Viendo "Posts antiguos"

Célula Primigenia


La semilla de la célula primigenia
tuvo que posar por el costal de la flor
para encubar la vida. 

Ahí estaba yo... 
no lo puedo recordar,
por más que lo intente.

Aquello fue un acto lejano
indeleble al alma.

Pero también estabas vos conmigo, 
apartando espacio entre la espesura
para dar lugar al único amor en el que nos fundamos.

Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda
jueves, 23 de noviembre de 2017

Cántico Esencial


Soy sobreviviente de una guerra reciente,
Árbol azul de mariposas misteriosas.
El olvidado pregón de los pájaros tempraneros.

Soy pordiosero de tus mensajes,
quien inmóvil por la mañana
mira pasar la brisa lenta
que lleva la silueta
de los movimientos que a tu paso dejaste
en el camino de arenas.

Soy quien,
atrapado en los años indemnes de los rezos,
por el silencio de las flores de la tarde,
por el grito abatido de las estrellas nocturnas,
por las auroras de avemarías,
se levanta cada día
en el impulso de las semillas
que despiertan del sueño primordial.

Soy gigante que busca la altura lejana de su Dios,
desde el patíbulo que el amor obliga.
Quien atrapa el murmullo de los segundos en agonía
Sobre la antigua montaña de los olivos.

Enano que engulle el espacio de la fruta nueva,
quien se sustenta de cada sorbo de las palabras
con el hondo amor de las raíces.

Y es que todos conocen
los secretos de mi condición,
la gravedad de mis búsquedas,
el ruidal reprimido de mi agonía
que apunta al corazón del alma:
sagrado hontanar donde el amor abraza.

De Gvillermo Delgado OP
Foto arte: prestada de Web.
sábado, 18 de noviembre de 2017

Aprender a Ser Humanos


Aprender a ser humanos

Quienes dichosamente vivimos este siglo, somos testigos de una nueva civilización de lo humano. Todo se examina y define a partir de esa nueva compresión.

De: Gvillermo Delgado OP


Desde que se impusieron los cambios científicos y sociales emprendidos en los años 60s el lenguaje que comunica la nueva realidad ha mostrado el rostro renovador de los anhelos humanos, cuya utopía lejos de ser una quimera se ha expresado en hechos como en la ternura, la solidaridad, la justicia, el cuidado, y los valores que definen los orígenes de la vida, que a su vez atisban su devenir.

Tales expresiones son auténticas luchas, que salvaguardan el equilibrio del cosmos en contraposición al caos del que veníamos llegando.

La persona-en-relación se comprende así misma en lo sublime de sus orígenes y su destino, en la dualidad de lo masculino y lo femenino, en los contrastes de sus inclinaciones instintivas y la perfección del alma racional, y en la imagen original y primaria de sus ancestros: los abuelos y las abuelas.

Históricamente, tal comprensión es posible gracias a la simbolización de lo femenino que se realiza y anima interiormente en los esbozos del alma de los mesopotámicos, en las expresiones de lo bello y eterno de los egipcios, en el culto a la razón de la persona civilizada de los griegos y romanos, en el hombre-divinizado de la cultura cristiana que universalizó la maternidad y la paternidad en el abrazo de la palabra que crea la realidad histórica.

Sin embargo, la persona de la cultura actual no sale del estupor y el desencanto al considerar que el misterio del encuentro del todo en la parte, lo masculino y lo femenino, lo humano y lo divino, no pueden ser retenidos en lo efímero, sino que implica entrega y devoción de toda la vida.

Esta generación ha logrado concluir, que volver a los orígenes remotos biológicos y culturales e interiorizar la realidad mítica simbolizada en las relaciones comunes del día a día, significa encontrar las preferencias y gustos de todo aquello que expresa la belleza, la bondad, el espíritu como génesis de la vida (el ruaj hebreo) y todas las realidades en la humana condición femenina (más aun en quienes nacimos hombres).

Así pues, el encanto de nuestra época tiene que ver con los vertiginosos cambios, que de no ser simbolizados en los principios elementales de la vida perdería fácilmente su norte, para que eso no ocurra al hombre postmoderno sólo le queda un camino:  redescubrirse en lo más sublime de sus orígenes. 

Foto: Mimita Aragón.
jueves, 16 de noviembre de 2017

El Rostro de la Pobreza


La pobreza no existe. Existen los pobres. Al no ser la pobreza un concepto sino una realidad social, los pobres la definen en las diversas problemáticas que se expresan en la desigualdad y la violencia, el racismo y las guerras, la religión y las culturas. Es así como la pobreza explica, por ejemplo, el fenómeno demográfico, de los nacimientos, la migración y la diferenciación de la esperanza de vida de las personas.

Por ser una realidad, la pobreza, enmarca a las poblaciones respecto a otras en estancamiento fatalista o en proceso de desarrollo económico y cultural.

Mientras los pobres sigan siendo parte del paisaje exótico para la explotación turística, industrial y ecológica, estarán condenados a ser objetos de consumo, la fuerza motriz y el combustible que mueve las locomotoras de las inmensas producciones industriales, en los nuevos y diversos modos de esclavismo.

Explotados, los pobres se convierten inevitablemente en escoria, quienes habitan los guetos, los suburbios, las zonas rojas de las grandes ciudades, o los cordones de miseria de las áreas rurales; donde sea que moren, son caldo de cultivo de los problemas más acuciantes y sin solución del planeta; no por ser pobres sino por ser empobrecidos, no por ser el sector más vulnerable de las sociedades sino por ser vulnerados.

