Viendo "Posts antiguos"

La Navidad reinventada

A: los pequeños de la casa: 
Carlos (El Nene), Diego, Edwar, 
Ariana, y Guillermo Antonio


Finalmente nos han hecho creer que lo único que otorga sentido a la vida es lo útil. Lo inútil mata.
Las cosas y las personas inútiles no valen la pena. El vaso o la bolsa de plástico “me sirve” sólo con su contenido, en su defecto es basura; igual pasa con las personas, quienes al clasificarlas en clases o condición social,  siempre queda un margen que llamamos "el resto”. De ahí vienen los marginados o los que sobran, quienes están demás en el mundo.
En ese sentido muchos valores entran en suspensión y crisis. Por ejemplo, los procesos educativos aprehendidos y perfeccionados en la tradición familiar y los conocimientos pedagógicos pierden vigencia; lo misterioso de la naturaleza sólo suscita curiosidad en los niños y las personas de ciencia; pocas personas llegan enterarse de donde les viene el agua y la luz eléctrica que consumen, a dónde van la basura y los desechos sólidos o líquidos… En ese panorama surgen nuevos credos, que se configuran al margen de “las verdades de fe religiosa” o de las grandes ideologías, filosofías o planteamientos políticos. La religión y el pensamiento triunfan sólo en la practicidad, que “resuelven cosas de la vida”.
Quiere decir que, el determinismo económico ha confabulado con la conciencia y la voluntad a favor de sus beneficiarios. Hace pocos años a esto le llamábamos enajenación. Y decíamos que debíamos liberarnos de ello. Ahora, silenciados, hemos bajado nuestros estandartes en las plazas públicas, y sin ser invitados al ágora nos enfrascamos en culpar y señalar la complicidad de los gobiernos con sus política públicas en beneficio de los procesos económicos, al margen de la población a quienes dicen representar; nos hemos puesto a celebrar en las catedrales de los supermercados gastando y dando culto a los dioses por ellos inventados, como al gordo santaclaus: el dios de la avaricia que se manifiesta generoso una vez al año. Quedando así representada la navidad: con sus símbolos, doctrinas, ritos, santuarios, adeptos y su dios. Esa figura de la navidad, (con minúscula), no tiene nada que ver con la comprensión de la Navidad (con Mayúscula) propia de la tradición cristiana. Esta otra navidad, con minúscula, ha sido reinventada desde los símbolos cristianos a partir de los años sesentas del siglo pasado. Los credos, los villancicos, los símbolos, las liturgias han sido validados de acuerdo a las utilidades. En pocas palabras la Navidad en su sentido más auténtico sólo existe en la nostalgia más lejana, aquella que un día se posó en la conciencia humana, y dio origen a los villancicos, a los portales, las coronas de adviento, las pastorelas, los rezados, el robo del niño, al arte culinario exquisito y original…en fin, a todo aquello que abre la sensibilidad hacia los otros y permite descubrir el misterio de Dios en los colores que surgen con el nacimiento del sol entre nuestras montañas, o filtrado entre las ramas de los arboles de pinos, liquidámbar, conacastes o el madrecacao.
Nos corresponde reinventar la navidad. A nosotros, quienes no creemos en la única verdad de lo útil, en la relativización de la verdad humana. 
Se trata de volver a ser como hemos sido creados. Se trata de volver el alma a su lugar, para que el espíritu que lo mueve todo nos permita soñar el presente que configura un mejor destino.
La Navidad para nosotros los humanos, humanizados (con el espíritu que lo mueve todo) nos permite buscar sentido a la vida hasta en las pequeñas cosas, porque reconocemos un origen y un destino, aunque a veces se torne opaco.
Instalados en la precariedad, abajo del puente, como parte del pesebre, la vida vuelve a ser inventada. Porque lo auténtico tiene que venir desde abajo, como la semilla que contiene la verdad de la savia y que impulsa todo hacia arriba.
Nos toca mirar hacia nuestra niñez, por ejemplo. Y reconocer en lo pequeño de los otros, nuestra propia grandeza. Cuando eso ocurra se impondrá la sensibilidad de nuestra propia naturaleza y nos haremos más solidarios con los que menos tienen, con los de a pie, con los sin techo ni salario, con el diferente por su condición sexual, étnica, y económica. La Navidad en estos términos nos instala en el patio de una ética universal.  Esa que sólo acontecerá cuando penetremos en el silencio de las raíces y nos veamos desde abajo, como sólo puedo hacerlo Dios, como sólo nosotros podemos permitirlo. 

