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Indicios de eternidad

 


Indicios de eternidad


Por: Gvillermo Delgado OP

07 de febrero del 2024


En la medida que el tiempo transcurre en esta sociedad de ritmos acelerados no siempre es posible asumir que la vida se acaba.


Es suficiente una pausa, dejando por fuera la tecnología y el ritmo de vaivenes, para percatarnos que no somos cosas en desuso, sino personas de piel y espíritu que se baten en paradojas indescifrables. Para caer en la cuenta de esto, son suficientes hechos relevantes y significativos, por ejemplo: Una celebración “feliz” de un cumpleaños o una nota luctuosa que avisa de la partida de un ser querido. En esta sociedad difuminada y atomizada ¡Necesitamos una pausa para percatarnos de qué estamos hechos!


Al ocurrir, aparece un “de pronto” o sensación de que, con el tiempo el “sentido de ser” ya no es posible. Entonces razonamos con acierto. Atendemos las voces interiores del alma. Habitamos un mapa de verdades que llamamos a veces nostalgia, otras veces recuerdos. En realidad, es la memoria por donde a menudo transitamos (viajes de lo acontecido, por ejemplo, en los abuelos que un día se fueron y nos dejaron para siempre, o los senderos que nosotros trazamos en los días de infancia).


En ese de pronto, también caemos en la cuenta de que apenas empezamos a construir un sitio propio, agrandando ese mapa. Es lo que nos pone en condición melancólica y en desventaja hasta el día en que nos hacemos nostalgia para otros, para los que se quedan ocupando nuestro lugar presente.




En el fondo, esta experiencia no sólo es anhelo acerca de lo que fuimos sino, y al mismo tiempo, lo que podemos llegar a ser un día. Esos son los indicios de eternidad.


Con lo cual habitar aquella geografía describe el sueño originario de Adán cuando su creador lo hizo caer en sueño profundo (Libro del Génesis, 2, 21). Porque el sueño del paraíso terrenal está en la nostalgia y en lo que puedo habitar.


El paraíso es lo mejor del tiempo presente que se bate en las paradojas descifrables de la memoria y el sueño, sobre todo cuando llegamos a saber, con claridad consciente, quien es aquel que nos permite acceder a ese sueño profundo.

miércoles, 7 de febrero de 2024

LO ETERNO Y LO TEMPORAL

 




Todo se escapa en el mismo momento en que intentamos poseerlo


Por: Gvillermo Delgado OP

16/12/2021

 

Las cosas se definen por sus características sensibles. Todas las cosas tienen color, olor, forma, textura, tamaño, espacio. Valen, se compran. Tienen un principio y un final. Tienen causas y efectos. O sea que las cosas hacen comprensible la realidad que se nos presenta a la vista.


De ellas partimos para explicar las realidades más complejas, aquellas que tienen características visibles e invisibles a la vez.


Un árbol no asombra como el nacimiento de un niño; un cuerpo por simétrico que sea no provoca tanta incertidumbre como la eternidad de la vida.


Lo explicable da satisfacciones, tranquilidad, seguridad, estabilidad; porque, en cierto modo podemos poseerlo, como a un par de zapatos. 


Lo inexplicable, como la vida “después de la muerte” se aísla como tema aparte, porque al intentar poseerla se escapa como un atardecer entre las montañas de diciembre.


Por eso, la persona insinúa conocer lo eterno sin poseerlo. Lo cual desata en su alma una serie de añoranzas y un futuro prometedor al que nunca llega.


Con facilidad pasamos del gusto al disgusto; distinguimos lo oscuro de la luz, el nacimiento de la muerte, la alegría de la tristeza, el bien del mal, el amor del odio, lo bueno de lo malo, al diablo de los ángeles, y al Dios eterno de lo pasajero del mundo.


Tenemos dos “cosas” imprescindibles para vivir, que extrañamente no podemos poseerlas, como a un teléfono para manipularlo al gusto. Ellas son: el tiempo y el espacio.


Nadie puede pausar un segundo o alargar un día feliz. El tiempo pasa implacablemente dejando huellas imborrables en “un-de-repente”; en un ¡zas! se convierte en recuerdo, describiendo nostalgias en la memoria. 


Mi madre a sus ochenta años, suele decir: ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Cómo pasa todo! ¡La vida se nos va!


Igual ocurre con el espacio. Tenemos un territorio, una patria y una casa. Tenemos un cuerpo que se calca en la sombra, como huella indeleble mientras avanzamos por los caminos, pero no podemos poseer el propio cuerpo ni a otro ajeno. Todo se escapa en el mismo momento en que intentamos poseerlo. El día que morimos, el espacio queda, la sombra se borra.


