Viendo "Posts antiguos"

LA MUJER VESTIDA DE SOL

Virgen del Rosario, Templo Santo Domingo, Guatemala.
También hemos aprendido que la madurez de la humanidad no se alcanza con la madurez de la razón ni con el domino de las leyes de la naturaleza. La madurez de la humanidad se alcanza en ver lo humano como un todo, más allá de las diferencias. Lo humano que abarca lo masculino y lo femenino, a los niños y las niñas, a los ancianos y a las ancianas, al hombre y la mujer en comunión entre sí y con su creador. La madurez está en los atisbos, aún primarios, de quienes intentan superar las diferencias a veces conflictuadas entre las generaciones adultocéntricas que imponen criterios diciendo que todo pasado fue mejor, y las generaciones jóvenes que sin distinguir entre lo real y lo irreal creen y crean un mundo basado en lo superfluo y efímero. La madurez llegará cuando el pasado mejor de los adultos y el mundo efímero de los jóvenes se recree desde el corazón de los niños que aprenden a hablar y a crecer de los brazos y palabras de sus padres. Quizá entonces podremos con orgullo enarbolar la bandera como mojón que indica que algo del paraíso terrenal brilla en nuestras inhóspitas calles de la ciudad y del campo. Sin duda que necesitamos de modelos que nos orienten y nos señalen rutas, nos redireccionen, que nos permitan retomar el buen camino que traíamos; modelos que nos ayuden a encontrar el punto en que nos perdimos. Nos ayuda muchísimo la mirada fija de María en su Hijo, el hombre nuevo. La Mujer vestida de sol, que iluminada ilumina lo que ahora encontramos denigrado, lo femenino de lo humano. Ya, estamos enterados que por una mujer Dios vino al mundo, por qué no asistimos a esa verdad y de una vez por todas, damos el valor a quienes son las preferidas por el Señor. No olvidemos esto, en María, somos iluminados todos nosotros. Ella la Virgen del Rosario que no tiene los ojos dirigidos a lo alto, como extraviada en las cosas eternas, o por encima de ella misma, no, sus ojos están dirigidos a nuestros pasos, mientras sostiene fuerte al fruto de su vientre, al sol que le ilumina a ella mima y al mismo tiempo ilumina nuestros pasos. 
Por: Gvillermo Delgado
 Foto: varias
domingo, 27 de octubre de 2013

LA ESTATURA HUMANA

A lo largo de los siglos hemos aprendidos a nacer y crecer de todos los modos posibles. Pero nunca nos hemos dado por satisfechos. Por eso hemos aprendido a comprender nuestro origen y destino, y no sólo a encontrar explicaciones acerca de las causas primeras, el motor inmóvil de Aristóteles, o comprender qué será de nuestra vida una vez se extinga el cuerpo o el mundo, sino comprender el por qué de nuestra estatura y dignidad. De ahí que nos ocupemos en crecer y caminar hacia el lugar que nos corresponde. Ese lugar no es sólo una realidad fuera del mundo sino en el aquí mismo del mundo donde acontece la vida, el dolor y la muerte, aquí donde Dios ha caminado, y sigue caminando, pues, él mismo dijo que se quedaría entre nosotros: sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20), dijo. Es cierto que mientras el mundo presente sea el de los niños felices, donde vuelen las aves entre las ramas, nazca el agua que genera la electricidad, el mundo de las buenas relaciones humanas, un mundo donde ser pobre no es señal de ignorancia y desprecio, entonces el futuro que nos direcciona inevitablemente será consumado en Dios, porque ya, de alguna manera hemos alcanzado la ruta, la dirección más original.

Por: Gvillermo Delgado
Foto: de Varias

¡Ay de ustedes!

Dios no castiga, la misma persona es sometida por sus propias dictaduras.

A propósito de Lc 11, 47-54

¡Ay de ustedes! 
Esta sentencia advierte sobre una maldición que está por venir. Maldición que viene en el camino de la misma persona. Jesús distingue entre lo real y aparente de los comportamientos y advierte del peso que se impondrá sobre quienes enceguecidos están perdidos en el limbo de sus propios engaños.

Erigir monumento a los profetas, a las personas, que fueron asesinadas por ellos mismos o sus padres o parientes, es una burla que intenta tapar la culpa propia, la mala conciencia. Clara actitud de hipocresía. Es parecer bueno y no serlo. Pero vendrá el castigo, desde dentro o fuera de sí mismos. Dios ha trazado el camino que nos conviene. Es la persona extraviada o mal direccionada quien en su propia necedad termina en el abismo de sus maldades. O sea, Dios no castiga, la misma persona es sometida por sus propias dictaduras.

El propio pecado, al tocar techo, reclama el juicio sobre sí mismo. Porque es faltar al amor al hermano, a uno mismo y a Dios. Cuando el peso ya es insoportable, se imponen las consecuencias. Es el momento de “pedir cuentas”, de ordenar la propia vida, no la ajena. El cuerpo no soporta tantos desvelos. Nadie puede vivir tanto tiempo en el límite. El fuego termina por reventar. Llegar a este punto siempre es una fatalidad. Pero, a veces se hace necesario para reemprender el camino, volver desde el propio olvido.

Pronto darán cuanta aquellos que no se arrepienten a pesar que han recibido gracias especiales. !Recuerda esto¡: al que más se le da, más se les exige. La peor maldición no es la que viene de fuera, sino la que se impone la propia persona, debido a su necedad. Entonces se arrastra, como gusano; come el polvo de la calamidad. Llegado a este punto, la persona minimizada, decide  mantenerse como insecto o reivindicarse hacia su condición más original, en que fue creada.

