La Gracia de Dios Hechos y Palabras jueves, 6 de julio de 2023 Sin Comentarios

 


La gracia de Dios


El ósculo de la paz es el gesto fraterno, 

el gesto de la comunicación del amor.



Por: Gvillermo Delgado OP

Homilía del 25 de abril del 2023.

Transcripción literal de: Lorena Natareno.


 

Los vecinos de Galilea al mirar a Jesús hacer milagros se preguntaban entre sí: ¿De dónde le viene a éste tal poder? ¿Con qué autoridad lo hace? En nuestra tradición decimos que esto es “fruto de la Gracia”. La Gracia de Dios estaba con Él. Él crecía en Gracia y Sabiduría.

 

La sabiduría es la capacidad de añadir conocimiento a partir de la experiencia del ensayo y el error.  Desde los golpes que nos vamos dando, la sabiduría crece. Con lo que aprendemos a saber decidir, saber alejarnos, saber estar, saber hablar, saber callar… ¡esto es la sabiduría humana!

 

El plus de la Gracia

 

La Gracia es otro nivel. Es el plus que nos va elevando, que va transfigurando esta sabiduría en algo diferente. Tú puedes tener mucha experiencia, mucha sabiduría para integrar experiencias; para aconsejarte a ti mismo o para aconsejar a los demás, pero no siempre tienes el plus de la Gracia.

 

Hay muchos entre nosotros que enlistan consejos o recetarios para vivir bien en tres puntos, cinco puntos. Pero nunca son suficientes, si quien da el consejo o quien lo recibe no tienen la Gracia. El consejo en sí mismo no basta. ¿Cómo comprender esto?

 

Si sigo los cinco pasos que me dan para vivir, pero no me resulta nada de lo que pretendo alcanzar: a lo mejor me sale un cangrejo o acabo haciendo rarezas.

 

¿Qué es lo que me falta entonces? Díganlo… díganlo… ¡la Gracia! ¿Y, cómo se adquiere la Gracia? Con frecuencia afirmamos que somos unos “desgraciados”. Lo decimos en el sentido de que no tenemos gracia alguna, en nada. Y se nota.

 

En el Bautismo se nos infunde o regala la Gracia. La Gracia es lo primero que recibimos del bautismo. Hay aquí una condición particular por la cual no solo crecemos: comiendo, estudiando, aprendiendo, cuidándonos o dejándonos cuidar; sino que crecemos con la Gracia de Dios. La misión de los padrinos del bautismo y de los papás del niño es cuidar esa Gracia, para que esa condición original en que hemos introducido nuestra vida individual en la vida de la comunidad se mantenga. Por eso los Sacramentos en los que posteriormente se nos pide participar: La penitencia, la Eucaristía… es para mantener viva y actuante esta Gracia en nosotros.

 

Esta es una capacidad extraordinaria que no depende de nosotros. Esta capacidad es al mismo tiempo un poder que Dios nos da en la justa medida, de acuerdo con lo que cada uno va cultivando. Por eso, para recibir la Gracia requerimos ausencia de pecado. Así Dios interviene en cada uno y la Gracia tiene efecto en ti. En este punto tiene sentido la pregunta que muchos hacen: - “Mire Padre, ¿y si no me he confesado, yo puedo comulgar?”

 

¿Cuántos comulgan sin confesarse? Supongo que la mayoría: ¿O no? Que es lo mismo, cuántos andamos en situación de pecado, aun así, accedemos a la condición de lo sagrado o al menos nos atrevemos a participar de lo divino.

 

Los efectos de la gracia


La pregunta sigue en pie: ¿se vale o no se vale? ¿puedo o no comulgar? Echen agua limpia en un trasto sucio ¿qué ocurre? El agua permanece limpia, sólo se enrarece en el trasto. El trasto no permite que el agua permanezca limpia por estar sucio. La Luz pura y santa alumbra el charco permaneciendo pura. Por tanto, si tú, por ejemplo, vienes y recibes los sacramentos estando en pecado, pues esa fuerza, ese poder de Dios no tiene el efecto en ti; qué sí tuviera si fueras un vaso limpio. Es cuestión de vida interior. El sacramento, como participación de lo sagrado, no tiene efecto en ti, si tú no tienes esa disposición interior.

 

Hay entre nosotros algunos que no se confiesan o no se han confesado nunca, tampoco participan de los Sacramentos como si no hubiesen sido bautizados. Así viven toda su vida. De ellos, otros afirman que, sólo vienen a la Iglesia chineados: de niños o casados, luego cargados al despedirse de este mundo con los pies fríos.

