Viendo "Posts antiguos"

El sentido de la vida

¿Cómo ser mejores y más felices?
Los verdaderos caminantes saben a dónde van y de donde vienen. Conocen cual es el sueño del que despertaron y el fin al que, humana-y-divinamente, están determinados. Pero, ay, de aquel caminante, que va y viene y solo haya insatisfacciones en su ruta. Se parece a una oropéndola, a una palmera, que para subsistir debe alimentarse, depredar. Crece hacia lo alto o hunde sus raíces, busca una dirección o vuela alto, pero por la tarde cae rendido de vivir.
Lo propio de los hombres de camino, de las mujeres direccionadas, es buscar la altura y orientarse por el horizonte que les otorga sentido. Tienen razones por qué vivir. Se preguntan continuamente delante de quienes aman o con quienes caminan ¿cómo ser mejores y más felices? y hallan respuestas con más o menos satisfacción. Eso es lo que aquí llamamos el sentido de la vida. Lo que les genera alegría, gozo. Se hacen gente de amor. Hacen la felicidad.

Quienes son felices saben dar y recibir amor, porque crecen hacia lo alto, conocen su dirección, se reconocen así mismos en las personas con quienes andan. Hacen camino.
Por: Gvillermo Delgado
Foto: jgda
miércoles, 19 de febrero de 2014

El Sol que nace de lo alto




Es el Sol que penetra con su luz hasta lo más profundo y secreto
Las grandes preguntas humanas, en el marco de lo religioso, nos están arrinconando frente a un muro ciego. ¿Para dónde agarrar con nuestra fe, con nuestra humanidad?

A veces apelamos a "la esperanza" y decimos: menos mal que en lo oscuro siempre queda la penumbra como señal ambigua de que ahí está la luz. Con esa intuición entendemos la oposición entre el mundo de la cultura puramente humana y puramente religiosa, donde o sólo se cree en lo humano o solo se cree en Dios. A la postre, la chispa de la luz puede prevalecer al ponerle atención a la humanidad como realidad cósmica y social, que queramos o no desvela más que huellas de lo divino. No existe "cosa" separada. A no ser que nos percatemos que somos "otra cosa" fuera de lo eminentemente humano.

En lo humano, describimos la verdad de lo humano y la verdad de Dios. Con lo cual afirmamos que las verdades sobre Dios son al mismo tiempo aciertos sobre lo humano; y, las verdades sobre lo humano son al mismo tiempo aciertos sobre Dios. Es la mejor manera de comprender el misterio de la encarnación del Verbo. Es el Sol que penetra con su luz hasta lo más profundo y secreto. Quien iluminando el rostro de su madre, ilumina cada cosa, cada acontecimiento, a la persona en toda su realidad, en su marcha.  Como el sol a la luna, hace de su madre a la Mujer vestida de sol (Ap 12, 1).
Esa transfiguración debida a  su condición de gracia, y como indicación del camino que mueve a lo divino; permite responder a las preguntas fundamentales, esas que primero son iluminadas en su rostro al mirar al Hijo. Sin embargo, no quiere decir que ella sea la respuesta, sino la transparencia que nos permite mirar. Al sol no lo podemos ver de frente, necesitamos el reflejo que nos haga acceder a él. Como la luna al sol, así es ella, para nosotros. Mientras acontece la real esperanza, de encontrarnos cara a cara con el sol de la justicia (Mal 4,20) y lo veamos tal cual es.

Por: Fr. Gvillermo Delgado
Fotos: varias
viernes, 24 de enero de 2014

La Palabra Eterna

Con la Madre compartimos la condición de ser criaturas, creados por Dios. En ella la humanidad entera ha sido asumida por Dios porque ha dado lugar a la Palabra Eterna.  
 Ella es como el vientre de la humanidad donde lo divino ha construido su casa, y se ha quedado para habitar y abrazar a la creación entera.  

Quiere decir que Dios habita en los más íntimo y profundo, y en lo más externo y visible de la persona. Con lo cual, lo humano es imagen de lo Divino,  porque ahí se hace alter (el otro yo). Más allá de lo puramente "humano", y más allá de la pura interioridad. Porque Dios está en la casa interior donde intimamos con él para hacernos fuertes. Dios está en la exterioridad, puesto en el camino: avanza en la misma calle donde tú y yo buscamos trascendernos.
Esa cercanía de Dios sería imposible aceptarla y comprenderla sin la aceptación y comprensión de la presencia de Dios en el corazón de nuestras culturas y nuestros sueños. El lenguaje y la condición femenina de la Madre visibiliza lo que el Papa León Magno, decía: "Jesús fue tan humano, como sólo Dios puede serlo"

  • Por: Fr. Gvillermo Delgado
  • Foto: jgda 
jueves, 23 de enero de 2014

La ignorancia




Por: Gvillermo Delgado
Fotos: Varias


La ignorancia es presunción contradictoria  que permite pensar que lo sabemos todo. Inmoviliza las ideas y las acciones hacia la recta conciencia. La ignorancia es ceguera, atrevimiento. 


