LA PASIÓN DEL SEÑOR Hechos y Palabras jueves, 19 de febrero de 2015 Sin Comentarios

Consideremos al “Varón de dolores” del que nos habla el profeta Isaías (Is 52, 13-53,12). Quien tiene semblante desfigurado. En él se da a conocer lo que nunca podía ser imaginado. Él creció como raíz en el desierto, despreciado, habituado al sufrimiento; soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores. Por lo mismo, se convirtió como quien tiene “parte entre los grandes”. Es nuestro Señor.
Extrañamente nosotros buscamos ayuda en ese “Varón de dolores” (Hb 4, 14-16; 5,7-9). En su gracia alcanzamos lo que buscamos. Él aprendió a obedecer padeciendo, y se convirtió en causa de salvación. ¿A caso no estamos incluidos en su programa de redentor?
Según el evangelista San Juan el día de la pasión del Señor (Jn 18, 1-19, 42), todo había llegado a su término. El momento culmen es visualizado cuando agotado, casi vencido, dijo: tengo sed. Le dieron vinagre. Pero soportó hasta el final, diciendo: todo está cumplido. Luego le vino la muerte y le dieron sepultura. Movido por el gran amor, llegó al límite de abandonarse totalmente a la suerte de la muerte, sabiendo que el amor auténtico nunca enmudece en el “aparente abandono”. El verdadero amor se caracteriza por ser confiado y radical, hace esperar aunque soporte la entera soledad y se sumerja en la noche oscura de la tristeza. O, simplemente, aquello no es amor. El gran amor se abandona y por lo mismo se perfecciona en esa entrega confiada. La pasión del Señor  es la muestra más grande de cómo vivir el amor apasionadamente.

Por: fr. Guillermo D.
Foto: jgda
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