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Cahabón



"Estoy siendo revestido de verde azul". Foto: jgda. Panorámica de Cahabón

CAHABÓN
Se que estoy lejos
cuando miro 
la sierra vestida en azul.
En mi mente 
papalotea la sensación redundante
que yo soy chamá.
Que estoy en todos los colores
despenicados en la flores y las hojas.
No puedo apartarme
de ese efecto que
soy la mañana,
soy el río,
soy la luz del medio día,
soy el atardecer de la vida
en este rincón del universo,
donde extrañamente
vivo y muero
al mismo tiempo.

Sé que he llegado,
que estoy dentro,
en las raíces secretas
que sostienen el cielo,
porque en cada gente 
aparece un sol naciente.
No es una banal sensación.
No. es que ¡Por fin, estoy en Cahabón!

Sé que ando
en el cerro o el valle:
me miras, te miro.

Nos vamos o venimos 
con los sueños al hombro.

Foto: José Manuel Caal
Sé que me he quedado
porque tu
me divisas cuando
estoy siendo recreado,
revestido en verde azul.

Estoy siendo crismado
en los grises del incienso
que se visten de la savia y el fuego.
Estoy siendo alcanzado
en todas las frutas;
caído en el sueño,
y de fuerzas henchido
para darle a todo su lugar. 
Sé que la divinidad
su mirada posa
en cada cosa,
en todos los detalles;
que me teje por dentro,
que me convierte en los valles
que desde siempre
vieron los ancestros;
en los cerros cercanos,
en los cerros lejanos,
en el cerro-madre,
en el cerro-padre,
en las hijas,
en los hijos;
en lo que ya ha pasado,
en lo que está por venir.
En todo eso me conviertes.

Ya, distante
soy el águila de tu cielo,
el rubor del achiote,
que atrapa el atardecer,
ese que deja en calma el alma
después de la lluvia:
la chispa eterna, 
que rompe la noche,
ilumina la taza
que en sorbos se inclina,
para saciarnos
de la esperanza, del sueño,
del dormir tranquilos.

Ahora, sólo queda
arrancar la planta envenenada,
de aquellos que en maldad, 
o segunda edición,
viven  la oquedad, 
la terquedad;
nos toca
aniquilar, pues,
la sed maldita
de aquel que confabula
en el engaño,
en la triste fábula
al decir que la felicidad 
Foto: José Manuel Caal
viene el próximo año;
arrancar la sed
de aquel que mata la flor,
del que empuña la hoz,
entristece el canto,
y a la gente la voz quita.

Perdón! 
Sólo quise decir
estas cosas
de allá, 
donde viven
aquellos desde antes,
desde antes de la salida del sol.
Los que esperaron el amanecer.

Todo esto que te digo
¿es pura presunción
o, es que 
me traje todos los colores
en el alma?

Lo digo,
desde aquí
donde
 sigo mirando
azul en las montañas.

Por: Gvillermo delgado
Fotos: jgda

__ 11Kawoq, 17ch'en [26/09/13].
viernes, 27 de septiembre de 2013

La Calle


Foto: Sonia Pérez
No siempre sabemos
si la calle
va o viene.
Tampoco dónde está
su final.

La calle vacía
musita
en  procesión
aquellos pasos,
que no avanzaron
a su destino.

La calle
sabe de mucha gente,
que no avanza
ninguna parte.

Foto: Ricardo Guardado, 2013.
Vacía
la calle 
es destino abierto.

La gente sin calle
muere:
No tiene dónde ir.

La calle está               sola.

La calle
sin gente
luce infinita.

[Así quedaron los caminos recorridos. Aquellos que guardan mis pasos. Que otros desandan].

Por: Gvillermo Delgado OP
(De mis viejos poemas)
Foto: Sonia Perez y Ricardo Guardado.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

Camino


Cuando vienes 
vas al mismo tiempo,
al buscarte 
yo me encuentro.

Y es porque
sos camino:
El camino.
Por ejemplo,
si vas es porque sabes llegar,
si vienes es porque sabes que te espero.

Entonces, si transitas en tu propio camino
ahí me calco a tu sombra…
Entonces vamos!

Gvillermo Delgado
(De mis viejos poemas)

Morir

Moría por estar ahí,
y, nunca supe llegar.
Entendí, por fin, 
que no voy a ninguna parte.
Llegué cuando no te buscaba,
y moría cuando llegaba.

Gvillermo Delgado
(De mis viejos poemas)

Retrato en sepia



"Retratados en sepia.
En instantes,

tú eres la flor que antes admirabas,

yo la harina que te alimenta".
(Extracto de Esa vida mía)
.
Por: Gvillermo Delgado
Enero/febrero, 2012.
sábado, 14 de septiembre de 2013

El mal y el sufrimiento humano



Ante la inminente guerra contra Siria,
Ante la la irracionalidad justificada.

