Viendo "Posts antiguos"

LA FELICIDAD


Como personas humanas, tenemos anhelos más allá de la satisfacción de necesidades  biológicas, porque no nos alimentamos como los animales que viven para morir, sino que vivimos para ser felices. Esa es la gran razón por el cual el ser humano se moviliza, crece, sueña, hace sus tareas por difíciles que éstas sean. 
Cuando una persona  trabaja, pero no está satisfecha con lo que hace, porque  considera que sus decisiones son erradas, se parece a los animales que sólo comen para pasar el día. Jesús dice que debemos nacer del agua y del espíritu, en donde el agua es la condición humana -el nacer natural- y el Espíritu aquello que mueve a la personas para alcanzar la felicidad.
La raza humana no es sólo "naturaleza", somos algo más. Jesús al resistir  a las tentaciones del demonio, dijo: no sólo de pan vive el hombre. O sea que no hemos sido creados para el pan -vivir para comer-, el pan sólo sostiene el cuerpo mientras llegamos a la vida eterna. Mientras el pan nos alimenta, el Espíritu nos mueve hacia la conquista de las grandes cosas, que descansan en el orden de la felicidad y la belleza.
Si ahora mismo somos capaces de mirar por adelantado lo que queremos llegar a ser, eso nos da las herramientas no sólo para caminar en ésa dirección sino de entrar en éso que vemos de una vez por siempre.
La felicidad es una construcción con altura humana que tiene raíces profundas en uno mismo, pero de origen y destino divinos. Suficientes razones para avanzar y entrar en ella. 
Por. José G. Delgado.
Fotos: Varias (Web).
jueves, 31 de octubre de 2013

Todo cambia

Lo más propio de la persona es el cambio. Todo cambia, todo fluye, decía el filósofo Heráclito de Éfeso. A él se le atribuye la frase: “No podemos bañarnos dos veces en el mismo río”, (ni el río ni nosotros seríamos los mismos). El devenir es el principio de todas las Cosas. La existencia sólo puede entenderse a partir de ese proceso de construcción del ser de las cosas y de la misma vida. Toda la realidad es cambiante. Debe serlo, sólo así se avanza en el perfeccionamiento.


 Jesús no fue filósofo. Fue Maestro. Él sabía que las instituciones y los mantenedores de éstas, si quieren hablar de Dios, deben cambiar. Porque por no cambiar se han corrompido, están sometiendo injustamente a las personas: oprimen a los pobres con impuestos, imponen argumentos para enajenar y denigrar a las mujeres, a los extranjeros, a los niños.


 ¿Para qué pueden servir las instituciones y las personas, aunque estén consagradas a Dios, si se estancan en concepciones absurdas? Deben cambiar. Sin esa exigencia, es imposible que su dios (con minúsculas) se haga presente y salve. El Dios Verdadero (con mayúscula), no compite con dioses y sus promotores.


La idolatría amparada en dioses falsos es reconocida por las acciones malas que parecen buenas, por el odio disfrazado de buenas intenciones, por la aniquilación de la persona para apartarla de su camino y hacerse con el poder, y justifica la lujuria.... La idolatría es reconocida en la gente consagrada a los demonios, que viste como ángeles medievales, vuelan a media altura y deambulan por las noches al acecho de nuevas aventuras orgiásticas.


El verdadero Dios, en cambio, es siempre nuevo, totalmente presente. El verdadero Dios raya el amanecer con su dedo luminoso. Habita el corazón sincero de los limpios de corazón. De quienes, quizá no siempre vayan a misa, ni se confiesen los domingos. Los limpios de corazón simplemente transparentan lo auténtico, lo divino, porque habitan el corazón de Dios, porque ellos son habitado por Dios. No se visten de nada, son revestidos de luz.


La eternidad se comprende a partir de ese fluir en el presente de la vida y las cosas; tanto, como un río que cambia cada segundo y siempre es diferente, por eso en su paso no sólo deja rastros de vida, sino que embellece todo el entorno.


