Viendo "Posts antiguos"

Libertades

A: mis hermanas: Adela y Gely,
a mis hermanos: Luis, Miguel, Sergio,  y Cesar.
En su misión de educar a sus hijos y sus hijas.

Esta vez quiero opinar sobre la filosofía de la vida cotidiana. Esa en la que nos ocupamos todos, tomamos posturas y defendemos nuestras propias verdades. Deseo hacerlo intentando ser parte de las libertades propias de las personas en edades en las que no son niños ni adultos.
La vida privada es pública en cierto modo. Y es porque al ser personas, “somos seres individuales” según lo que se nos permite, al ser parte de la sociedad o las familias. Pero cuando lo individual se sobrepone a “ese ser parte”, la convivencia empieza ser crítica, es laberinto en plena calle.
En la cotidianidad inventamos y recreamos todas las formas de vida. Esas capacidades para que sean humanas deben configurarse en las libertades, cuidando que no nos hagan caer en la suerte o la mala suerte, algo así como en la “condena de nuestra propia libertad”, como decía Sartre. De ahí que toda familia o comunidad humana de convivencia debe establecer sus propias reglas que defina la libertad de acuerdo a sus alcances y sus límites. Una libertad no delimitada puede ser su propia condena.
Quienes son papás y les toca la sublime tarea de orientar a sus hijos en la edad de la juventud saben que es precisamente aquí donde ellos mismos se ponen a prueba y no siempre saben qué hacer con quienes fueron sus niños o niñas. Pero si han definido juntos, papas-hijos, “esas libertades” permítanles a sus hijos que sean creativos, que hagan con sus manos y su pensamiento lo que la imaginación y la creatividad les posibilite. Y constrúyanse juntos desde ahí.
Por tanto, para que la libertad no sea una condena, también hay que establecer los límites de los sentidos y los límite de la razón. Con frecuencia los jóvenes confabulan sus propias dictaduras, de pasiones y razones, que a la postre son trampas en las que ellos mismos terminan siento victimas. El sentido de lo auténtico si pasa por la pasión y lo razonable no puede pasar llevándose al espíritu entre los pies,  de donde emana toda espiritualidad humana. De verdad lo que a la larga los salva, cuando andan en los sinuosos laberintos, es la espiritualidad que rige y orienta las pasiones y a la razón.
Lo que aquí llamamos espiritualidad humana, define a las personas transfiguradas en adultas. Y sólo podrán mostrarlo en su ser privado y púbico, ámbitos propios de la identidad y sentido humano, si sus libertades les hacen responsables en tanto hacerse cargo de sí mismos; si sus libertades les hacen honestos en tanto ser justos en las relaciones con las otras personas; y, si sus libertades les hacen íntegros en tanto procurar el punto medio que permita hacer coincidir el ser con el deber ser, lo ético y lo moral.
Si lo que hemos dicho hasta aquí es verdad, por tanto son principios iluminadores, dejarían de serlo si se quedan en propósitos atractivos, serían como la campana que llama desde la altura de su torre y ella misma no acude a lo que convoca. Haría falta, pues programar acciones concretas, con sus respectivas tareas. Entonces ya no hablaremos de libertades sino de La Libertad, de personas libres:  que caminan con dignidad y orgullo en plena calle, personas de esas que no necesitan tanta luz para caminar en la oscuridad de la noche.

Por: Gvillermo Delgado 
Fotos: de varios amigos
sábado, 31 de diciembre de 2011