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Mujer

Mujer
y globalización

El proceso de globalización refuerza las desigualdades de las mujeres. La alta demanda a las empleadas del hogar en las naciones ricas contrasta con los bajos salarios. Dos consideraciones de análisis:

1. División internacional de la atención al hogar (DITD)
a. Las mujeres migrantes asisten a otras mujeres, de clase alta, que a sus vez transfieren el cuidado de los suyos (en cascada hacia abajo). La diferencia entre una y otra reside en el pago y la condición social.
b. La calidad de vida de la familia experimenta deterioro conforme avanza la cadena de la DITD.
2. División tradicional del trabajo Doméstico (DTTD)
a. Aumenta el trabajo remunerado para las mujeres (casadas en ascenso y jóvenes en descenso, en el caso de Italia). Sin modificar la división tradicional de las tareas del hogar (las mujeres deben hacer doble trabajo, sumado al poco apoyo de asistencia social de los países donde trabajan v.g.: EU:)
b. Cuanto menos se responsabilizan los estados de la familia más se necesita del trabajo de las asistentas extranjeras. Los países anfitriones no garantizan la asistencia social y la participación de la vida política de a las mujeres empleadas del hogar desde sus intereses económicos.
c. Mantienen así fuentes de trabajo barato –con “trabajadoras huespedes”- quienes pueden ser repatriadas si la economía del país no marcha bien.
d. La creciente demanda del trabajo doméstico evidencia la irresponsabilidad de los varones y las entidades públicas (respecto a la familia).

Propuestas
I. Para gargarizar la igualdad entre los géneros, en el contexto de una economía global, las mujeres de los países ricos deben abogar a favor de los derechos de unas mejores condiciones laborales para las empleadas del hogar que viven en los países más pobres.
II. Si aumentara la participación de las mujeres en los ambientes económico políticos podrían garantizarse mayores garantías sociales a favor de las familias. Las mujeres tienen más influencia en los hijos. Las mujeres invierten más en la familia que los hombres. La ética feminista de la liberación propone elaborar una ética universal desde abajo, partiendo de igualdad (lectura bíblica). Se trata de consolidar derechos para sustentar la propia vida y el acceso a los medios para cubrir las necesidades básicas de forma sostenible. Se trata de construir una base de empoderamiento desde la mujeres en la toma de decisiones.
III. La teoría económica necesita desarrollar una justicia económica (normas universales) que responda a la igualdad, de echo y de derecho, de todos los seres en el mundo globalizado. Desafíos neoliberales:
∞ Velar por una economía justa: hacer accesible el mercado a los pobres (no sólo colocarlos en la categoría de explotados o fuera de ello)
♫ La distribución de los recursos es tarea propia de la economía política y de los políticos.
viernes, 26 de junio de 2009

Ser persona. Según Fray Bartolomé de las Casas

Fray Bartolomé fue testigo y parte de las reflexiones y discusiones que se estaban haciendo en Europa a favor de la persona humana. En la Europa del siglo XVI, la persona humana y los pueblos son pensados como naturaleza humana, o sea como una comunidad que tiene unas características propias y normas de conducta desde donde se rigen, mueven y actúan los miembros de una comunidad.


Este modo de comprender a la persona tiene su inspiración en el cristianismo, de ese entonces: donde la persona es el centro del universo, vive en una sociedad de jerarquías y tiende a la convivencia en comunidad. Pero cerrados en su círculo comunitario. Así, cualquier cosa que venga de fuera será tenida como extraña. Los indígenas por ser distintos de los europeos parecían demasiados extraños, al punto de no ser reconocidos, tan siquiera, como personas. Pero fue Fray Bartolomé es quien concilia lo extraño y diferente con la común pertenencia a la misma naturaleza humana. Su concepto de persona está expresado en su concepto "del indio", de sus culturas y pueblos. Encuentra en el amerindio a la persona concreta que él predica con palabras.

El modo de conciliar aquello significó, para el fraile, hacer una explicación de los pueblos indígenas como quienes tienen y viven una cultura propia. Por tanto, estos pueblos tienen una identidad. Y la diferencia con los europeos sólo es cultural, no humana. Todos somos humanos. Dirá: “Estos también son hombres y tiene alma racional”. Se rompe así, la idea falsa y malvada que justificaba el hecho de que unos son inferiores y otros superiores, unos esclavos y otros esclavistas, porque así es la vida natural. Con esta manera nueva de presentar al ser humano, el indígena fue considerado como persona racional, capaz de hacer política y gobernar la ciudad. En todo caso, si hay que decir que tenía un nivel de retrazo, comparado con los europeos, habrá que decirlo que éste retrazo no es de “naturaleza” sino de educación. Aunque los españoles que traían los estandartes de una nueva cultura carecían de cultura educativa, hasta parecían más atrasados que los mismos nativos. El mismo Bartolomé sostendrá que los españoles no son culturalmente superiores a los indios, sino más bien los verdadero idólatras, pues imponen su codicia por encima del reconocimiento de la persona.

En consecuencia para las Casas el indio ya no es una “persona natural” sino “persona cultural”, que vive dentro de la naturaleza, de la humanidad, aunque carezca del nivel educativo europeo que se presenta como el ideal de la persona civilizada. En resumen Bartolomé de las Casas nos presenta un nuevo concepto de persona y su dignidad, en las características siguientes:

En primer lugar, admite el Fraile que la persona humana es identificada como igual desde el reconocimiento de grupos culturales diferentes; en ese marco de semejanza y diferencia los nativos están llamados a ser cristianos y por naturaleza tienen una dignidad y derechos, aunque aún no sean cristianos bautizados.

En segundo lugar, el hombre indígena no puede ser considerado inferior a ningún otro ser humano. Es un ser social, político y capaz de hacer todo aquello que es propio de la persona humana.

Y, por último, el indígena es sujeto de derecho a la vida, y este derecho está por encima de una salvación del alma acompañada de la muerte del cuerpo. O sea que la vida del indígena es más plena, sagrada y verdadera que cualquier otro valor religioso.