SILENCIOS Hechos y Palabras lunes, 21 de noviembre de 2011 Sin Comentarios


 

¿Adónde van los amigos
cuando empiezan a despedirse
en la piel y las pausas del alma?

¿Van por otro camino
distinto de donde vinieron
a este mínimo momento
de aire,
de tierra,
de agua
y de luz?

De quienes no supe,
de quienes aún tengo
soy deudor
de argumentos,
de la dirección
de la vereda enmontada.

Se van callados y desnudos,
dormidos sin sueño,
de la verdad concreta,
de las tardes en cansancio,
y del patio en sepia
que dice a los pinos inmóviles:
¡Mira las montañas más altas
Que la luz te permita!

Por: Guillermo Delgado
Fotos: jgda

 
Mi propio comentario

Cuando desciendo a lo más auténtico de mi existencia, no puedo omitir ver, como ave fénix, algún difuminado vuelo de donde extraigo de a poquitos las esenciales reminiscencias recónditas en los abismales letargos...

Los domingos por la tarde, suelen ser, aún no sé por qué, ese “cuando divago” con facilidad entre la espesura presurosa de las sombras o la lejanía arcana del misterio, que a veces cae de golpe en el simple calco de un techo sobre el suelo o las montañas agrestes e inertes.

Este escrito es uno de esos. Puede ser el esbozo de una muerte o su preámbulo, que con frecuencia deja la ausencia de aquello que sin siquiera asomarse deja ese halo de ausencia. O quizá porque empiezo a despedirme poco a poco de esta Casa de Cobán, que me ha mostrado la misericordia concreta...

Me voy con mis plumas de quetzal, mi ábaco infantil, mis piedras de río, con la agüita clara de las miradas de los niños, con la bravura del Rabinal Achí, para decir que debo terminar lo que he empezado… y es porque me voy a otros lares con mi amor simple.
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