Viendo "Posts antiguos"

El Gran Olvido


El Gran Olvido

A la hora en que los amigos empiezan a marcharse la mirada del pensamiento se dirige a la distancia del pasado como una realidad finalizada.

Paradójicamente, el pasado se transforma en el único modo de comprender el porvenir de los acontecimientos, del que inevitablemente seremos parte.

Empezamos a definirnos por lo que fuimos, por las cosas que un día amamos y por el tiempo en que perduramos haciendo tareas en las que empeñamos todos los recursos posibles.

Cuando eso pasa por nuestras mentes, los pensamientos se amotinan al antojo en la certeza de que nada de lo que se ama puede ser olvidado.

El pasado es el alma de los sueños. Sueños como reconstrucción del paraíso querido, y la validación de lo vivido. En cierto modo, los sueños son un invento de lo que podemos llegar a ser.

Los sueños son «el mientras tanto» llegamos al lugar de los amigos que se han ido. Y para demorar en la buena espera, hacemos «del para siempre» canciones obligadas, así migrar a la profundidad del inconsciente Edén.

Con todo, Hombre-Dios es en quien comprendemos esto, que ahora afirmamos.

La gran novedad del Hijo de Dios consiste en que es Palabra hecha Carne. 

Tal misterio sólo puede ser experimentado en el sentimiento de que somos de propiedad divina, desde aquel día que despertamos como palabra de amor, dado que el paso por este mundo no es otra cosa que un tránsito breve de retorno a aquel abismal encuentro.

Esta certeza tiene que ver con que el Hijo de Dios es el amor visible, la ruta que señala y lleva a lo más profundo de los orígenes y a la meta más próxima de cualquier final. Con lo cual, nos aclara en definitiva que es lo humano. 
Lo humano no es la "naturaleza pura". Es el acontecer de Dios en el mundo. Claro está, tampoco aquello que nos define como dioses. Simplemente define lo humano.
Porque el Hijo es la participación de Dios en la humanidad, muy sensible para nosotros en las mejores muestras de amor posible, sobre todo al darnos a su Padre, también como Padre nuestro. 

No hay más grande ternura que sentir los abrazos del Padre en los abrazos de su Hijo.

Desde entonces y para siempre, toda la humanidad (incluidos tú y yo), nos entendemos en el hecho de que provenimos más allá del sueño de Adán. Venimos del sueño de Dios.

Para entonces, el paraíso deja de ser una plena añoranza, pues nunca estará perdido mientras el amor tenga vigencia en nuestras almas. 

Ese amor es uno, donde nada se separa, por ser divino.

En todo caso, por aquello de los extravíos, tenemos que regresar del gran olvido, cuando el amor deja de ser la energía que moviliza las acciones. 

Ya que el gran olvido que da origen a la estupidez tiene ver con la necedad de pronunciar la palabra separada de los hechos; aun sabiendo que las palabras son la materia prima del amor, o separar lo divino de lo humano, sabiendo que sin esa causa seriamos cualquier cosa, sin destino y sin mundo.

No podemos olvidar nunca que, fuera del amor nada existe, que todo pasará, menos el amor (así lo escribió el viejo Pablo). Y si no fuera por eso, nadie nos encontraría jamás. Dichosamente somos palabra, palabra de amor.

Queda prohibido, pues, no separar jamás lo humano de lo divino, ni toda acción del pensamiento amoroso. Ay, de quienes lo hagan en su inefable arrogancia, quedaran condenados a no volver a reunirse más con los amigos que un día se fueron.

Por: Gvillermo Delgado
Foto: en línea.

miércoles, 28 de febrero de 2018

Cómo acceder a Dios


Cómo acceder a Dios


Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda (Museo del prado, 2016)


Si lo humano es misterioso ha de ser porque se define en un origen también misterioso.

Mientras vavamos en este mundo, pasaremos el tiempo intentando comprender ese origen y acceder a él.

En ese "mientras tanto", nos jugamos la vida amando, inventando problemas para intentar resolverlos, poseyendo lo humanamente posible para mostrar lo grande que podemos ser, y sobre todo queriendo cambiar el pasado. Es frecuente constatar que, lo único que logramos es colocarnos al borde de un abismo sin salidas.