 

La Gracia se nos da para hacer uso de ella. Dios actúa en nosotros y a través de nosotros. Con la Gracia dejamos que Dios haga los milagros que Él ha hecho siempre. Para eso necesitamos esa Gracia que actúe en nosotros.

 

Quiero aludir de manera especial a las enseñanzas del apóstol San Pedro en su primera carta. (Las cartas de San Pedro tienen una connotación de mucha ternura, de hecho, a Juan Marcos lo trata como “mi hijo” o como hijito). Al escribir el Apóstol va recogiendo su experiencia, de cómo en él ha surtido efecto la Gracia, y cómo ese efecto es notorio en los milagros que él hizo; y dijo: “no es por mí, es por la fe que tengo en Cristo, por Su poder que está en mí. No soy yo”. Esa claridad le definió siempre, por eso se le llamó el pontífice (o sea, puente: instrumento para llegar a Dios).

 

La gracia en los humildes

 

Nadie será puente si la Gracia no está en él. Tampoco si no tiene la capacidad para resistir a la adversidad, como el León alado que simboliza al Evangelio de San Marcos. Recogemos un consejo que nos deja el Apóstol en el comienzo de esta carta, cuando dice: “Que, en su trato mutuo, la humildad esté siempre presente, pues Dios es enemigo de los soberbios y en cambio a los humildes les concede su Gracia”.

 

Si les pregunto: ¿ustedes quieren y necesitan la Gracia de Dios? Me imagino que la mayoría dirá que sí. Yo les diría a la manera de Pedro, “pues sean humildes”, bajen el listón, bajen ese garbo, bajen esa soberbia, y al hacerlo, lo que les quedará es la humildad.

 

La humildad queridos hermanos, consiste precisamente en reconocer los propios límites. Reconocer las debilidades. Pero no solamente reconocerlos y seguir siendo el mismo débil y limitado. Reconocer los propios límites es no ceder a aquellas cosas que contradicen la humildad. El soberbio es aquel que se cree y presume; y el pecado en él está precisamente en lo él que hace con lo que se cree y lo que presume.

 

¿Cómo tratas a los demás? A algunos les dan un poquito de poder y se marean. No saben los pobres qué hacer. Son unos pobres desgraciados que dan lástima; porque creen que tienen todo el poder olvidando que son gurús de paso. Al final de todo terminan, terminan siendo tan frágiles como los demás, eso que en cierto modo define la humildad. Tiene que ver con lo que el mismo Apóstol dice: “sean sobrios”.

 

La sobriedad es vivir sin mayores pretensiones. Si lo que tienes es fruto de tu trabajo y lo has conseguido no con el afán de tener por tener, ni ser en base a lo que tienes; sino en función de ser humilde, entonces has dado lugar a “ese algo especial”. Eso es reconocer los límites, dejando que la Gracia obre en ti o que Dios permita en ti hacer lo que Él haría si estuviera aquí en medio de nosotros.


Ahora Dios actúa en medio del pueblo a través de ti y a través de aquellos que les ha dado Su Gracia, Su Poder.

 

Esto es precisamente lo que el Apóstol nos aconseja en el capítulo cinco de esta carta, cuando habla de aquellos que viven en la Gracia. Ellos, no solamente tienen el poder de sanar, de aconsejar, de llevar la sabiduría a un nivel distinto, sino que al mismo tiempo tienen capacidad de buen trato, de buenas relaciones. Aquí están las palabras que él aconseja y que a mí siempre me han gustado, cuando dice: “salúdense los unos a los otros con el beso fraterno”. A eso se le llama también el ósculo de la Paz. Algunos lo llaman el “beso santo”.

 

El ósculo de la paz


¿Cómo se saludan ustedes? Con eso de la pandemia nos pusieron muchas restricciones y tan bonito que es saludarse de beso ¿verdad? El “ósculo de la paz” es el beso que transmite o comunica la ternura, la belleza del trato. En nuestra cultura es costumbre saludarnos con un beso en la mejilla. Algunos interpretan este modo de tratarnos y de mostrar nuestra ternura de un modo particular, especial.

 

No sé si ustedes tienen la costumbre de besar la frente. Es un modo de comunicar lo que quiero o que recibo. Yo siempre he interpretado ese beso como el ósculo de la paz, que es el gesto fraterno, el gesto de la comunicación del amor. Pero esto solamente se lo dan aquellos que saben que entre el tú y yo fluye un modo particular de ser. Pues San Pedro nos lo pide para toda la comunidad; o sea, para todos aquellos que han recibido la Gracia, a aquellos que han superado la soberbia, aquellos que con la Gracia del Señor saben que Él está actuando en ellos, pues en ellos ya hay un trato preferencial, un trato especial… en el ósculo de la Paz. Queridos hermanos, que la Gracia esté con ustedes: ¡Amén!

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