Es fácil entender la eternidad de lo temporal. Uno se posee, el otro a tientas.


La persona es el punto de equilibrio entre lo eterno y lo temporal. Sacia sus necesidades, tiene valores, se perfecciona en virtud de la felicidad; y, aunque a veces simula no saberlo, es consciente que todo eso pasará como su sombra por el camino de su juventud.


Cuando la persona se hace en la justicia o se transforma en un ser justo, entonces expresa resabios de eternidad. Pues, sabe que, solo puede definirse en el amor y hacia ahí se encamina, aunque no lo alcance nunca en su totalidad. El amor provoca en todo ser humano una sed eternidad.


De ahí, sabemos que poseemos el amor y que somos poseídos por él. Para asegurarlo salimos a buscarlo en las demás personas y en el mundo de las cosas creadas; pues, lo eterno sólo puede acontecer en el amor, aunque sea a tientas.


El amor se posee sólo mientras la persona ama o es amada. Nadie nació para un par de zapatos. Todos nacimos del amor y para el amor.

jueves, 16 de diciembre de 2021

Condición Misteriosa

 




Condición Misteriosa
Por: Gvillermo Delgado OP
26/08/2021

Existe una condición misteriosa, que tiene ver con el surgimiento de acciones espontáneas, a veces imprevistas, inesperadas en las personas.

Se trata de la búsqueda de los orígenes y del destino del ser humano, con el deseo de prolongar la dicha y desaparecer la desdicha, en el ahora mismo de la vida. El asunto tiene que ver con el modo en que esa búsqueda acontece. Es extraño . A veces se hace presente como un "deja vu", prolongado en el tiempo.

La condición misteriosa, con el tiempo se transforma en cíclica, como las estaciones o lineales como se ordenan los años en lustros, las décadas, las centurias, etc. Lo extraño de esta condición, también tiene que ver con el modo en que ocurre en la interioridad y en la exterioridad, por ejemplo, en cada persona y en los colectivos humanos.

Esa condición suele visibilizarse en los gustos que se imponen con las modas. Se expresa en las tendencias en el vestir, hablar con expresiones nuevas, marcas de perfume, o tan simple como la preferencia por los colores o el estilo en que llevamos el pelo. Además, esta condición se impone en los gustos artísticos, las expresiones religiosas, sociales, la ética y hasta en la política. En algunos casos, esa condición se queda por largo tiempo, años; otras veces a penas dura una temporada, como el verano o las vacaciones de la navidad.

Eso explica por qué a veces vemos surgir poetas, santos, héroes, científicos; hombre que construyen grandes obras, niños prodigio; y de repente sólo los echamos de menos. O, por otra parte, aparecen, como ola nos que nos pasa encima, los tiranos, los falsos profetas, guerras cruentas, terremotos, pestes y sueños truncados. A veces, todo acontece al mismo tiempo, mientras la vida persiste en ser vivida.

Cuando eso es tendencia y gusta tanto, nadie puede eximirse de participar en ello. En su defecto habita lo ridículo. Una vez pasa, se rechaza al extremo en que si alguien persiste en “habitarla” es una persona anticuada, un fuera de lugar. Cuando no gusta y por tanto es rechazada, por más que la evitemos nos toca sufrirla, sustraernos, más allá de la propia voluntad, mientras pasa.

La condición natural misteriosa no necesariamente tiene que ver con el estado de ánimo, las condiciones de salud, de pobreza, la coyuntura política, los cambios climáticos, o los ciclos del año. No. Es aquella realidad natural espontánea que emerge como de un sueño subterráneo, tal cual habitara en el propio interior y en el exterior al mismo tiempo. Con lo cual nos permite coincidir con el diferente, con lo diverso. ¿De dónde viene? ¿Qué ley la determina?

Al no saberlo del todo, simplemente nos toca vivirla. Asumirla. A veces nos obliga a trascender hacia el pasado con nostalgia y hacia el futuro con exagerado optimismo. Es un modo de escapamos de este mundo y de habitarlo al mismo tiempo.

Yo pienso que esa condición natural espontánea que llamo misteriosa no es otra cosa que una leve expresión de lo que llamamos humano, como quien ha salido de las aguas lustrales profundas para habitar la tierra y, desde entonces no puede más que intentar sumergirse nuevamente en esas aguas para saciar su propia sed de eternidad.


jueves, 26 de agosto de 2021

SOMOS LUZ






Somos Luz

Quien vive brillando, brillará para siempre. Y no necesita más que apropiarse de lo bello en que su condición humana descansa.