No olvides:

¡si deseas perfeccionarte, debes cambiar, ahora mismo!


 Por: Gvillermo Delgado OP

miércoles, 30 de octubre de 2013

El Secreto de Nazareth

A: Edward y Ariana Delgado, 
que crecen a la sombra
de Sergio y Sara, 
sus Padres. 
  • Si la familia se perdiera un día sería el final de la humanidad. Cualquier colectivo humano en crisis, vuelve su mirada a la familia, aunque postergue las tareas que "debiera hacer". La familia es el único lugar para restablecer el orden social.
  • Como pasa con las aves migratorias que encuentran el camino de regreso. La familia es el nicho para volver a humanizarse, sea ésta la familia de parentesco o familia de fe. Sólo hay empezar a identificar  el camino de regreso.
  • El mejor modo de sentir el paso del tiempo es notar como la niña crece y se hace mujer y el niño el hombre que se posa como otro igual a nuestro lado. No olvidemos a las personas en su actual condición de niñez o juventud, que creciendo con o sin la cercanía o ternura de sus padres, por las razones que sean, ellos serán quienes reivindiquen a sus padres y al resto de las familias en esta comunidad humana. Tal como nosotros lo hemos hecho respecto a nuestros padres y abuelos. El ser humano evoluciona, o mejor dicho no tiene otro lugar para perfeccionarse que no sea la familia.
  • No olviden tampoco que fue un niño huérfano de padre quien nos dio la salvación. Y nos hizo volver a despertar al gran sueño de que la comunidad puede ser una familia grande. Ese es el gran secreto de Nazareth. 
Por: Gvillermo Delgado
Foto: Dibujo de Edward Delgado 
martes, 29 de octubre de 2013

LA MUJER VESTIDA DE SOL

Virgen del Rosario, Templo Santo Domingo, Guatemala.
También hemos aprendido que la madurez de la humanidad no se alcanza con la madurez de la razón ni con el domino de las leyes de la naturaleza. La madurez de la humanidad se alcanza en ver lo humano como un todo, más allá de las diferencias. Lo humano que abarca lo masculino y lo femenino, a los niños y las niñas, a los ancianos y a las ancianas, al hombre y la mujer en comunión entre sí y con su creador. La madurez está en los atisbos, aún primarios, de quienes intentan superar las diferencias a veces conflictuadas entre las generaciones adultocéntricas que imponen criterios diciendo que todo pasado fue mejor, y las generaciones jóvenes que sin distinguir entre lo real y lo irreal creen y crean un mundo basado en lo superfluo y efímero. La madurez llegará cuando el pasado mejor de los adultos y el mundo efímero de los jóvenes se recree desde el corazón de los niños que aprenden a hablar y a crecer de los brazos y palabras de sus padres. Quizá entonces podremos con orgullo enarbolar la bandera como mojón que indica que algo del paraíso terrenal brilla en nuestras inhóspitas calles de la ciudad y del campo. Sin duda que necesitamos de modelos que nos orienten y nos señalen rutas, nos redireccionen, que nos permitan retomar el buen camino que traíamos; modelos que nos ayuden a encontrar el punto en que nos perdimos. Nos ayuda muchísimo la mirada fija de María en su Hijo, el hombre nuevo. La Mujer vestida de sol, que iluminada ilumina lo que ahora encontramos denigrado, lo femenino de lo humano. Ya, estamos enterados que por una mujer Dios vino al mundo, por qué no asistimos a esa verdad y de una vez por todas, damos el valor a quienes son las preferidas por el Señor. No olvidemos esto, en María, somos iluminados todos nosotros. Ella la Virgen del Rosario que no tiene los ojos dirigidos a lo alto, como extraviada en las cosas eternas, o por encima de ella misma, no, sus ojos están dirigidos a nuestros pasos, mientras sostiene fuerte al fruto de su vientre, al sol que le ilumina a ella mima y al mismo tiempo ilumina nuestros pasos. 
Por: Gvillermo Delgado
 Foto: varias
lunes, 28 de octubre de 2013