Cuando una persona muere algo de todo lo humano muere. Ante una amenaza de guerra, toda la humanidad es amenazada. En el sufrimiento humano, personas con nombre y apellido sufren dolor. Guatemala siente en este momento concreto el dolor. 11 indígenas asesinados el día de ayer, 08 de septiembre, en San Pedro Ayampu, y ahora, 48 personas mueren en accidente de bus en Chimaltenango. ¿Qué decir ante esto? ¿Cómo hablar de Dios en estas circunstancias?

En el sufrimiento humano el silencio de Dios se hace más insoportable, incluso para la persona buena. Es necesario encontrar un sentido a ese sufrimiento para soportarlo y  transformarlo en esperanza.

El mal trae consigo el sufrimiento. Todo lo que Dios creó, lo hizo bueno, al hombre inclusive, lo hizo a su imagen y semejanza, dándole dignidad. Con lo cual la persona libre adquiere buena cuota de autonomía, aún delante de Dios. Por aquí algunas pistas para entender el mal y el sufrimiento.

¿Puede Dios evitar el mal, quitar el sufrimiento de las personas? Sobre todo ¿puede o no puede evitar el sufrimiento de los más pobres, de las víctimas inocentes? Si respondemos a estas preguntas terminamos cuestionando a Dios en su poder y su amor. Sin embargo, las “características de la personalidad de Dios” no podemos entenderlas desde nuestras “experiencias mundanas”, proyectando en ellas nuestra imaginación.

En Jesús vemos un “extraño” poder de Dios, notamos la “debilidad divina” (1 Cor 2,23-25). Ahí está el poder y la debilidad. Dios es amor. El amor es la realidad pura donde conviven el poder y la debilidad. Dios no impone su poder de las formas humanas; en su amor quiere vencer el dolor y el mal, pero no a la manera humana, sino como Dios. A Dios hay que dejarle que sea Dios. El poder del amor es un poder desarmado, vulnerable. Lo vemos en Cristo, que muere humillado en la Cruz. Ahí está la muestra más grande del amor.

¿Nos basta esta reflexión para comprender el sufrimiento? Creo que no. El mal, y por tanto el sufrimiento acontecen en el lugar de lo humano. En la persona está la posibilidad del mal, porque el mal cae en el misterio del ser creado. La persona creada es imperfecta, perfectible, pues, podría ser o estar mejor. La imperfección solo Dios puede superarla y por tanto al mal, y lo haría aniquilando la imperfección. De hacerlo, vendría sería la nada. Ante eso es mejor ser imperfecto que ser nada. La persona, creada finita, no puede tenerlo todo, no puede serlo todo, no puede ser perfecta. Sólo lo absoluto, Dios creador, puede coincidir con lo perfecto.

Aunque nos parezca raro, pero, “un mundo sin sufrimiento sería un mundo deshumanizado. Dios creó a la persona con libertad y dignidad. Dios se retira de la persona, para darle sitio a la persona. Esa no es ausencia o abandono. Simplemente también Dios quiere dejar a lo humano ser humano. Las implicaciones de “esta dignidad humana” traen los abusos del hombre, ya que se atreve a negar al mismo Dios, y el mismo Dios acepta ser negado. Ahí el origen del mal. En este caso, Dios podría quitar el mal, lo cual significaría quitar también la libertad. Pero la persona ya no sería persona, quedaría anulada.

Si el mal y el sufrimiento viene por el “mal uso de la libertad”, eso quiere decir que sólo se soluciona con cambio de mentalidad, que permite crecer en dignidad y en el reconocimiento de la condición de ser criatura. Sartre decía que el “el hombre está condenado a su propia libertad”. Sin embargo, es desde ahí donde se eleva a su condición plena ser humano. La persona debe evolucionar en el amor, si quiere aniquilar al mal y sus consecuencias.

El dolor puede ser expresión de humanización y de sentido humano, porque nos abre al amor. El dolor nos sensibiliza hacia la solidaridad con los que más sufren. El amor transforma a las personas. La personas amada es una persona feliz. Por eso lo contrario de la felicidad no es el dolor o el sufrimiento sino el vacío. Cuando experimentamos el amor no estamos eximidos del dolor, orientamos el sufrimiento de otra manera y lo transformamos. Luchamos con el sufrimiento, pero no nos hundimos con él ni por él.

¿Qué hay de los niños inocentes que sufren las consecuencias de la maldad de los adultos, o qué hay del sufrimiento de quienes sufren los embates de una guerra entre sus dirigentes rivales? ¿Qué podemos hacer?

