Las Etapas de la Vida
Nacer no es suficiente
para vivir. Vivir es conocer las leyes de la vida. Con razón, “los más grandes
enseñan a los más pequeños” a descifrarlas y a hacerlas valer.
Nacer frágiles con las
manos apretadas es indicación que somos por naturaleza necesitados. Sólo el día
en que nos despidamos de este mundo abriremos los puños. Aquel día quedará liberado
lo que se nos dio a la hora de nacer.
La muerte es no necesitar
nada. Y debe ser posible mientras vivimos. En cambio la muerte física se impone en el silencio, la frustración y el
llanto, porque fue entendida sólo desde la "necesidad y el aburrimiento".
¿Por qué entender la
muerte como final y no como principio? o ¿Por qué la muerte debe ser solamente
física? El día que la muerte sea más existencial y no física, viviremos al modo
como lo enseñó la Madre Teresa de Calcuta, quien iba con las manos extendidas,
nunca empuñadas. De ella aprendimos que las manos extendidas son las del amor y
las empuñadas del egoísmo y el odio. Eso es morir para vivir.
¿Por qué sólo en las
etapas de la juventud la definición de sí mismo se construye en base a los
anhelos y la realización? y ¿Por qué conforme la persona toma decisiones y asume
responsabilidades el pasado empieza a ser el horizonte más querido?
Aprender a vivir no es
fácil. Conforme nos alejamos de la niñez, la nostalgia de lo que fuimos empieza
a imponerse. Nos convertimos en sentimentales. En los recuerdos encontramos el mejor
refugio que nos define. Quiero decir que, con el paso de los años la memoria discrimina
lo próximo y se remonta a lo recóndito. La memoria se hace más selectiva, nunca
olvidadiza. La vida se manifiesta tal cual. Pero, para muchos ya es tarde. Yo creo
que para la vida y el amor nunca es tarde.
Es cierto que con la
ancianidad la muerte física se asoma, como el sol matutino entre las montañas,
tan cierto que el cuerpo en su decaimiento lo recuerda a cada instante. Sin
embargo, junto a la muerte, se impone impetuoso, un amor en estado puro; sobre
todo, al descubrirse la persona, así misma, en las generaciones que heredan sus
genes. Con justicia, los nietos, para los abuelos, son el gran amparo y
fortaleza. Y para que quienes aman la vida en todas sus manifestaciones, ese mismo
hecho los recompensa a cada instante y más allá del tiempo.
Demasiado tarde llegamos
a comprender que la única manera de no morir está en relación con el amor que
damos y el amor que recibimos.
En el amor no cesamos de
aprender y no cesamos de enseñar. Sólo en el amor es posible vivir la vida
hasta el final. Porque ese amor en que amamos nunca fue nuestro, es y sólo
puede serlo de Dios.
Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: Familia Delgado-Acosta
lunes, 21 de enero de 2019