Santo Tomás de Aquino pensaba que la ignorancia es un defecto con el que nacemos, pero al igual que la oscuridad se disipa con la luz de la sabiduría. La sabiduría es la cualidad natural de la persona despierta. Y la persona despierta es persona de esperanza. 


Según Aristóteles, el Filósofo, la esperanza es el sueño de los hombres despiertos (Aristóteles). Entonces, si la ignorancia es un defecto, la esperanza es un dulce efecto. Gracias a que "siempre vamos de menos a más", en búsqueda de lo perfecto. Gracias a que estamos en marcha hacia lo que llamamos la realización

viernes, 10 de enero de 2014

La autoridad

La Pascua 2013. Templo Santa María Cahabón.  Foto: Ricardo Guardado.
Tienen al Maestro delante. Su autoridad no era considerada del buen Espíritu. Intentan sacarlo de la arena política y de todo ámbito de influencias. La finalidad es la aniquilación. ¿Cómo lo hacen? Fácil: lo denigran, lo insultan. Lo desnudan en público. Ahí, sobre una cruz.
A la hora en que los débiles se quedan sin argumentos (esos que confiere la verdad), usan el grito, el insulto, el desprestigio. Entienden que la mejor manera de vencer es ridiculizar, hacer la guerra, torturar, mentir, retorcer las leyes a su antojo, o manipular la opinión.
Los seudopoderosos, necesitan de subterfugios (de las armas, los gritos, los insultos). Sin ello no son nada, sólo pura debilidad. Lo peor es que de la misma autoridad en que quieren imponerse desean adoctrinar  a los demás con emblemas religiosos. Convirtiéndose en puritanos y falsos.
Sin embargo, el movimiento es inverso. La moralidad y la ética es consecuencia o efecto de la verdad y el amor. De otro modo, la causa de la moralidad está en la raíz del amor y la misericordia. Esto no siempre lo entienden. Pero lo usan así, como estrategia para aventajar.
Cuando la moralidad no brota de su fuente, entonces es falsa, y nadie tiene que obedecerla.
Los que realmente tienen autoridad y fortaleza no se esconden en nada ni en nadie, simplemente aman. Son tan suaves como el agua, tan discretos como el amor. Son tan sublimes como la flor silvestre del camino que expresa su colorido y fragancia.
Recuerda que, “lo blando es más fuerte que lo duro, el agua es más poderosa que la roca y el amor puede más que la violencia” (Hesse: Siddartha).
El suave movimiento del agua moldea hasta la más dura piedra. Sólo es cuestión de tiempo.
Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: Ricardo Guardado 
miércoles, 20 de noviembre de 2013

Los prejuicios

¿Qué llevas puesto, qué piensas, de dónde vienes, quiénes son tus parientes, qué amigos tienes? 
Los del pueblo presumen conocimiento de él. Pero lo hacen despectivamente. Lo han visto caminar y trabajar desde que era niño. Es un artesano, que echa punta junto a su padre y camina con su madre. Luego, lo identifican por su trabajo y por el lugar que habita. Lo hacen con expresiones despectivas. Como si fuera indigno tener un padre carpintero o una madre en el vecindario. El caso es no pronunciar su nombre, ni reconocer sus buenas acciones. Por eso se refieren a él diciendo “ese”, “este”. ¿No será envidia, odio, o esas cosas que nacen cuando vemos brillar belleza en quien tenemos delante? Para los ciegos, la belleza de la luz es obstáculo para ver que aquel joven es movido por el buen Espíritu, y no por la fuerza del mal, el Satán, como ellos ven por ser hijos de las tinieblas. Por eso tienen una visión parcial y prejuiciada. Con razón decía Albert Einstein: Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.
El grado de conocimiento que tenemos de nosotros mismos determina lo que somos en la práctica, que se nota en la calidad de estima y de trato a las personas. Basta con mirar a las personas. Sospechar quien es, para condicionar mi modo y calidad de relación.
¿Qué llevas puesto, qué piensas, de dónde vienes, quiénes son tus parientes, qué amigos tienes? Date cuenta que eso será determinante para que te consideren y vean lo bueno que hay en ti; igual, tu, usarás esos mismos criterios para aproximarte y dejarte aproximar a las otras personas.
Es feo aceptar, que muchos acabamos siendo un eslabón más de esa cadena.
A pesar de todo, yo sí creo que es posible desintegrar un prejuicio. Aún, cuando signifique modificar las relaciones humanas, o perder a las personas para siempre. A veces quizá sea mejor. Como dijo el poeta, de mis tiempos de utopía: "amor mío tenemos que separarnos para que se salven los demás". Si asumimos acciones drásticas, más allá de victimización, diremos como el otro poeta: "me fui a la guerra,  pero nunca maté a nadie, y cada vez que disparaba siempre era yo quien salía herido". Démosle nombre a "ese", a "éste". Reverdecerá el desierto delante de tí.
  • Por: Gvillermo Delgado
  • Fotos:  Varias 
miércoles, 13 de noviembre de 2013

CRECER EN SABIDURÍA, ESTATURA Y EN GRACIA

«Jesús crecía en sabiduría, estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 40-41.51-52).





