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CONFIANZA

 




Confianza


Por: Gvillermo Delgado OP


Las relaciones humanas fuertes tienen cimientos fuertes. Si estos fallan se derrumba todo. Esos cimientos o principios éticos con profundidad y universalidad son el verdadero tesoro del alma.


Entre esos principios existe uno que es medular, el de la confianza. Cuyo origen descansa en la fe, se consolida en el amor y se manifiesta al ofrecerse con la propia vida. Faltar a este principio es faltar a todo, es cambiarlo todo.


Debilitada la confianza se caen las relaciones humanas que antes tenían cimientos sólidos. Se caen a pedazos sin posibilidad de reconstruirse. Quedando arruinada para siempre cualquier relación verdadera.


La confianza es la expresión visible y externa de una verdad profunda que por su densidad forma parte del diseño natural de la persona. En tanto realidad visible de lo profundo del alma, la confianza define a la persona. Sin tal principio, la persona se anula, se reduce a “la nada” o se minimiza.




Como un asterisco que tiene un punto concéntrico, faltar a la confianza es dirigirse a todas partes sin un horizonte definido, imposibilitando en cada instante que la luz divina interior se manifieste en su esplendor. Faltar a la confianza aniquila la belleza y origina el desorden. Toda persona en desorden lo afea todo, expele hedor, porque se aleja del punto concéntrico de la verdad interior.


La confianza por tener cimientos y aromas insondables es frágil como pompa de jabón. Sostenida en lo blando y sublime de las relaciones de amor, puede esfumarse con suma facilidad, socavando todo lo demás. Por eso, exige ser cuidada, fortalecida y entregada. La confianza es el alma transferida del yo al tú, no como moneda de cambio sino como ofrenda de amor. Con lo cual si no se dona o no se recibe no existe.




Cuidar el alma que se expande desde uno mismo hacia quien se ama es cuidarse y entregarse en plenitud; para no perderse nunca. Esto es lo que Jesús entendía cuando dijo: dar vida y vida abundante.


Dice la sabiduría popular, desde distintas expresiones culturales, que la confianza se gana con mil actos, pero se pierde con uno sólo. Perdida la confianza ¿qué queda de la persona y para qué vive? Si la confianza afianza al amor, la falta de confianza lo cambia todo. ¡No lo permita el cielo! ¡No lo permitas tú!

miércoles, 28 de mayo de 2025

Democracia y civilización







Democracia y civilización


 Con sólo que evolucionemos democráticamente en dirección de las mujeres, los esclavos y los extranjeros podríamos llamarnos mínimamente civilizados.


Por: Gvillermo Delgado OP


La democracia fui intuida en las sociedades griegas 2500 años atrás. Tuvo su apogeo en las ciudades-estados de Atenas y Esparta. Desde entonces se sigue definiendo por la participación política de los ciudadanos de una nación. Como una hablar bien de los seres civilizados. Aunque en la antigua Grecia se excluía a las mujeres, a los esclavos y a los extranjeros, aquella intuición está vigente.


En la ruta de los civilizados


Hoy: ¿Somos más civilizados o democráticos que entonces? No lo sé. Para declararnos abiertamente civilizados falta ganar terreno sobre la participación de las mujeres en la toma de decisiones reales, no como validación de lo hecho por los hombres a lo largo de los siglos, sino a partir de los usos y costumbres en que ellas nos han educado desde niños y encaminado en sabiduría para alcanzar la altura mínimamente requerida para ser humanos. También, para declararnos abiertamente civilizados nos falta ganar terreno sobre los esclavos, los que algunos llaman “las masas”, los manipulados sin pensamiento propio, los que trabajan para sobrevivir, los que nacen y mueren anónimamente como si fueran apátridas sin apellido y una herencia ancestral. Declararnos civilizados obliga ganar terreno sobre los extranjeros, esos que algunos definen como migrantes: los perseguidores de sueños, que mueren sobre la almohada de sus frustraciones. No digamos más. Con sólo que evolucionemos democráticamente en dirección de las mujeres, los esclavos y los extranjeros podríamos llamarnos mínimamente civilizados.


El gobierno de los principios


De ser cierta esta connotación histórica; entonces, a nosotros los civilizados y civilizadores de este siglo en marcha nos toca ejercer la noble misión humana de orientar el gobierno de los pueblos a partir de los principios fundamentales de la prudencia, la honestidad, la responsabilidad, la sabiduría, el consenso, el respeto, el bien común y la justicia.


Y ejercer el derecho democrático para elegir a quienes nos representan para gobernar nuestra ciudad: a los aptos o formados para esa digna tarea. O elegir a quienes a pesar de la academia han integrado en su carácter ético la sabiduría del buen vivir. No un carácter para vivir bien, porque eso puede apestar con el paso del tiempo, al retorcerse en las malas prácticas de la irresponsabilidad o de la corrupción, bajo premisas que finalmente sólo sirven para salvaguardar los intereses de unos pocos, o de las gremiales económicas que históricamente han ostentado poder a costa de lo que sea. No. Se trata del buen vivir, para convivir de acuerdo con lo que la naturaleza humana ha puesto en nuestra alma como herencia, y que se evidencia en los grandes principios universales y las normativas respectivas para hacerlos prevalecer, sin preferencias de género, sin discriminación racial o económica; sino con recta conciencia y principios fundamentales. Por eso elegir como nos toca ahora, no debe hacerse por quienes presumen una victoria, sino sobre quienes nos representan, aunque no canten victoria en la plaza pública. En esos casos habremos ganado en democracia y civilización.


Si para hablar de democracia nos remontamos al tiempo de los griegos de 2500 años atrás, para hablar de lo humano tendríamos que remontarnos a los tiempos ancestrales o primordiales desde donde hemos evolucionado milenariamente; por lo cual, ninguno de nosotros puede presumir que conoce su edad, porque la suya es la edad de sus ancestros y en consecuencia del largo camino de la humanidad del cual ahora somos su manifestación presente.


En clara conciencia de que un día seremos antepasados para otras generaciones que están por surgir de nosotros, de no hacer bien las cosas o no trazar debidamente la diferencia al respecto, como seres evolucionados, engrosaremos la masa de los seres anónimos, perdidos en las antípodas de la memoria.

jueves, 22 de junio de 2023