Con las siguientes ideas intento iluminar ese misterio y cómo acceder a aquello que nos define.

1. El gran sueño fallido
Cualquier persona, haga lo que haga nunca cambiará su pasado. El pasado no puede cambiarse.

La gran fantasía del ser humano es cambiar la ecuación inamovible. Esa quimera se ha transformado en una tentación inevitable, aun sabiendo que es intentar lo imposible. 

Previamente todos sabemos que intentarlo es toparse con un abismo infranqueable que sólo lastimará el corazón.

El sueño de acceder allá atrás del tiempo, para modificarlo, hace débil al momento presente que añade incontables frustraciones al alma. El pasado es lo muerto que no puede revivirse.

A no ser que ese remontarse, atrás del tiempo, posea contenido en lo divino. En ese caso, el pasado en lugar de "un punto muerto" es la posibilidad de acceso a Dios. Pero, ¿Cómo hacerlo?

2. La experiencia fundamental

Sin embargo, extrañamente, el pasado puede ser perfeccionado, al tomar conciencia de lo que soy y somos.

Una vez anclado en esa reflexión puede la persona lanzarse a la búsqueda infinita de la satisfacción de los deseos humanos. Es decir, no sólo mirar hacia atrás, sino sobre todo al futuro. A esto llamamos experiencia trascendental o fundamental.

3.  La conversión
El pasado también puede asumirse y perfeccionarse en la memoria histórica. La memoria es lo que sobrevive del pasado en el presente. Es la razón por lo que ahora somos, pues, somos según lo que un día fuimos o hicimos. Quienes reflexionan y asumen el pasado desde la memoria histórica, ciertamente no cambian nada del pasado, pero sí cambian ellos, y se perfeccionan. A esto llamamos conversión.

El pasado es lo conocido y punto departida para la experiencia y la conversión en función de aquello siempre nuevo que está por conocerse.

Sólo quien cambia de mentalidad y regresa el punto de partida, del cual se extravío, se "reinicia", se renueva. Eso es conversión. Ese punto de partida es donde lo divino acontece. Por eso la conversión es uno de los mejores modos de acceder a Dios.

4. El acceso a Dios
Más atrás del pasado sólo puede colocarse la fuerza originaria, que lo mueve todo, o sea Dios. Ese Dios que se deja sentir cuando toda criatura humana activa las posibilidades de retorno a su fuente, promovidas por la propia razón.

La fuerza originaria, colocada atrás del tiempo, o sea Dios que sacia toda sed, nutre todo sentimiento carente de amor y  fortalece las razones por las cuales existimos y somos.

Ese Dios es tan accesible e invisible a la vez para nosotros, parecido a lo que le pasa al enamorado que al sentir la pureza del amor en su alma no puede imaginar la grandeza de ese amor que le envuelve.

Al mismo tiempo esa fuerza originaria, que también llamamos Creador, traza el rumbo de la historia hasta el momento presente en que cada uno se coloca, ahora mismo.

Ese punto o fuente originaria es de “encuentro”, mientras esperamos que venga lo que está por venir o por conocerse de modo definitivo. Con justa razón esa fuerza la experimentamos como Alfa y Omega: «El que es, el que era, el que viene, el todopoderoso» (Ap 1, 8).

Así es como accedemos a él y resuena su voz, cuando dice:
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguien oye mi voz y me abre la puerta, entraré a su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).

sábado, 10 de febrero de 2018

crecimiento Humano




Toda relación humana comienza en el encuentro de la atracción, de las cuales algunas perduran hasta el final de la vida; otras, al ser adquiridas a la sombra de la familia exigen un esfuerzo extra en la compenetración de valores que se fundamenten en el amor, fuente y motor de toda relación y perfección humana. Ambos tipos requieren de una comprensión apropiada.

Explico esa tarea en cuatro “estadios de la persona” o etapas por las que se promueve a la persona hasta constituirse en “ser plena”.

1. El primer estadio de la responsabilidad
La responsabilidad es “hacerse cargo” de las propias acciones, define el alto grado en que la libertad acontece. La atracción y aceptación de las personas tiene que ver con ese grado de libertad.

