Viendo "Posts antiguos"

EL DESIERTO


 A propósito de San Marcos 1,12-15


Hay días de esos en que no sabemos qué hacer con la vida. Días en que abundan las preguntas sin respuesta. La existencia no vale, el universo un coco vacío, Dios el gran ausente. ¿Cómo sostener la ilusión? ¿Cómo alejarse del círculo vicioso de la rutina inútil? Esos días pueden ser de muerte.
¿Qué nos queda? Hacer camino. Nadie puede pararse. Las respuestas últimas a las preguntas infinitas las hallará cada quien, en su búsqueda permanente, a su modo, a su tiempo, con su Dios. Porque las preguntas son la respuesta misma, están dentro. No queda más que vivir la vida apasionadamente, con el vigor del espíritu. Todo esto es el desierto.

Empujados al desierto
¿Nosotros somos “arrojados al mundo” (Heidegger) como si la vida fuera enigma, crisis permanente? No. Mejor digamos que al ser creados hemos sido empujados al desierto.
Toda experiencia humana tiene sentido en similitud con la vida del Hombre-Dios, el Maestro de Galilea, porque él es paradigma de lo humano. Ese sentido hace del desierto quemante y sin ruta, parte del ser de la existencia. Nos permite comprender que “ahí hemos sido puestos, no arrojados –como expulsados de un paraíso que nos pertenece-, empujados para pulir las imperfecciones en las que hemos caído, por lo que andamos agachados. El Otro Espíritu, mueve. Nos remueve. El desierto es la necesidad de la perfección.
Si nuestra existencia no es condena sino la ruta a lo perfecto, quiere decir que ese destino no lo perdemos nunca; por más que aparezcan los espíritus malos y ensombrezcan, llenen de tristeza y de sinsentidos a la vida. A pesar de eso debemos quedarnos en el desierto, hacer el camino, ahí donde los ángeles le servían al Señor.

Se ha cumplido el plazo
“Si perseveramos hasta el final”, ¡Qué alegría será decir: “he llegado a la meta” –cómo dice el Apóstol-. Que no es otro cosa que habitar “el tiempo nuestro, el tiempo de Dios”. O es porque hemos cambiado, y aprendimos a mirar de otra manera. Como los niños, con simpleza.

 He aquí mi secreto. “Sólo se ve con el corazón”. Lo esencial es invisible para los ojos”. (Palabras de despedida del zorro, al principito).
  
 Por: Guillermo Delgado
Fotos: Sonia Pérez 
jueves, 23 de febrero de 2012

ESTA VIDA MÍA


Esta vida mía, que no es mía
debe ser tuya;
porque he sabido que:
en tus manos es gota furtiva,
en tu boca verdad quemante,
en tu corazón llama que llama,
en tus pies palabra concreta.

Será por eso que
me desgranas al andar,
abandonándome al azar,
tras tu paso.

¿Qué seré para el mundo?
¿Qué diré a los transeúntes de la tarde?

Mirando lejos
la infancia a que no regreso más
y a los caminos siempre nuevos:
qué hallé sabiduría en lo fútil
sentido en el espesor de la piel.
 
Además, indico
como el grano llega a mazorca
y la distracción mide los años.

Retratados en sepia:
en instantes
 tú eres la flor que antes admirabas
yo la harina que te alimenta.



Por: Guillermo Delgado
Fotos: Sonia Pérez
miércoles, 22 de febrero de 2012