De Gvillermo Delgado OP
Arte: [en línea]
Por: Gvillermo Delgado, OP
Foto: jgda
Existe en un dileme infranqueable en el ser humano que consiste en el anhelo de una persona
adulta por volver a ser como niño y la de un niño por llegar a ser como un adulto.
La explicación que cada quien se hace con este realidad frustrante tiene que ver con que nada puede ser saciado de una vez para siempre. Trantándose de como se define cada quien, teambién, es facil saber que el fundamento de sí mismo se aparece en el modo en que las otras personas nos ven y nos asumen y al mismo tiempo en el modo como en que uno mismo se mira y afronta la vida.
Eso explica en parte que, añorar lo otro (o a la otra persona) es reafirmar lo propio. Porque nadie existe sin estar
referido a a alguien o a algo y al mismo
tiempo, ninguno puede estar referido a alguien si antes no está referido
así sí mismo o a su propio interior.
O sea que, nadie puede llegar a
ser alguien sino es a partir del otro. Yo soy yo, porque tú eres tú.
Tú eres mi fundamento. Tú me perfeccionas.
De ese modo, y sólo después de ello,
el yo desciende a su fuente interior para saciar su propia sed. Luego la persona se eleva para
dar de su agua a otros sedientos. Porque del mismo modo como yo me fundo en ti,
tú te fundas en mí.
Amar al prójimo es amarse así
mismo. No hay cosa más grande que encontrar a Dios en ese intercambio, ya que
estando tan dentro cómo tan fuera del alma, ha de ser la razón de la búsqueda. No existe otro modo de acceso a Dios que no sea por lo ya conocido, ni una
añoranza más grande que beber de su agua, que sacie la sed de eternidad.
Mientras camines en este mundo necesitarás
ser como niño sin dejar de ser adulto y ser adulto sin dejar de ser como niño. Seguramente,
un día comprenderás que lo que realmente buscabas no era otra cosa que ser
prójimo de Dios.
El afán de la búsqueda define los privilegios de cada quien. De tal modo que, siendo niño o adulto nadie quiere abandonar la condición presente, sino añadir aquello que aumente la admiración de sí mismo.