La persona libre “seduce” con la simple atracción. Dado que quien “se hace cargo” de sí mismo es “capaz asumir lo otro”. En esta etapa la persona toma altura o penetra en la profundidad de los sueños, a tal punto de beber del puro amor. Se hace atractivo. De ahí, le deviene “la atracción de la simple mirada”.

¿Quién en este mundo no desearía ser parte de un ser libre que le envuelva en el amor, para cuidarle y dejarse cuidar al mismo tiempo?

2. El segundo estadio de la integridad
Del aire ni los aviones se sostienen, las aeronaves requieren de bases profundas, de leyes de la naturaleza cuyas fuerzas están más allá de ellas mismas, que les hacen capaces de “generar”, renovarse en nuevas fuerzas y advertir toda consecuencia.

La integridad se define como unificación del todo en la parte, cuya base está en el interior del ser y en las leyes de alcance universal. Básicamente una persona integral es sostenida por esa integración, que fortalece su vida interior.

La vida interior es como el silente amanecer que va creciendo indefectiblemente en el permanente despertar del “ahora mismo”. La vida interior define a las personas despiertas. Define a quienes viven en el asombro del amanecer y celebran cada instante maravilladas por el latir de su corazón.

Las personas despiertas están conectadas con la naturaleza de las cosas. Al comprender las causas y la finalidad de las leyes de la vida (que es el amor mismo), todo lo que hacen, lo definen como un gesto de agradecimiento. No alaban a Dios en vano.

Por consiguiente, la persona integral no necesita “duplicar” su personalidad. Para ellas la mentira, por ejemplo, no es requerida. La persona integral habita su propio lugar, existe para sí misma, no es aparente, no es enajenada. Al ser sostenida por la ley del amor, sostiene todo amor venga de donde venga, e integra la naturaleza de las cosas que tiende a lo bueno y bello.

3. El tercer estadio de la bondad
La bondad es lo más propio hacia donde tiende la naturaleza humana, negarle sería negar el origen más santo de todo ser, como matar el sueño, fumigar la flor y su fragancia, o ahogar para siempre el fuego de la luz.

La persona que ya asimiló los valores hasta en el inconsciente, vive en su tiempo, sabe que existe para lo justo y para el amor misericordioso.

Llegado a este punto, la mirada de la justicia ilumina lo bueno. La persona no tiene que esforzarse por hacer el bien, ya que es dominada por esa fuerza de ese amor interior. Delante de las personas, como delante de su Dios, hace suya las palabras del poeta cuando dice:
 «Siempre estás tú delante de mí y saltan de alegría todas mis glándulas. ¡Aun de noche mientras duermo, y aun en el subconsciente, te bendigo!» Ernesto Cardenal (1998).

4. El cuarto estadio de la belleza
La belleza es consecuencia de la responsabilidad, la integridad y la bondad. Lo bello es lo bueno por excelencia, el grado más alto del crecimiento humano, es el ser encaminado hacia la felicidad, o quien ya la habita.

La persona bella es algo más que atractiva, es apetecible. No por la bondad que emana de ella, sino por los fundamentos en que se asienta, porque ese tipo de belleza llega hasta la base de sus orígenes, que es lo santo, bello y lo bondadoso en todo su esplendor.
«La belleza está en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios» (1 Pdr 3, 3-4).
Con razón quien desea “tu belleza” no es que quiera poseerte a ti, sino al amor y a la fuente de ese amor. Y al no estar esas fuentes en ti mismo, te convierte en referencia del gran Amor que rige toda tu vida. Si alguien te dice que eres el amor de su vida, no te lo creas del todo, piensa tan solo que te has convertido en la mejor referencia de la belleza.

Es por eso por lo que, la persona bella irradia belleza en todo lo que dice y hace. Le embellece todo. Y no sólo es bella, además es justa, compasiva, autónoma, responsable, moral, etc.

En ese estado y culmen, dime: ¿quién no quisiera ser ese amigo bello, por quien apostar una vida entera?

Por: José G. Delgado OP
Foto:

martes, 6 de febrero de 2018