1.    Crecer en sabiduría es  aprehender la realidad tal cual es. Para eso se hace indispensable comprender las leyes de la vida buscando lo bello que en ella se manifiesta. Actuar -o hacer algo- para cambiar lo cambiable, aceptando aquello que no puede ser cambiado. Respetar esos principios es crecer en sabiduría. La sabiduría se adquiere a partir de ese sentido común. Diferente a la resignación, que mueve hacia el conformismo, y hunde a la persona en la más vil fatalidad de la pobreza.





2.    Crecer en estatura es leer desde la misma realidad corporal las leyes que nos gobiernan. Hay leyes que sólo desde dentro de "uno mismo" se comprenden. Sin embargo, siempre requerimos de la ayuda de quienes ya han crecido en en sabiduría en el cuerpo y el alma -nos referimos a los padres, o a las personas adultas-. Según nuestro cuerpo o somos niños o somos adultos. Quien siendo niño actúa como adulto o al revés, no crece de modo adecuado, se desordena en otros ámbitos de la vida. Crecer en estatura es comprender la realidad corporal, escuchar la música afectiva, erótica-sexual, intelectiva, y relacional.
Lago de Atitlán, Guatemala.  Prensa Libre, 2013.

3.    Crecer en gracia ante Dios y ante los hombres es plantarse uno mismo como amigo de las personas y amigo de Dios. La amistad es el regalo recibido como compensación por saber ofrendar el propio amor y saber acoger el amor venido de la otra persona. Crecer en gracia es permanecer en el amor, tal como lo dice Jesús.
Foto. Ricardo Guardado, Cahabón, 2013.
4.    Este crecimiento de Jesús, sin duda, le permitió abrir su existencia a la búsqueda y comprensión de la voluntad del Padre. Jesús no tuvo claro desde el principio cuál era su misión, ni cuál es la verdadera voluntad universal del ser humano -por tanto de Dios- con razón el Galileo necesitó crecer en sabiduría, estatura y gracia.
5.    La buena y gran noticia para nosotros consiste en que todo aquello que pasó en el cuerpo de Jesús -como todo cuerpo que crece hacia lo alto, como todo espíritu que que busca siempre algo más, como toda alma que se mueve hacia lo eterno y lo divino- no aconteció en un lugar cualquiera, digo, lugares como: la calle, la escuela, el trabajo, el deporte, los amigos, etc. Lo que experimentó Jesús fue en el lugar de la familia. En ese sentido "los otros lugares" sólo son como «la cruzcalle» que orientan a la familia. Con lo cual, todos los caminos conducen a la familia, porque todos los caminos tienen su como punto de partida a la familia. Ese es el mejor lugar para crecer en la sabiduría.

Por: Fr. Gvillermo Delgado
Fotos: Varias


sábado, 9 de noviembre de 2013

LA FELICIDAD


Como personas humanas, tenemos anhelos más allá de la satisfacción de necesidades  biológicas, porque no nos alimentamos como los animales que viven para morir, sino que vivimos para ser felices. Esa es la gran razón por el cual el ser humano se moviliza, crece, sueña, hace sus tareas por difíciles que éstas sean. 
Cuando una persona  trabaja, pero no está satisfecha con lo que hace, porque  considera que sus decisiones son erradas, se parece a los animales que sólo comen para pasar el día. Jesús dice que debemos nacer del agua y del espíritu, en donde el agua es la condición humana -el nacer natural- y el Espíritu aquello que mueve a la personas para alcanzar la felicidad.
La raza humana no es sólo "naturaleza", somos algo más. Jesús al resistir  a las tentaciones del demonio, dijo: no sólo de pan vive el hombre. O sea que no hemos sido creados para el pan -vivir para comer-, el pan sólo sostiene el cuerpo mientras llegamos a la vida eterna. Mientras el pan nos alimenta, el Espíritu nos mueve hacia la conquista de las grandes cosas, que descansan en el orden de la felicidad y la belleza.
Si ahora mismo somos capaces de mirar por adelantado lo que queremos llegar a ser, eso nos da las herramientas no sólo para caminar en ésa dirección sino de entrar en éso que vemos de una vez por siempre.
La felicidad es una construcción con altura humana que tiene raíces profundas en uno mismo, pero de origen y destino divinos. Suficientes razones para avanzar y entrar en ella. 
Por. José G. Delgado.
Fotos: Varias (Web).
miércoles, 30 de octubre de 2013