«Jesús crecía en sabiduría,
estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 40-41.51-52).
1.
Crecer en sabiduría es aprehender la realidad tal cual es. Para eso se hace indispensable comprender las leyes de la vida buscando lo bello que en ella se manifiesta. Actuar -o hacer algo- para cambiar lo cambiable, aceptando aquello que no puede ser
cambiado. Respetar
esos principios es crecer en sabiduría. La sabiduría se adquiere a partir de ese sentido común. Diferente a la resignación, que mueve hacia el conformismo, y hunde a la persona en la más vil fatalidad de la pobreza.

2.
Crecer en estatura es leer desde la misma realidad corporal las
leyes que nos gobiernan. Hay leyes que sólo desde dentro de "uno mismo" se
comprenden. Sin embargo, siempre requerimos de la ayuda de quienes ya han
crecido en en sabiduría en el cuerpo y el alma -nos referimos a los padres, o a las personas adultas-. Según nuestro cuerpo o somos niños o somos adultos. Quien siendo niño actúa como adulto o al
revés, no crece de modo adecuado, se desordena en otros ámbitos de la vida.
Crecer en estatura es comprender la realidad corporal, escuchar la música
afectiva, erótica-sexual, intelectiva, y relacional.
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Lago de Atitlán, Guatemala. Prensa Libre, 2013. |
3.
Crecer en gracia ante Dios y ante
los hombres es plantarse uno
mismo como amigo de las personas y amigo de Dios. La amistad es el regalo
recibido como compensación por saber ofrendar el propio amor y saber acoger el
amor venido de la otra persona. Crecer en gracia es permanecer en el amor, tal como lo dice Jesús.
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Foto. Ricardo Guardado, Cahabón, 2013. |
4.
Este crecimiento de Jesús, sin duda, le permitió abrir su existencia a
la búsqueda y comprensión de la voluntad del Padre.
Jesús no tuvo claro desde el principio cuál era su misión, ni cuál es la
verdadera voluntad universal del ser humano -por tanto de Dios- con razón el Galileo necesitó crecer en
sabiduría, estatura y gracia.
5.
La buena y gran noticia para
nosotros consiste en que todo
aquello que pasó en el cuerpo de Jesús -como todo cuerpo que crece hacia
lo alto, como todo espíritu que que busca siempre algo más, como toda alma que se mueve hacia lo eterno y lo divino- no aconteció en un lugar cualquiera,
digo, lugares como: la calle, la escuela, el trabajo, el deporte, los
amigos, etc. Lo que experimentó Jesús fue en el lugar de la familia. En ese sentido "los otros lugares" sólo son
como «la cruzcalle» que orientan a la familia. Con lo cual, todos los caminos conducen a la familia, porque
todos los caminos tienen su como punto de partida a la familia. Ese es el mejor lugar para crecer en la sabiduría.
Por: Fr. Gvillermo Delgado
Fotos: Varias