Ciertamente podemos hacer prácticas de resistencia ante el mal. La mejor manera de hacerlo es tomar partido en favor del bien. Jesús nunca estuvo de acuerdo con el sufrimiento: “Pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él” (Hch 10,38). Esa es la práctica de “resistencia”, dirigiendo toda la vida, propia y ajena, hacia el bien. Cuando Dios está de nuestra parte, no podemos menos que hacer el bien y oponernos con todas nuestras fuerzas a todas las fuerzas de las opresiones, la violencia, las guerras, la mentira; todo lo que acarrea el mal y sufrimiento. Quien tiene a Dios sólo puede ser persona de bien y para el bien.

Para los cristianos el sufrimiento se comprende desde la Cruz de Cristo, pues Dios aparece solidario, unido, con la persona que sufre. Ahí está el gran amor de Dios. Aun en el “aparente silencio” del Padre Dios, que no hace nada ante el grito desesperado de su Hijo en la Cruz. El creyente que se une a Cristo encuentra un sentido al sufrimiento, porque en la Cruz de Cristo se esconde el último y definitivo sentido que tiene el sufrimiento, que es la resurrección: es dar futuro a aquello que parece no tenerlo. Esa es nuestra esperanza. 

Por: Gvillermo Delgado
Fotos: varias
martes, 10 de septiembre de 2013

El sentido de la vida



Reflexionando sobre la vida.
Para los hermanos y amigos.
A: Marcela en plena adolescencia,
y Argelia en su condición de madre.

Hablar del sentido de la vida es identificar las razones que como persona tengo para vivir. Las razones pueden manifestarse cuando respondo al por qué vivir y cómo vivir la vida.

El sentido exige crear una ruta que orienta, en todo momento y lugar de la existencia. Es el horizonte que tiene que ver con la manera de enfrentar las dificultades por difíciles que sean. Abordar el pasado como referente, el futuro como dirección, y el presente como el lugar en que se realiza todo. En cierto modo es realizar el presente. Quien no realiza la vida en el ahora mismo, no la realizará nunca.

El Sentido hace comprensible lo humano como construcción permanente. Nada está hecho. En tanto personas, estamos en la tensión permanente de hacernos. Cosa que obliga a estar siempre abiertos a los cambios. Será el discernimiento ético quien irá diciendo qué convine o no. Lo humano siempre debe ser nuevo. Lo nuevo siempre nos hace explotar la paz interior e imaginar lo bueno. Ese es el sentido.


La vida como tal "en estado puro", debiera estar al margen de la artificialidad a la que con frecuencia está siendo sometida, esa artificialidad que pasa por la alimentación, los bienes de consumo y hasta las relaciones humanas. Lo artificial nos hace artificiales. Eso mata, mata el sentido de vivir la propia vida, y se agrava cuando apunta la vida de "los otros". Sin embargo, existen mecanismos naturales para vivir, que vienen y están en la "naturaleza pura" como el agua, la luz, el olor, el color, la divinidad, la sangre, la altura, el tiempo, el movimiento...

La naturaleza tiene sus leyes, hay que entenderlas y seguirlas, para que no nos sometan otras leyes que no emanan ni del corazón de la persona, ni de la naturaleza, ni de la vida. O sea que la realidad hay que entenderla y vivir, convivir, con ella.

Que no nos parezca extraño que cuando se pierde el humor y la capacidad de vivir en la realidad tal como ella es, aparecen muchas señales indicando que hemos perdido la alegría de vivir. Con frecuencia esas señales vienen con enfermedades, que arrancan del alma, del espíritu, lo mejor de nosotros; y pronto supuran en la tristeza, el dolor de cabeza, en el desánimo, en la pérdida de la sonrisa, en dejar de ser niños, en la no aceptación de los años.

El discernimiento del sentido de la vida a partir del por qué vivir, que a su vez nos señala el cómo vivir, empieza por hacer visible 1) el sentido común, como lo más común de los sentidos 2) el humor: el homo ludem, en tanto, lo más propio de Dios y de lo humano y 3) la aceptación de la realidad, nos capacita a querer aquello que no podemos cambiar y cambiar lo que sí podemos cambiar.

La gran novedad de Jesús está en caer en la cuenta del sentido común, la alegría y la realidad. Por eso su evangelio, que arranca en las bienaventuranzas (Mt, 5), destella con fuerza en lo más sublime: la ley fundamental del amor. Finalmente el sentido debe ser el amor mismo porque nos da orientación, capacidades, potencialidades de ser, ser más. Caminar con dignidad, con altura.

Por: Gvillermo Delgado
Fotos: varias
lunes, 9 de septiembre de 2013