el Misterio de Dios
Es imposible comprender el misterio de lo divino sin
comprender el misterio de lo humano. No es posible, a la vez, acceder al
misterio de lo humano sin compenetrar en el misterio divino.
La comprensión del misterio supone la participación y abrazo
de lo humano con lo divido. Cuyo abrazo no es un puro acercamiento como algunos
quieren hacerlo creer. No. Ese abrazo indefectible ha quedado sellado como en
una alianza, en el amor radical que Dios ha mostrado en su hijo Jesucristo. Por
tanto, es de unión y amor puro que ya nada ni nadie lo puede romper jamás.
Cuando contemplo el llanto de los bebes recién nacidos y la
desesperada actitud de sus padres por aquietar sus gemidos, confirmo el
sentimiento íntimo de quien extraña a un amor único y extraordinario, que
se visibiliza en otro amor semejante (el de los padres respecto a los hijos).
Esos llantos me han permitido entender los tres pasos del misterio humano, que describen el vínculo
con lo divino. (Para mayor comprensión lo hago con la analogía de los tres pasos).
1. El primer paso tiene que ver con el nacer. Sin excepción,
todos venimos de Dios: quien como “espíritu puro” perfecciona lo mejor del
padre y lo mejor de la madre, porque él es padre y madre al mismo tiempo. En este
primer nacimiento, somos acogidos en los brazos de una “madre que nos dio a luz”.
2. El segundo es el paso por este mundo. Tiempo único y breve. Donde
ponemos a prueba las capacidades de aquel perfeccionamiento de donde
procedemos. Este es el mundo de las posibilidades y de la libertad, que, por lo
mismo, puede ser de realización o de pérdida, de salvación o condena.
Bienaventurados aquellos que eligen el camino del perfeccionamiento. Con razón las
palabras del maestro suenan tan tristes en el alma cuando dice: de qué le
sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida, y ¿qué puede hacer
para recobrarla?
3. El tercer paso del misterio es el de la muerte. “Extraña” e
imposible de conocer, porque mientras vivimos, ella es lo más ausente posible,
y al morir, la vida no puede ser vivida nunca más, al modo del paso por este
mundo. Quizá por eso hasta el mismo Jesús en la víspera de su crucifixión dijo que
sentía una enorme tristeza de muerte.
La muerte es el segundo nacimiento. Sólo que
esta vez no somos acogidos en los brazos de nuestra madre, como en el primer
nacimiento, sino en los brazos del Padre.
En el misterio se dan a conocer todos los secretos del amor.
Nada puede quedar oculto. Es decir, el misterio no tiene que ver con lo que no puede ser conocido, sino con lo que se nos muestra en el amor extraordinario.
Tres pasos tenemos, una sola vida y esta es la que
viene del primer y único amor, de quien venimos y a quien retornaremos.
O sea que, el paso por
este mundo es tan breve porque es de retorno a la fuente de donde
procedemos.
Ahora tengo la oportunidad de hacerme en el misterio y este,
sólo puedo alcanzarlo en el amor. El “ahora” (el tiempo en que te amo) es el “mientras
tanto” me encamino, y te encaminas conmigo, al abrazo unitivo de quien es la
vida y el amor.
Por: José Gvillermo D. OP
Foto-Arte: Sra. María Elida, 1959, a sus 21 años de Edad. Para entonces yo era un proyecto de amor, nada más. Años más tarde me dio a luz.
jueves, 17 de mayo de 2018