Viendo "Posts antiguos"

Tiempo de Gracia

La espiritualidad mariana es prisma de lo femenino, por el cual la creación entera es revitalizada, inclusive más allá del cristianismo. Tal fuerza espiritual es dinamizadora de la búsqueda del equilibrio y la justicia, de la realización de lo humano y de la experiencia de lo divino. Al parecer, asistimos a una época de gracia y de encuentro con lo trascendente, en donde “la misericordia y la verdad se han encontrado, la justicia y la paz se han besado” (Sal 85,10). María, la Virgen Madre, es además punto de referencia, como Espejo de la justicia, Trono de sabiduría, Vaso espiritual, Casa de oro, Arca de la Alianza, y Consuelo de los afligidos… (Letanías luaretanas).

Extrañamente esta espiritualidad se ha universalizado desde las diversas experiencias sobre Dios; en algunos casos en expresiones no necesariamente religiosas, pero que finalmente lo refieren sin explicitarlo. Esto explica el surgimiento de diversos movimientos sociales que buscan reivindicar derechos, mostrando, así, las enormes fortalezas de lo femenino en el mundo.

Estamos convencidos de que tal evento histórico no es fruto de la casualidad sino consecuencia del devenir histórico, por el cual buscamos consumar lo esencial de lo humano en quien es el principio y el fin de cuanto existe (Ap 22,13). Como bien sabemos, tal potencialidad no descansa sólo en las posibilidades de la libertad humana.

En esta época de cambios, la persona se re-interpreta a partir de las relaciones con los demás como imagen de Dios. Lo hace con el símbolo más decisivo de la Santa Madre, la Virgen María. Porque ella representa la humanidad; pues al aceptar la palabra del Padre, con limpio corazón y “dar a luz a su Hijo, preparó el nacimiento de la Iglesia… tomó como hijos a todos los hombres, nacidos a la vida sobrenatural” (Prefacio a la Santísima Virgen María). Tal suceso e intercambio de amor tiene lugar en el actuar continuo de Dios en todos los tiempos y lugares de la vida, hasta que él vuelva.

Con justa razón la admiración que la Santa Madre provoca en la comunidad de los creyentes tiene que ver con el reconocimiento de lo mejor que de sí mismos hacen los hermanos, haciendo de ese reconocimiento el camino hacia lo más querido.

De Guillermo Delgado, OP
Fotos: jgda. Virgen del Rosario (Caleruega, España).
jueves, 13 de abril de 2017

El Lugar Más Iluminado de la Noche


Confieso que he amado.

Deseo convertirme en lo que fui
desde antes de la creación del mundo,
y reencontrarte en cada paso,
para que mi universo sea el que otros anhelen. ‬

Mejor dicho,
confieso que he sido amado:
en el amor he sido encontrado
y convertido en el lugar más iluminada de la noche.

En resumen,
he sido iluminado.

De José G. Delgado, OP
Foto: jgda. Claustro de Santo Domingo de Silos (Caleruega, España).
viernes, 7 de abril de 2017

El Perdón



Guillermo Delgado OP

Si eres de las personas que dicen ¿Por qué no soy feliz? 

Examina tus pensamientos. No todos los pensamientos son saludables para el alma, algunos hay que cambiarlos.

¡Toma una postura en favor de la felicidad!

Esto es decisivo porque las ideas que reposan en el interior del alma pronto se traducen en realidades visibles.

Las ideas impulsan las acciones de las manos. En las manos se materializan las ideas que explican la felicidad.

Por eso hay que cuidar los pensamientos y las palabras. De eso depende el bien o el mal que mueve tus acciones.

¿Qué pasa si en plena conciencia te mueves hacia el mal? y ¿Haces del tiempo que posees para ser feliz, un caldo de cultivo para el pecado?

Recuerda esto: Una vez caído en pecado, sólo te queda una alternativa: emprender el camino del perdón, que es el de la felicidad.

Pero, para llegar al momento del perdón, debes primero alcanzar la conversión. Perdón y conversión son los dos ojos que miran en dirección de la felicidad deseada.

La conversión es retornar al camino que en algún momento dejaste. Ese “retornar” es radical cuando la persona se posesiona de sí misma delante de otra persona, para ser alcanzada en el amor, ya que sólo la persona que se siente amada se dirige a la otra persona para amarla.

Quien está en pecado no puede mirar a la otra persona cara a cara, no puede amarla.

En pocas palabras, el pecado es romper en el amor. Por consiguiente, de esa lesión es de donde hay que partir para convertirse y experimentar el perdón.

La “lesión” del pecado, no es un sentimiento de culpa moral como fruto de la ruptura de una norma. No. Es algo más. Es un atentar contra el amor; por tanto, un atentado contra Dios. 

Al considerar el pecado como un atentado contra Dios, como gravísimo, sólo queda una salida, esa es, volver al amado.

La experiencia del mal como fruto del pecado es aquella fuerza que arrastra al pecador sin tener control de sí mismo, como lo hace el río a la rama después de la tempestad.

Esta miseria no es tolerable, porque no es fácil controlarla, ya que pecar, es también faltar a la razón, a la verdad, a la  conciencia recta, en tanto, faltar al amor verdadero para con Dios y con “el otro”. Es romper el hilo de oro que nos une con lo más sagrado.

El pecado provoca un hastío de pena anticipada. Es vivir sentenciado en la larga noche del dolor que no se repara así nomás.

Hay que “hacer algo”, eso, que nadie puede hacer en lugar tuyo. “Debes” hacerlo tu mismo. 

¡Mejor si es ¡ahora!

No queda de otra, hay que "re-tomar el camino", volver al punto del extravío. Allá donde se rompió en el amor.

Sólo aquella hora en que "vuelvas", experimentarás el perdón.

Entonces, verás brillar el amor, como tu gran tesoro. El ser feliz.

Por: De Guillermo Delgado-Acosta, OP

Foto: en red.

domingo, 2 de abril de 2017