, la misma sociedad puede, y de hecho facilita que sus individuos se reanimen, de lo contrario, como en una peste, ponen en estado de riesgo al resto sus miembros.
Al derrumbarse el sistema de normas, ¿qué queda?:
pues, fundar uno nuevo. O refundar los ethos revalorando la riqueza de aquellos
que han dado consistencia a las sociedades que nos han hecho evolucionar como
personas hasta el día de hoy. Pero esta tarea, de no venir por los cauces de la
cultura, la tradición, las instituciones, el sistema de creencias y valores,
será siempre inútil.
Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda
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