Por: Guillermo D.
Quezaltepeque, El Salvador, navidad del 2012
jueves, 13 de diciembre de 2012

EL DESIERTO


 A propósito de San Marcos 1,12-15


Hay días de esos en que no sabemos qué hacer con la vida. Días en que abundan las preguntas sin respuesta. La existencia no vale, el universo un coco vacío, Dios el gran ausente. ¿Cómo sostener la ilusión? ¿Cómo alejarse del círculo vicioso de la rutina inútil? Esos días pueden ser de muerte.
¿Qué nos queda? Hacer camino. Nadie puede pararse. Las respuestas últimas a las preguntas infinitas las hallará cada quien, en su búsqueda permanente, a su modo, a su tiempo, con su Dios. Porque las preguntas son la respuesta misma, están dentro. No queda más que vivir la vida apasionadamente, con el vigor del espíritu. Todo esto es el desierto.

Empujados al desierto
¿Nosotros somos “arrojados al mundo” (Heidegger) como si la vida fuera enigma, crisis permanente? No. Mejor digamos que al ser creados hemos sido empujados al desierto.
Toda experiencia humana tiene sentido en similitud con la vida del Hombre-Dios, el Maestro de Galilea, porque él es paradigma de lo humano. Ese sentido hace del desierto quemante y sin ruta, parte del ser de la existencia. Nos permite comprender que “ahí hemos sido puestos, no arrojados –como expulsados de un paraíso que nos pertenece-, empujados para pulir las imperfecciones en las que hemos caído, por lo que andamos agachados. El Otro Espíritu, mueve. Nos remueve. El desierto es la necesidad de la perfección.
Si nuestra existencia no es condena sino la ruta a lo perfecto, quiere decir que ese destino no lo perdemos nunca; por más que aparezcan los espíritus malos y ensombrezcan, llenen de tristeza y de sinsentidos a la vida. A pesar de eso debemos quedarnos en el desierto, hacer el camino, ahí donde los ángeles le servían al Señor.

Se ha cumplido el plazo
“Si perseveramos hasta el final”, ¡Qué alegría será decir: “he llegado a la meta” –cómo dice el Apóstol-. Que no es otro cosa que habitar “el tiempo nuestro, el tiempo de Dios”. O es porque hemos cambiado, y aprendimos a mirar de otra manera. Como los niños, con simpleza.

 He aquí mi secreto. “Sólo se ve con el corazón”. Lo esencial es invisible para los ojos”. (Palabras de despedida del zorro, al principito).
  
 Por: Guillermo Delgado
Fotos: Sonia Pérez 
miércoles, 22 de febrero de 2012

ESTA VIDA MÍA


Esta vida mía, que no es mía
debe ser tuya;
porque he sabido que:
en tus manos es gota furtiva,
en tu boca verdad quemante,
en tu corazón llama que llama,
en tus pies palabra concreta.

Será por eso que
me desgranas al andar,
abandonándome al azar,
tras tu paso.

¿Qué seré para el mundo?
¿Qué diré a los transeúntes de la tarde?

Mirando lejos
la infancia a que no regreso más
y a los caminos siempre nuevos:
qué hallé sabiduría en lo fútil
sentido en el espesor de la piel.
 
Además, indico
como el grano llega a mazorca
y la distracción mide los años.

Retratados en sepia:
en instantes
 tú eres la flor que antes admirabas
yo la harina que te alimenta.



Por: Guillermo Delgado
Fotos: Sonia Pérez
martes, 21 de febrero de 2012

Libertades

A: mis hermanas: Adela y Gely,
a mis hermanos: Luis, Miguel, Sergio,  y Cesar.
En su misión de educar a sus hijos y sus hijas.

