Vivir la Vida
Toda la vida es una preparación para
la muerte. Al parecer vivimos para morir.
Esta afirmación parece extraña y absurda. Pero no lo es.
Por no pensar en la muerte esta no dejará de llegar. Todos avanzamos con ella a cualquier dirección que nos dirijamos.
Cada instante vivido, al que llamamos pasado, en realidad son trozos la muerte. Un segundo vivido no retorna nunca, tampoco regresamos donde un día estuvimos.
Por no pensar en la muerte esta no dejará de llegar. Todos avanzamos con ella a cualquier dirección que nos dirijamos.
Cada instante vivido, al que llamamos pasado, en realidad son trozos la muerte. Un segundo vivido no retorna nunca, tampoco regresamos donde un día estuvimos.
Vivir es tomar conciencia de la
vida para vivirla. Eso se capta con los cambios grandes y pequeños que la muerte nos muestra, para permanecer despiertos.
Una persona despierta, se asombra
y maravilla por todo. Saluda amablemente, agradece por todo, celebra con el
humito del café caliente, baila cuando se baña, canta mientras maneja. Siente la
vida.
La muerte acabará con nuestras fuerzas
una tarde cualquiera.
El silencio se impondrá como el viento huracanado en la montaña. Ausentes. Seremos el olvido para quienes avanzan en sus prisas. Entonces, todo en este mundo habrá terminado. Todo.
El silencio se impondrá como el viento huracanado en la montaña. Ausentes. Seremos el olvido para quienes avanzan en sus prisas. Entonces, todo en este mundo habrá terminado. Todo.
Diariamente somos testigos de
tantos finales. No sólo de la noche para dormir o los noventa minutos del buen
fútbol. También se acaban los años de la primaria, la soltería, los días de la navidad
familiar. Si no somos nosotros quienes se despiden, serán nuestros padre. En fin, tantos finales, parecieran “normales”. En cierto modo lo son.
Extraña y paradójicamente, sólo
los cambios y la muerte dan consistencia y alegría a la vida, aunque esta sea de trabajo agotador, de carencias económicas o de salud.
La resurrección de Jesús sólo se comprende a la sombra de la Cruz. La ternura de una mujer aparece asombrosamente el día que se convirtió en Madre. Pero tuvo que morir a la frescura de la soltería.
La resurrección de Jesús sólo se comprende a la sombra de la Cruz. La ternura de una mujer aparece asombrosamente el día que se convirtió en Madre. Pero tuvo que morir a la frescura de la soltería.
O sea, la muerte da sentido a la
vida. Con la muerte aprendemos las mejores lecciones para vivir la vida feliz,
que acontece bajo el cielo y la piel.
Cuando llegues a este punto,
habrás sido consciente de lo grandioso que es vivir. Que de todas las cosas, el
tiempo es el factor más determinante; que la vida se acaba como el oxígeno al
pez fuera del agua. Que por tanto, sólo debes vivir, perder el tiempo con
quienes amas. Eso es vivir.
Habrás vivido cuando comprendas
que morir sólo es un momento más del sinuoso camino de la vida. Que no siempre depende de ti.
De la muerte nadie tiene control, solo la vida. Dios. En todo caso tomar control de la muerte es tomar control de la vida. Tener conciencia de esa realidad es vivir la vida feliz.
De la muerte nadie tiene control, solo la vida. Dios. En todo caso tomar control de la muerte es tomar control de la vida. Tener conciencia de esa realidad es vivir la vida feliz.
Por: Fr. Gvillermo Delgado O.P.
Foto: jgda
Este escrito esta hermoso. Me encantó...
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