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El miedo y el Temor de Dios


El miedo y el Temor de Dios

Si por alguna razón llega el miedo a tu vida, déjalo entrar, que penetre en todos tus nervios; eso sí, ponle límites. Dale un tiempo para que haga lo suyo en ti. Pero cuéntale los segundos, que no sean más de diez. De ese modo nunca perderás el control de la “situación”, mejor dicho: Para que la “situación” no te controle a ti.

Luego, prosigue tu vida. Tu tiempo es más breve de lo que supones. No permitas nunca que, las circunstancias invadan toda la existencia, más allá de lo requerido. Los límites los pones tú.

El miedo psicológico es un factor inevitable que inmoviliza a la persona a actuar en libertad, que pronto se convierte en tu aliado, como combustible para sobreponerse a toda adversidad. En este sentido el miedo es necesario como advertencia, que nos ayuda a posponer ciertas acciones.

Bien asumido el miedo, nos obliga a hacer un alto en el camino: como luces de advertencias, indicando la proximidad de un peligro. Con ese "alto" podremos pensar ordenadamente y retomar la dirección que traemos. 

Al decretar OMS al Coronavirus como pandemia (el 11 de marzo del 2020)  nos obliga a hacer giros hacia otros puntos de atención, por ejemplo el cuidado de la salud integral y la calidad de las relaciones humanas a nivel global. 

Las advertencias interiores, esos chispazos que señalan la finalidad de la conducta, están en la raíz del alma: son marca registrada que traemos desde el momento de nacer, para protegernos de todo mal, donde el miedo es la voz de alarma.

El miedo y la valentía

Gracias al miedo, la valentía entra en escena en la actuación humana. Así valoramos la salud y las relaciones humanas. Nos medimos acerca de lo que somos capaces, para enfrentar cualquier situación, real o imaginaria, de manera equilibrada. 

La valentía como valor o coraje es la luz verde que nos mueve al otro lado del miedo; que, como al miedo, también, hay que darle su tiempo.

Por consiguiente, "no hay que temer al miedo", tampoco al valor o valentía. No evadas una ni otra de esas señales del alma. Es la mejor pedagogía con que nos gobierna el inconsciente. Sólo tráelo al nivel superior de lo consciente.

El miedo y la valentía son mensajeros fáciles de interpretar, muchas veces simbolizados como aviso de las grandes cosas que pueden darse, según actúes.

El temor de Dios

La voz de Dios está en la advertencia y en el coraje para vencer en los peligros. Esa voz es la certeza de que, aquello que está por venir se determina por una fuerza divina profunda donde el mismo Dios actúa junto a ti. Los griegos le llamaban a esa fuerza, Daimon o el Ángel bueno que impulsa a la persona hacia la felicidad.

Con justa razón sostenemos que el “temor de Dios” no es miedo a Dios, sino la impronta de su presencia, que no puede ser negada, sino integrada en el amor, para actuar en los modos que sólo el amor entiende y obliga.

Cuando Dios asiste, en lo que llamamos "temor de Dios", nos libra de todo juicio ético (a modo de condena), para que actuemos sólo en función de aquello que nos hace buenos delante de él y de delante de las personas. Hacemos el bien porque esa es nuestra naturaleza, nunca para buscar un premio o por miedo al castigo.  

El temor de Dios, fundamentalmente tiene que ver con el amor; ya que el amor es la fuente primaria de cualquier actuación. 

Por lo mismo, el amor es esa fuerza, esa luz de advertencia o de permiso para dar el paso siguiente hacia el fin al que nos movemos.

Actuar en el temor de Dios tiene que ver con el amor gratuito, desinteresado. Por eso, ese temor es la superación de todo miedo.

Quien ama sólo teme al amor, que va más allá de cualquier seguridad. Quien teme a Dios vive en la tensión permanente de no fallar al gran amor que profesa. 

Quien ama dice: temo porque te amo, no te amo por que te temo. Amar por temor sería lo mismo que sentir miedo o pánico a algo o alguien (incluso a lo imaginario). La fórmula perfecta es temer por amor. 

Por: Gvillermo Delgado OP
lunes, 22 de enero de 2018

un Proyecto de Vida


Proyecto de vida

Alcanzar aquello que uno se propone tiene que ver con la elaboración de razones que puedan ser implementadas como un bien amado. Eso es un Proyecto de Vida.

Los razonamientos válidos son construidos a partir de otras razones, propias o ajenas, y puestas a prueba repetidas veces, hasta el infinito.

En las razones están las fuerzas del movimiento. La acción exige constancia en dos ejes: la fuerza interna que está en la razón y la fuerza externa que es el movimiento. 

Las grandes ideas, como los sueños son la base de toda revolución científica. Del mismo modo, nuestra existencia, primero tuvo que ser una idea en el corazón de Dios, y en el de nuestros padres.

Una persona razonable, sustenta sus pensamientos y acciones en un proyecto. 

Quiero decir que, los propósitos como las razones obligan a creer, confiar, en uno mismo. 

Es frecuente escuchar decir: Yo no tengo nada que no me lo haya dado yo mismo. Todo cae en el marco de mis propias posibilidades.

Este argumento puede sonar a “exceso de autonomía” y lo es; sin embargo, es el punto de arranque y el motor que mueve hacia a todas las direcciones y metas. 

Partimos de la confianza en uno mismo. Luego, nos extendemos a todas aquella direcciones que las relaciones nos permitan. 

Dios está en entre esas relaciones. La más valiosa. Abiertos a Dios es lo mismo que asegurar que la meta trazada nunca será una tarea inútil. La energía, la dirección, el aliento y todo lo demás, vienen de las relaciones y del amor que tiene su fuente en Dios.

Aquellas personas que no tienen proyecto se abandonan en su propia miseria.

Imbuidos en el miedo y las acechanzas del mal, frustran las iniciativas propias y ajenas. Ese tipo de personas, suelen ser poco racionales y atractivas. Definidas por Alberto Cortés como “la masa”. 

La diferencia entre “la masa” y “la persona” es el proyecto y las razones que lo han puesto en movimiento.

Fíjate bien que, las personas sin proyecto, sin propósitos; aluden a las razones y propósitos de otros, repiten hasta el cansancio aquello que justifica “su modo de ser”; suelen ser gente con pocas posibilidades de apertura a los cambios; estáticos esperan que la suerte los sorprenda un día por el camino.

Por consiguiente, cada vez que emprendamos un nuevo año, por la razón que sea, te propongo que consideres tu propia vida a partir de un proyecto; que aprendas a contar con las personas y las cosas; que pienses en lo breve que es la vida; te animo a que no olvides que, las potencialidades si no se ejecutan se frustran al punto de entumecer los sueños; finalmente, no olvides nunca que una persona sin sueños es una persona miserable.

Si eres un soñador como yo, vas a tener tantas frustraciones como las estrellas del firmamento; si no lo eres, serás tan amorfo como el mar después de la tormenta; de uno y otro modo, lo que importa es que tengas un proyecto, que sueñes y que cuentes conmigo.

Por: Fr. Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda
jueves, 4 de enero de 2018