LA ESTATURA HUMANA

A lo largo de los siglos hemos aprendidos a nacer y crecer de todos los modos posibles. Pero nunca nos hemos dado por satisfechos. Por eso hemos aprendido a comprender nuestro origen y destino, y no sólo a encontrar explicaciones acerca de las causas primeras, el motor inmóvil de Aristóteles, o comprender qué será de nuestra vida una vez se extinga el cuerpo o el mundo, sino comprender el por qué de nuestra estatura y dignidad. De ahí que nos ocupemos en crecer y caminar hacia el lugar que nos corresponde. Ese lugar no es sólo una realidad fuera del mundo sino en el aquí mismo del mundo donde acontece la vida, el dolor y la muerte, aquí donde Dios ha caminado, y sigue caminando, pues, él mismo dijo que se quedaría entre nosotros: sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20), dijo. Es cierto que mientras el mundo presente sea el de los niños felices, donde vuelen las aves entre las ramas, nazca el agua que genera la electricidad, el mundo de las buenas relaciones humanas, un mundo donde ser pobre no es señal de ignorancia y desprecio, entonces el futuro que nos direcciona inevitablemente será consumado en Dios, porque ya, de alguna manera hemos alcanzado la ruta, la dirección más original.

Por: Gvillermo Delgado
Foto: de Varias

¡Ay de ustedes!

Dios no castiga, la misma persona es sometida por sus propias dictaduras.

A propósito de Lc 11, 47-54

¡Ay de ustedes! 
Esta sentencia advierte sobre una maldición que está por venir. Maldición que viene en el camino de la misma persona. Jesús distingue entre lo real y aparente de los comportamientos y advierte del peso que se impondrá sobre quienes enceguecidos están perdidos en el limbo de sus propios engaños.

Erigir monumento a los profetas, a las personas, que fueron asesinadas por ellos mismos o sus padres o parientes, es una burla que intenta tapar la culpa propia, la mala conciencia. Clara actitud de hipocresía. Es parecer bueno y no serlo. Pero vendrá el castigo, desde dentro o fuera de sí mismos. Dios ha trazado el camino que nos conviene. Es la persona extraviada o mal direccionada quien en su propia necedad termina en el abismo de sus maldades. O sea, Dios no castiga, la misma persona es sometida por sus propias dictaduras.

El propio pecado, al tocar techo, reclama el juicio sobre sí mismo. Porque es faltar al amor al hermano, a uno mismo y a Dios. Cuando el peso ya es insoportable, se imponen las consecuencias. Es el momento de “pedir cuentas”, de ordenar la propia vida, no la ajena. El cuerpo no soporta tantos desvelos. Nadie puede vivir tanto tiempo en el límite. El fuego termina por reventar. Llegar a este punto siempre es una fatalidad. Pero, a veces se hace necesario para reemprender el camino, volver desde el propio olvido.

Pronto darán cuanta aquellos que no se arrepienten a pesar que han recibido gracias especiales. !Recuerda esto¡: al que más se le da, más se les exige. La peor maldición no es la que viene de fuera, sino la que se impone la propia persona, debido a su necedad. Entonces se arrastra, como gusano; come el polvo de la calamidad. Llegado a este punto, la persona minimizada, decide  mantenerse como insecto o reivindicarse hacia su condición más original, en que fue creada.

Quien tiene la responsabilidad de guiar y servir a los demás (como las autoridades en los pueblos, o los religiosos en la Iglesia) y no hacen lo que es de sus competencias, deben atenerse a las consecuencias que no tardaran en imponerse. Sobre todo cuando con las falsas interpretaciones de la ley o de las Sagradas Escrituras, impiden el acceso al justo conocimiento de Dios y de la salvación ofrecida por Dios. 

¡Ay de ustedes!

Por: Gvillermo Delgado
Foto: Miriam Aragón Mancilla
jueves, 17 de octubre de 2013