La pobreza sólo existe, si logra definir el rostro de quienes la conforman, desvelando la inequidad como deuda social de los estados y herencia de la diversidad cultural a lo largo de los siglos, con el objeto de re-humanizar las sociedades y advertir el futuro de un planeta en proceso de involución, dada la aniquilación de sus recursos y la degradación de las relaciones humanas.

El grado de deshumanización ha llegado al extremo de afirmar que la pobreza es un mal necesario para el desarrollo de unos pueblos respecto a otros. Quienes se benefician de tal principio lo razonan diciendo que la pobreza es un mal social y que se erradica en la medida que la riqueza se distribuye en la creación de nuevos empleos como vaso que rebalsa y esparce el agua en su entorno. Sin embargo, la riqueza describe la codicia ilimitada que penetra en la condición humana hasta el tuétano, ampliando el precipicio infranqueable que separa a unos de otros.

Mientras la lógica de la estulticia subsista, la pobreza será un mal endémico generador de focos de miserias, no solo material, que aniquilará a toda la raza humana. El día que los recursos del planeta toquen fondo, y con ello la condición humana, quizá lleguemos a un consenso que permita aceptar las causas y consecuencias de los males que abrazan a todos por igual, pero será demasiado tarde.

La pobreza es causa y efecto al mismo tiempo de la frustración y de la perdida de sentido, que se manifiestan en las relaciones más próximas y cotidianas que lesionan a las familias y los proyectos de quienes aspiran realizar un proyecto de vida.

No contar con las posibilidades mínimas para satisfacer las necesidades elementales de un niño o un joven en tan solo un día o de las familias a lo largo de una semana, reproduce las causas de los males infinitos que impiden el normal desarrollo humano, lo deterioran y hunden en el fatalismo de infravaloración.

¿Qué debemos hacer quienes tenemos la posibilidad de comprender esta realidad social? De nada sirve inventar rezos, quejarnos o pedir a Dios que nos otorgue capacidades extraordinarias para soportar las consecuencias de tantos males.

Cada uno de nosotros, a nombre propio, tiene la obligación moral de erradicar la complicidad del engaño a partir del rol que ejerce, hacer prevalecer la equidad en los pequeños círculos de influencia, dignificar el trabajo en tanto responsabilidad social de cooperación con la creación en su conjunto haciendo uso debido de la propia voluntad, o tendremos que empezar por aceptar nuestro retraso racional poco evolucionado de homo sapiens que nos coloca en la determinación incontrolada de los instintos animales Ω.

Por: José G. Delgado-Acosta OP

Foto: jgda
jueves, 9 de noviembre de 2017

SER LIBRE



La libertad es la “capacidad natural” de mi realización personal. La capacidad es aquel impulso dinamizado por mi propia voluntad a través de las decisiones que debo tomar para alcanzar lo que anhelo. Lo que anhelo es el todo, lo absoluto.

Eso se debe a que la libertad está en relación con “lo absoluto”. Solemos decir que absoluto sólo puede ser Dios: él es todo en todo. 

Lo absoluto tiene que ver con mi permanente insatisfacción de lo que ahora tengo y de lo que soy. Por lo que siempre quiero ser más. Quiero poseerlo todo.

La pretensión más grande es querer poseer a las personas, arrebatándoles su riqueza individual; inclusive queriéndoles arrancar su libertad. Sólo se poseen las cosas, a las personas se les ama en libertad.

Humanamente ese absoluto, como atributo de Dios, se encuentro en el “tú” de la “la-otra-persona”, de dónde finalmente encuentro mi verdadera identidad de hombre. Pero encontrarlo no significa que deba destruir lo absoluto que la otra persona me revela. La única manera de poseerla, sería dejando que la belleza se exprese del modo en que siempre ha sido. 

La belleza, la libertad, el amor, la bondad el y el ser no se pueden poseer nunca. Sólo ser parte de ellas, disfrutar su presencia. 

Al decir “soy libre” estoy diciendo que quiero hacer mía la libertad. Porque es el único modo de ser persona. Sin embargo, el día que yo posea la libertad nunca más la desearé; porque la libertad es el camino que me guía mientras vivo. Lo cual quiere decir que ese deseo prevalecerá hasta el día de la partida de este mundo.

Por ser la libertad el camino de realización, sólo me queda la opción de elegir una entre tantas cosas, privándome de las otras posibles satisfacciones. Yo no puedo recorrer más que un solo camino. 

Eso explica que no siempre es posible ser amigo de todos. Normalmente la verdadera amistad sólo acontece en un grupo pequeño de personas, especialmente en aquellas que yo eligo para vivir todos los días de la vida.

Es misteriosa la libertad. Por querer ser libre, tengo que optar por algo de manera preferente, dejando al margen otras tantas opciones. Eso me hace vulnerable. Muy pronto caerá sobre mí el terrible sentimiento que lo que poseo no es lo que realmente buscaba. Pero no hay otro modo de realizar la libertad que no sea en la elección.

Para que mi libertad no sea una conquista inútil debo someterme al cuidado de lo conquistado, disfrutando cada instante su presencia.

Mientras exista un camino que recorrer seré libre.

De Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda
jueves, 2 de noviembre de 2017