 

Guillermo Delgado OP
18 de mayo del 2020

La existencia de las cosas depende de quien las valore. Lo que no vale no existe, por eso muchas cosas pueden ser fácilmente desechadas.

La persona a diferencia de las cosas es la fuente de los valores. Vale no sólo por el juicio que una persona tenga sobre otra. El valor de las personas es luz sin extinción. No puede nunca ser desechada.

Sin embargo, a veces la realidad de las cosas pareciera ser compatible con la de las personas. Lo vemos en la pobreza o en la maldad de unas personas sobre otras.

¿Por qué el juicio bueno o malo que una persona tenga sobre otra tiende a aplacar la dicha o aumentar la euforia de la felicidad a veces artificial? ¿De dónde nos viene esa actitud extraña? De donde venga y llegue el juicio, para bien o para mal, es controlado por el cerebro. Sin embargo, hay algo más que el dominio y la explicación neurológica.

¿Es la tendencia natural la explicación de las buenas o malas acciones? Tradicionalmente hemos respondido del siguiente modo: Si el lado de la balanza se inclina a lo malo, la concupiscencia es la fuerza que atrae y domina. Si se inclina a lo bueno es un estado de “gracia” cuya fuente recae en el misterio divino.

La bondad en las personas no es una valoración de contrapeso, respecto al mal, sino la condición original de todo ser, del cual fue llamado a la existencia. De ahí el “amor extremo” al que refiere lo santo.

Si una bolsa se rompe la tiramos y nos olvidamos de ella. Con facilidad pasa de existir a no existir. En una persona no pasa lo mismo. Jamás deja de existir. Si enferma aumenta el aprecio. Pero si enferma gravemente y muere, no pierde lo que antes fue, es más, se le añaden otros valores, con nuevos significados. 

Como la luz que no se extingue, y solo prosigue su camino, la muerte es un tipo de ausencia, mientras más lejana, más brilla en la densa y oscura noche.

¿Qué explicación merecen aquellas acciones “humanas”, que muchos califican de estupidez, cuando buscan suplantar la luz y su fuente? La estupidez o estulticia jamás brillarán, por más que intenten aniquilar la luz para ocupar su lugar. Más bien provocan un efecto contrario al de sus pretensiones. Quien pretenda matar una semilla enterrándola, solo con el tiempo se percatará que favoreció el regio inicio de lo bello.

Para brillar en el firmamento de la oscura noche nadie necesita morir. Tampoco ser adulado en la desazón de las opiniones. Quien vive brillando, brillará para siempre. Y no necesita más que apropiarse de lo bello en que su condición humana descansa.



San Pablo decía que, quien vive no vive para sí mismo; y quien muere, tampoco muere para sí mismo. Santo Tomas, añadiría a San Pablo, sólo que 13 siglos más tarde, diciendo: Ya que lo propio de la luz consiste en iluminar.

Una jaculatoria de los cristianos, delante de nuestros difuntos reza: “Dale Señor el descanso eterno, y brille para ella la luz perpetua”. Ese rezo recoge bien el hondo sentimiento que nos hace expresar, que lo bueno como el amor son eternos, y qué mejor modo puede haber que  el de asimilarlos a la luz eterna. Por eso, aquello que no puede ser amado o no es eterno no vale la pena.

Si somos luz que no se extingue ¿por qué los necios insisten en el intento por apagar la luz que brilla en nosotros?
lunes, 18 de mayo de 2020

Fortalecer la fe en tiempos de crisis



Fortalecer la fe en tiempos de crisis


Toda crisis es el debilitamiento de lo humano, que se manifiesta cuando nuestras facultades racionales son insuficientes para enfrentar las dificultades. Es sentirnos obligados a aceptar con frustración que necesitamos ser asistidos por otras fuerzas.

Guillermo Delgado OP

07/04/2020

Si la crisis nos empuja en el debilitamiento a reconocer que somos incapaces de superar las dificultades por nosotros mismos, entonces la fe se nos revela como esa otra fuerza que necesitamos. De otro modo, la crisis es la epifanía de la fe.

¿Dónde está la fe? ¿Cómo la adquiero?
La fe se experimenta en lo humano. Eso quiere decir que lo humano es el lugar de la fe, por eso la fe es humana y al mismo tiempo no lo es. Por eso digo que "se experimenta en lo humano".