Esta vez quiero opinar sobre la filosofía de la vida cotidiana. Esa en la que nos ocupamos todos, tomamos posturas y defendemos nuestras propias verdades. Deseo hacerlo intentando ser parte de las libertades propias de las personas en edades en las que no son niños ni adultos.
La vida privada es pública en cierto modo. Y es porque al ser personas, “somos seres individuales” según lo que se nos permite, al ser parte de la sociedad o las familias. Pero cuando lo individual se sobrepone a “ese ser parte”, la convivencia empieza ser crítica, es laberinto en plena calle.
En la cotidianidad inventamos y recreamos todas las formas de vida. Esas capacidades para que sean humanas deben configurarse en las libertades, cuidando que no nos hagan caer en la suerte o la mala suerte, algo así como en la “condena de nuestra propia libertad”, como decía Sartre. De ahí que toda familia o comunidad humana de convivencia debe establecer sus propias reglas que defina la libertad de acuerdo a sus alcances y sus límites. Una libertad no delimitada puede ser su propia condena.
Quienes son papás y les toca la sublime tarea de orientar a sus hijos en la edad de la juventud saben que es precisamente aquí donde ellos mismos se ponen a prueba y no siempre saben qué hacer con quienes fueron sus niños o niñas. Pero si han definido juntos, papas-hijos, “esas libertades” permítanles a sus hijos que sean creativos, que hagan con sus manos y su pensamiento lo que la imaginación y la creatividad les posibilite. Y constrúyanse juntos desde ahí.
Por tanto, para que la libertad no sea una condena, también hay que establecer los límites de los sentidos y los límite de la razón. Con frecuencia los jóvenes confabulan sus propias dictaduras, de pasiones y razones, que a la postre son trampas en las que ellos mismos terminan siento victimas. El sentido de lo auténtico si pasa por la pasión y lo razonable no puede pasar llevándose al espíritu entre los pies,  de donde emana toda espiritualidad humana. De verdad lo que a la larga los salva, cuando andan en los sinuosos laberintos, es la espiritualidad que rige y orienta las pasiones y a la razón.
Lo que aquí llamamos espiritualidad humana, define a las personas transfiguradas en adultas. Y sólo podrán mostrarlo en su ser privado y púbico, ámbitos propios de la identidad y sentido humano, si sus libertades les hacen responsables en tanto hacerse cargo de sí mismos; si sus libertades les hacen honestos en tanto ser justos en las relaciones con las otras personas; y, si sus libertades les hacen íntegros en tanto procurar el punto medio que permita hacer coincidir el ser con el deber ser, lo ético y lo moral.
Si lo que hemos dicho hasta aquí es verdad, por tanto son principios iluminadores, dejarían de serlo si se quedan en propósitos atractivos, serían como la campana que llama desde la altura de su torre y ella misma no acude a lo que convoca. Haría falta, pues programar acciones concretas, con sus respectivas tareas. Entonces ya no hablaremos de libertades sino de La Libertad, de personas libres:  que caminan con dignidad y orgullo en plena calle, personas de esas que no necesitan tanta luz para caminar en la oscuridad de la noche.

Por: Gvillermo Delgado 
Fotos: de varios amigos
sábado, 31 de diciembre de 2011

SILENCIOS


 

¿Adónde van los amigos
cuando empiezan a despedirse
en la piel y las pausas del alma?

¿Van por otro camino
distinto de donde vinieron
a este mínimo momento
de aire,
de tierra,
de agua
y de luz?

De quienes no supe,
de quienes aún tengo
soy deudor
de argumentos,
de la dirección
de la vereda enmontada.

Se van callados y desnudos,
dormidos sin sueño,
de la verdad concreta,
de las tardes en cansancio,
y del patio en sepia
que dice a los pinos inmóviles:
¡Mira las montañas más altas
Que la luz te permita!

Por: Guillermo Delgado
Fotos: jgda

 
Mi propio comentario

Cuando desciendo a lo más auténtico de mi existencia, no puedo omitir ver, como ave fénix, algún difuminado vuelo de donde extraigo de a poquitos las esenciales reminiscencias recónditas en los abismales letargos...

Los domingos por la tarde, suelen ser, aún no sé por qué, ese “cuando divago” con facilidad entre la espesura presurosa de las sombras o la lejanía arcana del misterio, que a veces cae de golpe en el simple calco de un techo sobre el suelo o las montañas agrestes e inertes.

Este escrito es uno de esos. Puede ser el esbozo de una muerte o su preámbulo, que con frecuencia deja la ausencia de aquello que sin siquiera asomarse deja ese halo de ausencia. O quizá porque empiezo a despedirme poco a poco de esta Casa de Cobán, que me ha mostrado la misericordia concreta...

Me voy con mis plumas de quetzal, mi ábaco infantil, mis piedras de río, con la agüita clara de las miradas de los niños, con la bravura del Rabinal Achí, para decir que debo terminar lo que he empezado… y es porque me voy a otros lares con mi amor simple.
domingo, 20 de noviembre de 2011