Quien tiene la responsabilidad de guiar y servir a los demás (como las autoridades en los pueblos, o los religiosos en la Iglesia) y no hacen lo que es de sus competencias, deben atenerse a las consecuencias que no tardaran en imponerse. Sobre todo cuando con las falsas interpretaciones de la ley o de las Sagradas Escrituras, impiden el acceso al justo conocimiento de Dios y de la salvación ofrecida por Dios. 

¡Ay de ustedes!

Por: Gvillermo Delgado
Foto: Miriam Aragón Mancilla
miércoles, 16 de octubre de 2013

Cahabón



"Estoy siendo revestido de verde azul". Foto: jgda. Panorámica de Cahabón

CAHABÓN
Se que estoy lejos
cuando miro 
la sierra vestida en azul.
En mi mente 
papalotea la sensación redundante
que yo soy chamá.
Que estoy en todos los colores
despenicados en la flores y las hojas.
No puedo apartarme
de ese efecto que
soy la mañana,
soy el río,
soy la luz del medio día,
soy el atardecer de la vida
en este rincón del universo,
donde extrañamente
vivo y muero
al mismo tiempo.

Sé que he llegado,
que estoy dentro,
en las raíces secretas
que sostienen el cielo,
porque en cada gente 
aparece un sol naciente.
No es una banal sensación.
No. es que ¡Por fin, estoy en Cahabón!

Sé que ando
en el cerro o el valle:
me miras, te miro.

Nos vamos o venimos 
con los sueños al hombro.

Foto: José Manuel Caal
Sé que me he quedado
porque tu
me divisas cuando
estoy siendo recreado,
revestido en verde azul.

Estoy siendo crismado
en los grises del incienso
que se visten de la savia y el fuego.
Estoy siendo alcanzado
en todas las frutas;
caído en el sueño,
y de fuerzas henchido
para darle a todo su lugar. 
Sé que la divinidad
su mirada posa
en cada cosa,
en todos los detalles;
que me teje por dentro,
que me convierte en los valles
que desde siempre
vieron los ancestros;
en los cerros cercanos,
en los cerros lejanos,
en el cerro-madre,
en el cerro-padre,
en las hijas,
en los hijos;
en lo que ya ha pasado,
en lo que está por venir.
En todo eso me conviertes.

Ya, distante
soy el águila de tu cielo,
el rubor del achiote,
que atrapa el atardecer,
ese que deja en calma el alma
después de la lluvia:
la chispa eterna, 
que rompe la noche,
ilumina la taza
que en sorbos se inclina,
para saciarnos
de la esperanza, del sueño,
del dormir tranquilos.

Ahora, sólo queda
arrancar la planta envenenada,
de aquellos que en maldad, 
o segunda edición,
viven  la oquedad, 
la terquedad;
nos toca
aniquilar, pues,
la sed maldita
de aquel que confabula
en el engaño,
en la triste fábula
al decir que la felicidad 
Foto: José Manuel Caal
viene el próximo año;
arrancar la sed
de aquel que mata la flor,
del que empuña la hoz,
entristece el canto,
y a la gente la voz quita.

Perdón! 
Sólo quise decir
estas cosas
de allá, 
donde viven
aquellos desde antes,
desde antes de la salida del sol.
Los que esperaron el amanecer.

Todo esto que te digo
¿es pura presunción
o, es que 
me traje todos los colores
en el alma?

Lo digo,
desde aquí
donde
 sigo mirando
azul en las montañas.

Por: Gvillermo delgado
Fotos: jgda

__ 11Kawoq, 17ch'en [26/09/13].
jueves, 26 de septiembre de 2013

La Calle


Foto: Sonia Pérez
No siempre sabemos
si la calle
va o viene.
Tampoco dónde está
su final.

La calle vacía
musita
en  procesión
aquellos pasos,
que no avanzaron
a su destino.

La calle
sabe de mucha gente,
que no avanza
ninguna parte.

Foto: Ricardo Guardado, 2013.
Vacía
la calle 
es destino abierto.

La gente sin calle
muere:
No tiene dónde ir.

La calle está               sola.

La calle
sin gente
luce infinita.

[Así quedaron los caminos recorridos. Aquellos que guardan mis pasos. Que otros desandan].

Por: Gvillermo Delgado OP
(De mis viejos poemas)
Foto: Sonia Perez y Ricardo Guardado.


martes, 24 de septiembre de 2013

Camino


Cuando vienes 
vas al mismo tiempo,
al buscarte 
yo me encuentro.

Y es porque
sos camino:
El camino.
Por ejemplo,
si vas es porque sabes llegar,
si vienes es porque sabes que te espero.

Entonces, si transitas en tu propio camino
ahí me calco a tu sombra…
Entonces vamos!

Gvillermo Delgado
(De mis viejos poemas)

Morir

Moría por estar ahí,
y, nunca supe llegar.
Entendí, por fin, 
que no voy a ninguna parte.
Llegué cuando no te buscaba,
y moría cuando llegaba.

Gvillermo Delgado
(De mis viejos poemas)

Retrato en sepia



"Retratados en sepia.
En instantes,

tú eres la flor que antes admirabas,

yo la harina que te alimenta".
(Extracto de Esa vida mía)
.
Por: Gvillermo Delgado
Enero/febrero, 2012.
viernes, 13 de septiembre de 2013