1. La fe es humana porque la persona individual necesita del tú. Nadie se sostiene solo. Lo cual implica confiar y necesitar de las otras personas.  En tales términos la fe cala y fortalece a la propia persona y le hace capaz de superar su debilitamiento. Por tanto, solo se fortalece aquello que ya existe, pero está débil.

2. Al afirmar que la fe no sólo es humana, aceptamos que la fe es divina. Aceptamos que lo divino sucede en lo humano. Es decir, para que la fe divina acontezca necesita la fe humana.

Dios presupone lo humano para regalarnos la fe, como la semilla requiere de la tierra fértil para germinar.

3. En ambos casos la fe es un regalo. Un regalo que no se exige a nadie y que nadie está obligado a dar. En la fe no se dan cosas, es uno mismo quien se dona o se regala. 

Humanamente uno se entrega a los demás o jamás experimentará el amor. En cuanto a Dios, él se está donando permanentemente, es una fuente inagotable que no cesa. En ambos casos la fe es probada en donarse uno mismo por amor.

Sin el amor, como fruto de la fe, no hay conexión entre las personas ni con Dios; para apoyarse, para comunicarse, para no dejar de ser humanos, para combatir y encarar el devenir incierto de las cosas.

4. Las personas de fe fortalecemos las relaciones humanas, encaramos con actitud toda situación, por difícil que sea. Sabemos plantarnos en la adversidad y agradecer en los tiempos felices.

Las personas de fe sabemos anticiparnos a la derrota y a la muerte, pues, aunque parezca contradictorio, siempre encontramos atisbos de luz en la tiniebla. Ya que el debilitamiento extremo siempre nos muestra donde están los demás personas y donde está Dios.

La fe es relación, confianza y certeza en la incertidumbre. Hace decir: “yo confío en ti como en mí, y en esas otras fuerzas extraordinarias que me aseguran aquello que busco”. Por consiguiente, la fe obliga descender al sentimiento de indigencia y mostrar que somos seres necesitados.

La fe es el alma del amor
La acción buena que recibimos, cualquiera que sea y de donde sea que venga es lo que llamamos amor. El amor es expresión de la fe, porque la fe es el alma del amor. El amor es el sentimiento más puro del alma que experimentamos gracias a la fe. O sea que, la fe toca las vibras más profundas de lo humano y las liras más lejanas de la alabanza divina.

Las personas de fe además de relacionarnos, esperar, confiar, fortalecernos; también construimos, porque sabemos que esperamos “algo”. Nadie va al trabajo o a la escuela si no supiera que el futuro le pertenece. 

En ese sentido la fe es alma del amor, pues nos hace construir cosas, construirnos como ciudadanos y cuidarnos mientras nos amamos. El amor es la acción movilizada por la fuerza de la fe. En cierto modo, el amor es la superación del debilitamiento de lo humano. Es "hacernos para" los demás y hacernos para lo divino.

El momento decisivo de la crisis
La crisis pone al desnudo todo aquello que no tenemos asegurado; activa los dispositivos del alma y nos ponen en estado de alerta delante de lo que urge tener bajo control. La fe da ese control. Pero no como fuerza que se impone, sino como luz que viene de lo alto y al mismo tiempo brota de la misma persona.

La fe es la experiencia de agradecimiento por todo lo que recibimos sin esperar nada a cambio. Es el abrazo de lo divino que disipa la incertidumbre. Que, aunque no define el devenir con la claridad que quisiéramos, la ilumina y eso nos basta.

En la crisis como debilitamiento ponemos en entredicho lo que en otro tiempo no cuestionábamos. Por ejemplo, que las certezas del futuro dependen del conocimiento racional, de la economía, de la tecnología, de las capacidades humanas a todo nivel.

En el entredicho volvemos a los orígenes y a la indigencia. Volvemos al lugar donde nos fundamos como seres necesitados. Es decir, gracias a las crisis aprendemos a depender de los otros y de Dios. Extrañamente en esa relación de dependencia la muerte no se nos revela como lo más trágico sino como quien orienta la vida que ahora vivimos. Esa es la fe.

