Viendo "Posts antiguos"

La autoridad

La Pascua 2013. Templo Santa María Cahabón.  Foto: Ricardo Guardado.
Tienen al Maestro delante. Su autoridad no era considerada del buen Espíritu. Intentan sacarlo de la arena política y de todo ámbito de influencias. La finalidad es la aniquilación. ¿Cómo lo hacen? Fácil: lo denigran, lo insultan. Lo desnudan en público. Ahí, sobre una cruz.
A la hora en que los débiles se quedan sin argumentos (esos que confiere la verdad), usan el grito, el insulto, el desprestigio. Entienden que la mejor manera de vencer es ridiculizar, hacer la guerra, torturar, mentir, retorcer las leyes a su antojo, o manipular la opinión.
Los seudopoderosos, necesitan de subterfugios (de las armas, los gritos, los insultos). Sin ello no son nada, sólo pura debilidad. Lo peor es que de la misma autoridad en que quieren imponerse desean adoctrinar  a los demás con emblemas religiosos. Convirtiéndose en puritanos y falsos.
Sin embargo, el movimiento es inverso. La moralidad y la ética es consecuencia o efecto de la verdad y el amor. De otro modo, la causa de la moralidad está en la raíz del amor y la misericordia. Esto no siempre lo entienden. Pero lo usan así, como estrategia para aventajar.
Cuando la moralidad no brota de su fuente, entonces es falsa, y nadie tiene que obedecerla.
Los que realmente tienen autoridad y fortaleza no se esconden en nada ni en nadie, simplemente aman. Son tan suaves como el agua, tan discretos como el amor. Son tan sublimes como la flor silvestre del camino que expresa su colorido y fragancia.
Recuerda que, “lo blando es más fuerte que lo duro, el agua es más poderosa que la roca y el amor puede más que la violencia” (Hesse: Siddartha).
El suave movimiento del agua moldea hasta la más dura piedra. Sólo es cuestión de tiempo.
Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: Ricardo Guardado 
miércoles, 20 de noviembre de 2013

Los prejuicios

¿Qué llevas puesto, qué piensas, de dónde vienes, quiénes son tus parientes, qué amigos tienes? 
Los del pueblo presumen conocimiento de él. Pero lo hacen despectivamente. Lo han visto caminar y trabajar desde que era niño. Es un artesano, que echa punta junto a su padre y camina con su madre. Luego, lo identifican por su trabajo y por el lugar que habita. Lo hacen con expresiones despectivas. Como si fuera indigno tener un padre carpintero o una madre en el vecindario. El caso es no pronunciar su nombre, ni reconocer sus buenas acciones. Por eso se refieren a él diciendo “ese”, “este”. ¿No será envidia, odio, o esas cosas que nacen cuando vemos brillar belleza en quien tenemos delante? Para los ciegos, la belleza de la luz es obstáculo para ver que aquel joven es movido por el buen Espíritu, y no por la fuerza del mal, el Satán, como ellos ven por ser hijos de las tinieblas. Por eso tienen una visión parcial y prejuiciada. Con razón decía Albert Einstein: Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.
El grado de conocimiento que tenemos de nosotros mismos determina lo que somos en la práctica, que se nota en la calidad de estima y de trato a las personas. Basta con mirar a las personas. Sospechar quien es, para condicionar mi modo y calidad de relación.
¿Qué llevas puesto, qué piensas, de dónde vienes, quiénes son tus parientes, qué amigos tienes? Date cuenta que eso será determinante para que te consideren y vean lo bueno que hay en ti; igual, tu, usarás esos mismos criterios para aproximarte y dejarte aproximar a las otras personas.
Es feo aceptar, que muchos acabamos siendo un eslabón más de esa cadena.
A pesar de todo, yo sí creo que es posible desintegrar un prejuicio. Aún, cuando signifique modificar las relaciones humanas, o perder a las personas para siempre. A veces quizá sea mejor. Como dijo el poeta, de mis tiempos de utopía: "amor mío tenemos que separarnos para que se salven los demás". Si asumimos acciones drásticas, más allá de victimización, diremos como el otro poeta: "me fui a la guerra,  pero nunca maté a nadie, y cada vez que disparaba siempre era yo quien salía herido". Démosle nombre a "ese", a "éste". Reverdecerá el desierto delante de tí.
  • Por: Gvillermo Delgado
  • Fotos:  Varias 
miércoles, 13 de noviembre de 2013

CRECER EN SABIDURÍA, ESTATURA Y EN GRACIA

«Jesús crecía en sabiduría, estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 40-41.51-52).





1.    Crecer en sabiduría es  aprehender la realidad tal cual es. Para eso se hace indispensable comprender las leyes de la vida buscando lo bello que en ella se manifiesta. Actuar -o hacer algo- para cambiar lo cambiable, aceptando aquello que no puede ser cambiado. Respetar esos principios es crecer en sabiduría. La sabiduría se adquiere a partir de ese sentido común. Diferente a la resignación, que mueve hacia el conformismo, y hunde a la persona en la más vil fatalidad de la pobreza.





2.    Crecer en estatura es leer desde la misma realidad corporal las leyes que nos gobiernan. Hay leyes que sólo desde dentro de "uno mismo" se comprenden. Sin embargo, siempre requerimos de la ayuda de quienes ya han crecido en en sabiduría en el cuerpo y el alma -nos referimos a los padres, o a las personas adultas-. Según nuestro cuerpo o somos niños o somos adultos. Quien siendo niño actúa como adulto o al revés, no crece de modo adecuado, se desordena en otros ámbitos de la vida. Crecer en estatura es comprender la realidad corporal, escuchar la música afectiva, erótica-sexual, intelectiva, y relacional.
Lago de Atitlán, Guatemala.  Prensa Libre, 2013.

3.    Crecer en gracia ante Dios y ante los hombres es plantarse uno mismo como amigo de las personas y amigo de Dios. La amistad es el regalo recibido como compensación por saber ofrendar el propio amor y saber acoger el amor venido de la otra persona. Crecer en gracia es permanecer en el amor, tal como lo dice Jesús.
Foto. Ricardo Guardado, Cahabón, 2013.
4.    Este crecimiento de Jesús, sin duda, le permitió abrir su existencia a la búsqueda y comprensión de la voluntad del Padre. Jesús no tuvo claro desde el principio cuál era su misión, ni cuál es la verdadera voluntad universal del ser humano -por tanto de Dios- con razón el Galileo necesitó crecer en sabiduría, estatura y gracia.
5.    La buena y gran noticia para nosotros consiste en que todo aquello que pasó en el cuerpo de Jesús -como todo cuerpo que crece hacia lo alto, como todo espíritu que que busca siempre algo más, como toda alma que se mueve hacia lo eterno y lo divino- no aconteció en un lugar cualquiera, digo, lugares como: la calle, la escuela, el trabajo, el deporte, los amigos, etc. Lo que experimentó Jesús fue en el lugar de la familia. En ese sentido "los otros lugares" sólo son como «la cruzcalle» que orientan a la familia. Con lo cual, todos los caminos conducen a la familia, porque todos los caminos tienen su como punto de partida a la familia. Ese es el mejor lugar para crecer en la sabiduría.

Por: Fr. Gvillermo Delgado
Fotos: Varias


sábado, 9 de noviembre de 2013