Foto: Ricardo Guardado OP

martes, 7 de abril de 2020

Creados por Amor




Creados por amor


Una vez Dios creó al hombre pensó: no-es bueno que esté solo (Gn 2, 18). Entonces le dio una compañera. De tal suerte que Soren Kierkegaard, diga:
Cuando Dios creó a Eva, dejó caer sobre Adán un sueño profundo, pues la mujer es el sueño del hombre. Eva es el sueño. Al despertar, Eva, por primera vez, lo hace al contacto del amor. Antes era sólo sueño. Ahora, el amor sueña con ella y ella sueña con el amor. Por eso, la mujer, existe sólo para los demás.
El cuerpo humano es armónico porque es dual (todo está complementado). Van juntos, los pulmones, los ojos, los ovarios, los pies y los oídos. Todo es completo porque todo depende de lo otro. Lo mismo pasa en la naturaleza. El cielo mira a la tierra y el día a la noche. En las cosas sublimes, también pasa lo mismo, pues, saben hallarse. En tal razón, la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan (Sal 84, 10).

Siempre me ha llamado la atención que el corazón, el estómago y el hígado no sean duales en el cuerpo. Una explicación posible se debe a que el corazón busca su otra parte fuera de él mismo, por eso, la persona ama desde dentro hacia fuera. Del mismo modo, el estómago no busca saciar el hambre sino es en la mesa compartida.

Es necesario existir en el amor, sabiendo que somos para el otro y no sólo para sí mismos. La persona no es para la soledad vacía, sino para la soledad completa. Cuando eso no ocurre, el hígado, como un trueno en la tormenta desata su furor y se complementa, pero no en el amor, sino en el enojo. El enojo es el sueño perdido, es la soledad vacía. Es el vacío existencial, por ser alejamiento en lugar de cercanía.

San Agustín afirmó en sus Confesiones que Dios crea al hombre en su amor para relacionarse con él. De suerte que el hombre sólo existe si se relaciona con Dios.

Quiso Dios no sólo dar al hombre una compañera, sino él mismo ser la compañía de ambos. Quiso, además, que la comida fuera el símbolo de ese encuentro. Puso por lo mismo en lo más hondo y blando del alma el apetito insaciable de la búsqueda. De tal modo que en la comida y en el amor se abran las puertas hacia lo infinito y eterno.

Al mismo tiempo, Dios dejó en el corazón una huella de soledad para que lo busquemos a él. Y buscándole amemos a los demás. De ahí, que: Nosotros sólo amamos en la hora bendita en que buscamos.

En la búsqueda encontramos a Dios hallando a otro. Cuando referimos nuestros sentimientos como Adán con Eva, decimos: No hay otro modo de amar que, amando, aunque no seas tú a quien yo realmente buscaba.

Buscando, despertamos como Eva del sueño, al escuchar los susurros del amor, no de Adán, sino de quien la había creado y llamado del sueño profundo y eterno para relacionarse con ella.

Por: Gvillermo Delgado-Acosta OP
Foto: jgda
miércoles, 27 de noviembre de 2019

La Fuente del Amor



El amor define a la persona y a su Creador

 

Por: Gvillermo Delgado OP


El escritor sagrado de la primera carta de San Juan dijo que “Dios es amor” 
(1Jn 4, 8). En eso centró sus enseñanzas a las comunidades cristianas de finales del primer siglo. E incluso decía que, quien no ama, aún no ha conocido a Dios.

 

Ese amor uno y único, hace uno y únicos a aquellos en quienes acontece.


En las personas ese amor fluye como agua pura e incólume. Decir que fluye es afirmar que no nace en esa o aquella persona, sino que en ella, sólo corre como agua de manantial.


Entonces ¿Dónde nace? Nace en quien es uno y único, y hace uno y único en quienes corre como manantial.


De otro modo, ninguna persona puede presumir tener el amor. Cada uno sólo puede expresar un amor cuya fuente no está en él, sino en otra fuente. Sin embargo, cada persona ama y es amada en ese "otro" amor, que tiene una fuente única: la divina.


Con justa razón el amor es esa realidad que hace misteriosa a la persona y su búsqueda. No porque sea inalcanzable o incognoscible el amor que busca. No. Sino porque le hace extraordinaria por el mismo hecho de buscarlo. Buscar le da sentido a su existencia. Y en definitiva le lanza al conocimiento de su fuente. Que no sólo le hará feliz el día que lo halle, pues, ya es feliz buscándolo.

Así, por ejemplo, el amor hace extraordinario al hombre en aquella hora que buscando saciar la sed en su única fuente, halla agua en otra fuente. Esa es la “hora bendita” en que se descubre así mismo delante de otra persona. Porque ya empieza a amar.


Aquí y sólo aquí es cuando el escritor sagrado del Genesis (2, 23) pone en boca de Adán, aquellos sentimientos que lo inducen a decir: “Esa si es carne de mi carne y huesos de mis huesos”. Y cuando Levinas afirma: “Frente al otro me encuentro ante una fuente de significados y valores”. Eso mismo lo afirma radicalmente el antropólogo, al decir: “El acceso a lo humano es el otro”.


Es decir, el fundamento de una persona sólo puede estar en la otra persona; porque la otra persona será siempre el acceso a la fuente más lejana y profunda, de donde emana el amor.


Dios es esa Fuente inagotable del amor, en quien el alma se sacia. Así lo expresaban, también, aquellos místicos del siglo VI a. C. al cantarlo en sus cítaras: “Señor, tu eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma tiene sed de ti como tierra reseca agostada sin agua” (Sal 62, 1).


¡Qué gran misterio el nuestro al hallar tal riqueza en las otras personas!


Por lo mismo, solo podemos ser felices delante de las personas, nunca sin ellas. 


Quizá haya quienes encuentren felicidad en las cosas y las mascotas; si bien es cierto, habrá que certificarlo como algo agotable y efímero; porque el amor no acontece en algo, sino en alguien. Eso es precisamente lo que hace inagotable al amor
.
 
Por consiguiente, el amor humano, como indicación del único amor, el amor Fuente, es y será siempre inagotable. Y cuando lo vemos agotable es debido a sus flaquezas, por no transparentar convenientemente su pureza, como lo dijo el apóstol:
“Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros” (2 Corintios 4, 7).
domingo, 10 de junio de 2018

LA PUNTUALIDAD



Por Gvillermo Delgado OP

La puntualidad es la acción que hace del tiempo un valor y de la vida el movimiento orientado a la conquista de grandes cosas, solo quien lo comprende y práctica lo alcanza y disfruta.

La puntualidad trae consigo quietud, seguridad, confianza en uno mismo, hace creíble la palabra, origina el «movimiento de las cosas», porque hace de la voluntad humana un «alma grande», en tanto capacidad de realizar los sueños.



Pequeños dioses del tiempo

Las personas de «alma grande» infunden confianza, trazan sueños hacia otros mundos posibles, pues son como pequeños dioses del tiempo.

Para ellos, el tiempo es un valor porque enmarca la vida desde su inicio hasta su final. Al saber que la vida no sólo puede existir ahí, la revaloran constantemente para alcanzar todo lo que se proponen, y perdurar más allá de esos límites.

Al asegurar que Dios crea el tiempo, al mundo y el uso de todo lo creado, ellos se convierten «pequeños dioses» que se realizan, transforman la naturaleza para su bien, se plantan en el podio del éxito, y hacen del tránsito leve por este mundo, algo más que una huella imborrable, porque en aquello que transforman edifican los trazos de su propia perfección.


El uso indebido del tiempo

La puntualidad como valor marca el tiempo y la vida, define a cada una de las personas. En ese orden de cosas, cualquier anarquismo, en tanto desobediencia a las normas, es la indebida actuación sobre aquello que nadie en este mundo es capaz de crear o producir, como la vida y el tiempo. Por lo mismo el uso indebido del tiempo convierte a las personas en dioses prepotentes y autoritarios.

Cuando una persona «presume omnipotencia» se convierte en un ser malvado y curvado, inclinado al vacío abismal de sus acciones; extraviado, sólo puede ser alguien inútil en el trato, limitado de mente, sordo al conocimiento y a los latidos del corazón, pues, limitado a su propio vacío se priva de disfrutar del ritmo de la vida que transciende su pequeño mundo.


La puntualidad para hacer cosas grandes

Quienes existimos en el límite del tiempo y la vida, sabemos que no nos queda otra cosa que ser puntuales, porque ahí encontramos el único regalo para hacer de cada instante de tiempo un mosaico de realizaciones.

Quien, además comprende esto hace cosas grandes, pues, se deja llevar por los impulsos internos del alma, y hacia fuera, se expresa con tolerancia y respeto, afabilidad y ternura.

Esas son las personas exitosas en todo aquello que emprenden, ya que con su trabajo construyen la comunidad humana; o sea, sirviéndose a sí mismos aman a quienes ni siquiera conocen.

Estas son las personas prestigiosas que caminan por las aceras de las ciudades, pues, saben que nacieron en una hora puntual y que volverán a su punto de origen del mismo modo; y para no ser sorprendidos por la muerte, viven haciendo que todo dependa de ellos, mientras ellos no dependen de nada. Son libres en el tiempo, viven cada instante en puntualidad. 
viernes, 8 de septiembre de 2017